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Un beso para las cámaras. La presidenta del PP y la candidata a la presidencia de la autonomía se saludan a la entrada de la sede del partido fotografías Daniel Pedriza

Mil sonrisas pero mil procesiones

Sáenz de Buruaga y Beitia se rozaron lo justito para guardar las apariencias aunque ambas fueron a comer con el presidente del PP

Violeta Santiago

Santander

Viernes, 11 de enero 2019, 07:15

Todas las sonrisas posibles por fuera y una larga procesión por dentro. La presentación de las dos candidatas del PP a las próximas elecciones autonómica y municipal (Ruth Beitia y Gema Igual) –a quienes hizo los honores el presidente del PP, Pablo Casado– fue ayer en Santander un ejemplo palmario de en qué se ha convertido la política: por la superficie corren un discurso y unas imágenes bien pensadas para el consumo de masas y en la trastienda transcurren dramas diversos. Si algún aficionado a este tipo de teatro no acudió ayer al Hotel Santemar con entrada preferente, se perdió una ocasión de oro: en la hora y media que duró la representación, los actores lo dieron todo para que ésta pasara «a la historia».

La expresión es de una militante en la cincuentena que se hacía cruces al acabar el acto. «Lo que hay que ver», se resignaba, aunque fue imposible sacarla de qué lado estaba. Si de parte de la flamante candidata al Gobierno –toda felicidad– o de la de una presidenta regional del PP que tiene que embridar la emoción ante las numerosas muestras de cariño que le dan. Ambas se rozaron lo justito para guardar las apariencias, en una escena que recordó a aquella otra de Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría cuando en un evento –sentadas a un metro– ni se miraron. Parece que ha pasado un siglo.

Ayer, Beitia llega sola a la calle Joaquín Costa, aunque se encuentra de camino con Gastón Gómez, alcalde de Cayón, que la acompaña para arroparla. El PP ha decidido hurtarle al populacho la imagen del encuentro entre Pablo Casado y María José Sáenz de Buruaga tras haber optado él hace días por otra candidata, lo que ha hecho temblar los cimientos del partido en Cantabria. La presidenta del PP acudió a buscarle al aeropuerto y aparecen juntos (con Javier Maroto, vicesecretario de Organización) en el acto.

Primera anécdota: su coche entra al subterráneo del Santemar pese a que hay una veintena de cámaras esperándoles y a que Ruth Beitia y Gema Igual salen a recibirles desde la sede del partido. Cuando ellas ya se vuelven hacia adentro, con todas las cámaras detrás a la carrera, Buruaga y Casado aparecen andando por la calle. Si los colores quieren decir algo, la presidenta popular va de negro rigurosísimo. Casado, con el uniforme básico de buen conservador: pantalón gris, chaqueta marino, camisa azul clara y corbata granate. Unos y otras se saludan con todos los periodistas gráficos encima (literalmente) en las escaleras de acceso a la sede, donde la alcaldesa de Santander bromea con su presidente: «No está bien que juegues al escondite con nosotras».

Los cuatro entran a hacer la función acompañados de Diego Movellán, Íñigo Fernández, Juan Corro, María José González Revuelta y César Díaz (mano derecha de Gema Igual, el único de los citados que no se sienta en primera línea de mitin). Los asistentes estallan en aplausos, abrazos y saludos con su himno de fondo. El clásico teatrillo.

Lo primero es la apariencia, así que Casado, Beitia e Igual se colocan ante un gran panel iluminado de un Puertochico celeste y adelantan el pulgar al tiempo, en pose de 'somos los mejores y vamos a ganar'. Casado reclama a Buruaga para que se sume y, como ella se resiste un par de veces, él atraviesa la fila de fotógrafos para obligarla. La foto de tres se convierte en foto de cuatro, pero la cara de Buruaga es un poema. Por más que quiere sonreír, le sale de aquella manera. Al volver a su sitio saluda al respetable, que le brinda una enorme ovación.

Encargada de romper el hielo, Gema Igual (con taconazo, porque no deslucir junto al 1,86 que mide Beitia no es tan fácil) se adueña de los focos y suelta su discurso con alegría y solvencia. La alcaldesa de Santander ha sido muy perseguida por los medios para que anunciara su candidatura estos últimos días, a lo que ella se ha resistido como gata panza arriba. Quería esperar al día y a la hora propicias. Y por fin lo dice: que sí, que quiere seguir en su cargo, pero elegida. Tiene buenas palabras para Buruaga («la mejor presidenta») y para Beitia («la vamos a ayudar a ser campeona en las urnas»).

Luego le toca a Beitia, a todas luces novata. Lleva unos tarjetones con sus mensajes apuntados y lee, nerviosa, porque la atleta que más glorias ha dado a España nunca se había visto en otra más gorda. Candidata por sorpresa, con todo un presidente del PP a cuatro metros evaluándola y con mucha gente enfrente esperando a que meta la pata. Arranca aplausos en tres o cuatro ocasiones, siempre iniciados por un tipo fuerte, vestido de azul marino, sentado en la cuarta fila. También recibe algunos 'bravos' de ánimo algo descafeinados.

Roberto Ruiz

Cuando sube Casado, empieza por lo afectivo con esta tierra: cita a su abuela de Cayón, unos versos de Gerardo Diego, lo que le gustan los pueblos de Cantabria... Y entra en materia subrayando «la generosidad de nuestra presidenta» antes de alabar a sus candidatas.

Tras lo oficial, toca más de media hora de besos y fotos, los corrillos. Un grupito espera a Casado para afearle lo que le ha hecho a Buruaga, pero se les escapa. La presidenta recibe abrazos largos, intensos, la lágrima de alguna devota. Beitia se queda cerca del estrado, con una veintena de los suyos, con los que se hace una foto. El núcleo duro se va finalmente andando al Maremondo. Dicen que la comida –frente al mar– es distendida, que se habla de muchas cosas personales y que Casado está atento con todos. Él se fue a las 17.00 horas. Se baja el telón, aunque nadie duda de que quedan muchos actos y de que la obra será larga.

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