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Lo más probable es que cuando converse cara a cara con alguien o revise un álbum de fotos o, incluso, hojee una revista, Irene Revestido no contemple los rostros que tiene ante sí como un todo homogéneo, sino que su mirada vaya al detalle: ... en la forma de una oreja, en la separación de los ojos, en esa nariz singular. Le ocurre a menudo. Es deformación profesional. Revestido trabaja como analista facial en el cuartel general de Interpol en Lyon (Francia) e invierte muchas horas al día observando rostros ajenos, sus particularidades, todo aquello que ayude a revelar su identidad.
Del trabajo de Revestido y su equipo, que implica el manejo de avanzados sistemas y 'software' de reconocimiento facial, depende el éxito de la identificación y verificación de identidades de prófugos de la Justicia. Este campo de la biometría, explica, vive una gran revolución, gracias, sobre todo, a la aplicación de la inteligencia artificial y del 'deep learning' o aprendizaje profundo en los algoritmos. «En los últimos cinco años, esta tecnología ha evolucionado muchísimo. La fiabilidad de la técnica, que ya es muy sólida, ha aumentado mucho», revela en Santander, donde participó en una de las citas que la CEOE organiza al abrigo de la 'Red de Talento Cántabro en el exterior 2030'.
«Hay oportunidades esperando y no hay que tener miedo a probar suerte», contó a los asistentes. Esta torrelaveguense siente que ha sido fiel a esa motivación. Se formó en Biología, pero mirando por el rabillo del ojo la investigación policial. «Mi madre siempre ha sido una apasionada de la novela negra y, desde pequeña, el tema policiaco ha rondado por casa», revela. Quizá ese fue el primer acicate para acceder a la Policía, orientarse hacia el área científica, llegar al departamento de Antropología Forense, cursar el Máster de Ciencias Policiales, superar las pruebas de Interpol... «Se ha convertido en una gran vocación. Cuando puedes dar una respuesta, hacer un trabajo que ayude, la recompensa es muy grande».
La Unidad de Reconocimiento Facial de Interpol cumple tres años este mes, es una área joven pero con proyección. «La Unidad surgió de la revolución tecnológica», expone Revestido, «se dieron cuenta de que había muchísima información en los archivos que no se estaba explotando. Hoy en día vivimos en un mundo muy digital y, muchas veces, de los criminales o de las víctimas lo único que hay son caras». Interpol se rodeó de expertos y, en medio de la transformación, puso a funcionar la Unidad.
Las herramientas que allí se emplean permiten buscar en bases de datos internacionales y revelar, con fiabilidad, posibles candidatos. El proceso se arma con el trabajo de la máquina y del agente, en una simbiosis que se mantendrá en el futuro, augura Revestido; es decir, el agente no será sustituido: «Aunque cambie su papel, en el futuro el especialista seguirá siendo esencial».
El trabajo está dando resultados. A la espera del cierre estadístico del año, desde noviembre de 2016 en la Unidad se han encontrado «alrededor de 600 candidatos potenciales», revela Revestido. Y se ha trabajado en casos «relevantes» de criminales prófugos que habían cambiado de identidad y de los que no había otro registro biométrico (ADN o huellas dactilares). «Y a través de la búsqueda en bases de datos de imágenes faciales como la nuestra, la única de carácter internacional que existe en el mundo, se han localizado», indica.
¿Y qué frenos hay? ¿Que una persona envejezca o se opere el rostro dificulta la verificación? El envejecimiento no supone un gran problema para los sistemas en adultos, aunque sí en menores de 13 años. Sólo a partir de esa edad sus características faciales empiezan a ser conservativas. «En el futuro, con las nuevas versiones de los 'software', se mejorarán este tipo de cuestiones», interpreta Revestido. Y hay otras cortapisas: que algo sea tecnológicamente posible no significa que sea legal o éticamente aceptable. Por ejemplo, hace un año agentes de la policía china se pusieron gafas de reconocimiento facial para detectar sospechosos en la calle. ¿Interpol se plantea esto? «Entramos en un campo de la biometría en el que hay que ser muy precavido y respetuoso con la protección de datos. Hay una gran preocupación en la Interpol, en los cuerpos de seguridad, por esta protección. Los datos faciales son considerados como un dato biométrico sensible de especial protección. No todo lo que la técnica permite se hace. Entramos en discusiones de ámbito más legal», explica Revestido. En Interpol son «restrictivos» y trabajan con un marco legal similar al de la UE, de los más limitativos.
¿Y los 'hackers' o la tecnología al servicio del crimen, siempre va por delante? «Ellos lo hacen bien, pero nosotros lo hacemos mejor. Hay una competición bastante pareja, pero al final los buenos siempre ganan».
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