La tensa espera de las residencias
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Los centros cántabros aguardan la llegada de una segunda oleada del virus «con incertidumbre, pero con más experiencia»Secciones
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Los centros cántabros aguardan la llegada de una segunda oleada del virus «con incertidumbre, pero con más experiencia»Fueron el eslabón más débil de la cadena. Las que vivieron de cerca la cara más cruel de la pandemia. El coronavirus se cebó con las residencias. Entró sin avisar y se llevó por delante la vida de muchos de sus usuarios. Una vez ... superada la primera oleada, los responsables de los centros cántabros no se relajaron. Ellos y sus trabajadores no ahorraron energías para intentar minimizar los efectos del temido segundo envite. Los expertos lo esperaban para otoño, pero finalmente todo apunta a que se adelanta. Al menos así se intuye tras cotejar los datos diarios de contagios. Una tensa espera que afrontan, al menos, «con más experiencia» y, sobre todo, «con muchos más medios que en el mes de marzo». Aun así, las residencias por sí solas no pueden con todo y piden «más apoyo» de la Administración para no verse «otra vez solas ante el peligro».
Ahora se reúnen una vez a la semana con las autoridades para diseñar un plan de acción conjunto. Cada una tiene el suyo pero esperan que los responsables políticos dejen de parapetarse tras leyes, decretos y recomendaciones de los organismos de salud internacionales y comiencen a tomar decisiones. Necesitan saber «qué hacer, con quién hablar y qué protocolo seguir». Y ponen sobre la mesa una exigencia: «Hay que abrir un centro covid para enviar a todos los positivos y así evitar el riesgo para el resto de usuarios».
Leonor Puente | Sagrada Familia (Carrejo)
Las residencias que registraron fallecidos a causa del coronavirus durante la primera oleada de la pandemia no se fían. No han bajado la guardia ni siquiera cuando se decretó el final del estado de alarma. Es el caso del centro Sagrada Familia de Carrejo. «La situación actual, con lo que se está viendo cada día, lógicamente es de preocupación e incertidumbre», cuenta al otro lado del teléfono su directora, Leonor Puente. «Creemos que estamos preparados, sí. Pero es imposible que nosotros solos podamos contener a este bicho», añade. «Los centros están abiertos, entra y sale gente, también nuestros trabajadores aunque están muy concienciados para respetar en todo momento las medidas sanitarias que hay en vigor», subraya.
Por fortuna, la situación ahora es bien diferente. «La experiencia vivida nos hace movernos de otra forma, al menos ahora ya conocemos la sintomatología». Pero, para poder hacer frente con más garantías, exige más medios. «Tenemos equipos de protección y mascarillas pero nosotros no somos hospitales», lamenta. Lo que sí ha realizado es una reorganización interna para poder actuar sin improvisaciones en caso de un posible rebrote general. «Tenemos una zona covid por si alguien presentara síntomas o tuviera que ser asilado. Eso sí, si apareciera un positivo, lo más lógico sería que no se quedara aquí y fuera trasladado a un centro externo», explica. «Lo que hemos sufrido las residencias ha sido un infierno. La juventud anda despreocupada, deberían pensar que ellos también tienes padres, abuelos y seres queridos mayores», concluye.
Víctor Pandal | Fuerte Ventura (Luey)
«Ahora sí sabemos lo que es el coronavirus, tenemos un mayor conocimiento, el personal está formado, hay en los almacenes batas, mascarillas, geles desinfectantes... y hemos establecido protocolos de actuación», explica el gerente de la Residencia Fuerte Ventura de Luey, Víctor Pandal. «Estamos más preparados a nivel interno», resume. «Lo de dentro se puede decir que está controlado, lo que no podemos controlar es lo que sucede fuera de nuestro recinto, es decir lo que han llamado nueva normalidad», añade. Por eso no baja la guardia y, como el resto de colegas, hace un llamamiento a Sanidad. «Viendo lo que sucedió la última vez, me temo que quizás volvamos a estar sin atención primaria. Sí, los médicos te atendían por teléfono pero por aquí no pasó nadie durante un mes», subraya. Una situación que n acaba de entender. «Albergamos un colectivo que registró entre un 18 y un 20% de mortalidad durante la pandemia. Es difícil de comprender que no haya nada por escrito para proteger a nuestros mayores», insiste.
Por eso su postura es que, si aparece un positivo en su residencia, «lo mejor es hacer un rastreo completo y derivarlo a un centro temporal como el que montó Servicios Sociales en Meruelo», añade. «Si no, te estás jugando la vida del resto de residentes», advierte. Con quien no quiere ser duro es con los más jóvenes, pese a ser uno de los colectivos más señalados. «Entiendo que, en parte, es la naturaleza humana. Otra cosa son los problemas de orden público con las aglomeraciones. Ahí la Policía podría concienciar más porque, en ocasiones, sólo aprendemos cuando nos multan», sentencia.
Juan Miguel Jiménez | La Loma (Castro Urdiales)
A la hora de enfrentarse a un posible rebrote, las matemáticas no funcionan. Pero quienes ya han pasado por ello tienen la experiencia suficiente para no dudar y dar pasos equivocados. «Ya no nos cogerá de susto y sin saber qué hacer», afirma Juan Miguel Jiménez, gerente del centro de mayores de La Loma de Castro Urdiales. «Estamos preparados para una segunda oleada», reconoce. «Conocemos los procedimientos que nos sirvieron la otra vez y tenemos los suficientes equipos de protección individual, no como en la anterior ocasión. Digamos que, como ya lo has vivido, asusta menos», añade. Tampoco se confía, aunque como el resto de centros se ha blindado contra el virus. «Sí, pero hay que tener en cuenta que las residencias son casas de convivencia y no puedes aislar por sistema a todos», explica. «Lo que sí hemos hecho es establecer un régimen de visitas, todas tienen que pasar por una zona de desinfección, evitar los contactos innecesarios y usar la mascarilla sí o sí», enumera. No quiere que suceda como en la calle. «Entiendo que, cuando es una situación tan larga, tiendes acostumbrarte a que el virus está ahí y te olvidas; sobre todo para las personas que las consecuencias han sido simplemente un número y no les ha tocado de cerca la muerte», sentencia.
Gema de la Concha | San Cándido (Santander)
Lo que más desconcierta a la directora de la Residencia San Cándido de Santander, Gema de la Concha, es cómo actuará la Administración ante un segundo episodio de coronavirus en las residencias. «Ya sabemos cómo actuar y tenemos nuestros protocolos, pero la Administración está igual que en marzo», afirma. «Lo que necesitamos que nos transmitan son medidas claras. Por ejemplo, si tenemos un positivo en el centro qué tenemos que hacer, porque ni puedo cerrarlo ni tampoco prohibir las entradas y salidas. No puedo tomar esas decisiones, me lo tiene que decir una autoridad competente, bien sea la Consejería de Sanidad o el presidente del Gobierno regional», añade.
De la Concha hace un llamamiento: «Necesitamos apoyo exterior, que si sale algún positivo se haga un barrido generalizado a todos con pruebas PCR. Además, es prioritario que exista un centro covid para trasladar a las personas que resulten infectadas. Si lo hubiéramos hecho antes, en la anterior ocasión, se habría reducido el número de infectados considerablemente», subraya.
Mientras espera a que sus ruegos sean escuchados, ha empleado el tiempo en intentar adecuar el centro para que sea hostil para el coronavirus. «En las visitas se están tomando medidas muy estrictas, pero también hay quien no respeta las normas. Los profesionales que trabajamos aquí las cumplimos a rajatabla. Nos tomamos la temperatura antes y después de trabajar, tenemos EPI, mascarillas y un protocolo exhaustivo. Eso sí, en el mercado no hay guantes. Quizás la Administración podría ayudarnos a conseguirlos. Ya que ellos no tienen problema, al menos que nos faciliten sus proveedores», explica. «Vamos a convivir mucho tiempo con el virus, así que sería bueno que la Administración tuviese un coordinador covid como el que nos exige a nosotros. En marzo nos cogió el toro porque no hizo los deberes y puede volver a suceder», advierte.
También hace una petición a la sociedad. «Hay que cumplir al máximo las medidas de prevención y pensar que nos puede pensar a cualquiera, ya que cualquiera puede ser portador y asintomático. Hay que llevar siempre mascarilla, mantener la distancias de seguridad y limpieza y evitar el contacto físico y con objetos. No somos conscientes de las consecuencias del coronavirus, y no sólo hablo de los jóvenes», concluye.
Rubén Otero | Cadmasa (Las Caldas de Besaya)
También en Las Caldas de Besaya, donde Rubén Otero dirige la residencia Cadmasa para personas con discapacidad intelectual, conocen la cara más desagradable del coronavirus. Pero ahora se sienten más preparados para afrontar una posible segunda oleada. «Vamos a ver cómo viene y cómo es. Eso nos dará la medida para saber cómo debemos actuar», explica en un primer momento. «Todo dependerá de la fuerza con la que venga. Esa es para nosotros la mayor duda: si será flojo o fuerte», añade. Para cualquiera de ambos escenarios, ha blindado el centro «con todo lo imprescindible en material de seguridad, aunque no hay guantes en el mercado y cuesta conseguirlos».
Otero es prudente, aunque la experiencia sí le permite vaticinar que no habrá contagios masivos. «Será más difícil, creo que estamos en un punto mejor que en marzo. El panorama es bien distinto. Entonces no teníamos nada de nada, no sabíamos ni qué era el coronavirus y la gente, trabajadores y residentes, no estaba protegida». Sin embargo, no baja la guardia. «Estamos expectantes porque el rebrote se esperaba para octubre y parece que ya está aquí. Eso sí, ya no será como antes. Ahora a la más mínima sospecha, haremos pruebas y más pruebas. Es la única forma de detectar el virus», subraya.
La formación también ha sido básica este tiempo. «Hemos hecho varios cursos de formación para saber cómo quitarnos y ponernos los equipos de protección sin tocarlos directamente con las manos, hay cartelería informativa repartida por la residencia y hemos pedido a los trabajadores que extremen las precauciones incluso fuera del entorno laboral». Otero es presidente de la Federación Empresarial de la Dependencia en Cantabria (FED), uno de los interlocutores con la Administración. «Estamos ultimando un plan de contingencia con Sanidad y Servicios Sociales. Lo que sucede que va más lento de lo que nos gustaría. La Administración se apoya en leyes y nosotros vivimos en la realidad. Esperemos poder tener un plan lo más pronto posible», desea. «Eso sí, lo que tiene que haber por si surge un nuevo envite es un centro covid para llevar a los casos positivos de todos los centros de la región», añade.
Encarna Otero | Virgen de Valencia (Puente Arce)
Sin apenas tiempo para la recuperación, el Centro de Atención a la Dependencia que dirige Encarna Otero encara el segundo episodio de coronavirus. «Nunca se esta preparado para algo como lo que pasamos de marzo a junio, pero evidentemente ahora ya no entra en juego el factor sorpresa, el 'no me creo lo que nos está pasando'», explica. Eso sí, reconoce el cansancio acumulado. «Los 'esenciales' no hemos tenido tiempo para la recuperación», admite.
Lo que valora es la experiencia acumulada durante estos meses para afrontar con seguridad el futuro. «Ahora tenemos claro a quien tenemos que hacer las comunicaciones, sabemos cómo tenemos que protegernos y que EPI utilizar dependiendo de la situación por la que esté pasando el centro», enumera. «Creo que, en general, hemos aprendido que el mundo esta interconectado y que nos necesitamos unos a otros para poder con esto. La actitud de los demás está directamente relacionada con mi salud y la mía con la salud de los demás», afirma. «Aun así, lo importante sigue siendo, igual que en marzo, evitar por todos los medios que el virus se cuele en el centro, porque como tengas la mala suerte de que entre...», resalta.
Araceli Castillo | Santa Ana (Santoña)
La mejor manera de prepararse para afrontar un nuevo rebrote es estar lo más abastecido posible. Esa fue una de las premisas de Araceli Castillo, directora de la residencia de Santa Ana en Santoña. «En previsión de un posible desabastecimiento, hacemos acopio de material. Cada mes compramos el doble de lo que necesitamos», desvela. Es una de las medidas adoptadas, porque la adecuación de las instalaciones a la nueva normalidad ha centrado gran parte de los esfuerzos. «Hemos hecho también algún cambio en las reparticiones. Ahora tenemos una planta entera de aislamiento. El objetivo es que si tenemos que subir a alguien con deterioro cognitivo, al no entender muy bien su nueva situación, pueda moverse tranquilamente y el riesgo de contagios para el resto sea mínimo. Los trabajadores nos hacemos controles de temperatura por las mañanas y por las tardes. Desde el 26 de abril no tenemos ningún positivo», cuenta.
Lo que tenía claro la directora de la residencia Santa Ana es que el rebrote llegaría más pronto que tarde. «Por lo menos tenemos claros los pasos, antes tomábamos las decisiones al momento, sin referencias», relata. «El miedo sigue estando ahí, pero ya actuamos en base a un esquema. La solución, al menos en parte, sería hacer barridos semanales para encontrar los casos asintomáticos que son los que están provocando ahora mismo muchos de los contagios», cree.
Julia Gurruchaga | Grupo Pro Maiorem
La dureza a la que se han tenido que enfrentar las residencias les provoca impotencia cuando ven a la población tan relajada. «A los profesionales que trabajamos con la gente más vulnerable se nos abren las carnes cuando vemos a la gente por la calle sin mascarilla o en grandes aglomeraciones», explica Julia Gurruchaga, directora ejecutiva del Grupo Pro Maiorem. Reconoce que hay «agotamiento entre el personal porque tuvimos que echar el resto de marzo a junio y hemos sufrido y visto sufrir demasiado». «Da la sensación de que la gente del botellón no está concienciada porque no lo han vivido o porque quizás las consecuencias les hayan pillado muy de lejos», admite.
«En comparación con la primera oleada, ahora estamos muchísimo más preparados, pero eso no quita para que estemos asustados», concluye.
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Violeta Santiago Gonzalo Sellers
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