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Los familiares de Adela Corral, la mujer de 69 años que fue estrangulada el pasado viernes supuestamente por el hombre al que acogía en su domicilio, están a la espera de que la Policía Nacional dé respuesta a todas sus preguntas. «Estamos disgustados porque ... no nos dicen nada y nos estamos enterando de todo a través de los medios de comunicación», lamenta el exmarido de la fallecida, Miguel Ángel Güemes.
Ayer, por la mañana, tres días después del trágico suceso, aguardaban a que les entregaran el cuerpo de Adela para poder celebrar el velatorio y enterrarla en su localidad natal: Mata (San Felices de Buelna). «Estamos aquí en Oviedo a la espera de que nos entreguen el cadáver para ir a Cantabria», apuntaba el exmarido, oriundo de Arnuero. Horas más tarde les informaron de que ya podían dar sepultura a Adela, que será enterrada hoy, a las 17.00 horas.
Según cuenta su exmarido, Adela se mudó desde su localidad natal a Santander con 17 años. Poco después se conocieron y en 1977 se casaron. Desde Santander pusieron rumbo a Oviedo, donde él es maestro del colegio público La Corredoria. Tuvieron dos hijas, que ahora tienen 42 y 36 años, de las cuales hoy una vive en Pamplona y la otra, en Oviedo, al igual que su padre.
Miguel Ángel Güemes | Exmarido de Adela
La fallecida era muy conocida en la ciudad debido a su trabajo. Había ejercido durante más de treinta años como auxiliar de enfermería en el antiguo Hospital General de El Cristo (desde 1978) y, también, como representante de la lucha sindical. Militó durante décadas en Comisiones Obreras (CC OO) y estuvo liberada durante casi tres lustros. No obstante, aunque le hubiese tocado por edad, no llegó a trasladarse al nuevo emplazamiento de La Cadellada para estrenar el nuevo HUCA (Hospital Universitario Central de Asturias), primero por una retinosis pigmentaria (una enfermedad de origen genético que provoca una degeneración progresiva de las células del ojo) que le valió una incapacitación; y después, porque le detectaron una enfermedad mental hace unos diez años, según recoge El Comercio.
«Era muy querida por todos, se involucraba muchísimo con sus pacientes y era toda una luchadora sindical», recuerda una de sus hijas. Pero todo cambió a raíz del diagnóstico. «Estaba mal y en varias ocasiones intentamos el ingreso, porque veíamos que lo necesitaba, pero solo le recetaban medicación. Es cosa de este país, parece que no nos tomamos en serio la salud mental hasta que ya es tarde», lamenta. «Mi madre tenía una enfermedad mental y, aunque ella iba al psiquiatra, no recibía la ayuda suficiente ni asistencia, ni siquiera nosotros podíamos ayudarla a raíz de lo que le pasaba. Al final, ella estaba en su piso».
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El problema es que en ese domicilio casi nunca estaba sola. Durante los últimos tiempos había adquirido la acostumbre de alojar a indigentes. «Era por la enfermedad», asevera la hija. El hombre que presuntamente la estranguló hasta la muerte era uno ellos. Hace unos tres años, Adela regresó a Santander, tras cuatro décadas en Oviedo, cuando su exmarido y ella decidieron separarse. «Su sueño era vivir en Santander, donde estuvo en varios pisos. Se fue sin atender los consejos de nadie porque no queríamos que se fuese. Tenía aquí a una hija trabajando. Pero ella quería vivir en Santander», afirma Güemes, al tiempo que apunta que «era una mujer reconocida profesionalmente y como líder sindical».
En relación a los hechos, tanto Güemes como sus dos hijas siguen a la espera de noticias por parte de la Policía Nacional, encargada de las diligencias de investigación. «Mi hija está algo disgustada porque ha llamado varias veces y no le han dicho nada. No entendemos que a la familia no se le diga nada y salgan los detalles en los periódicos». Aunque hay que decir que la Policía Nacional no ha dado más información que la contenida en el comunicado remitido a los medios el pasado viernes, cuando se produjeron los hechos.
«Lo único que nos han dicho es que van a citar a mis dos hijas para entregarles las llaves del piso de Adela, pero nada más», añade el exmarido, que reconoce que fue «duro» para sus hijas el modo en que se enteraron de lo ocurrido con su madre. «Todavía estamos en shock», expresa.
Pero no solo eso, puesto que cuando el domingo se enteraron de que el juez que lleva el caso había abierto diligencias contra el detenido, de 38 años, por un supuesto delito de homicidio, el disgusto que ya tenían se acrecentó. «No entendemos que no se considera ensañamiento el que una persona amordace, ate de pies y manos, golpee violentamente y estrangule a otra. Mi hija mayor está muy encendida con este tema porque hemos estado mirando la legislación y este caso reúne los requisitos para ser considerado como un asesinato, aunque tendrá que ser el fiscal el que lo determine».
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