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NACHO GONZÁLEZ UCELAY
Sábado, 9 de diciembre 2017, 07:58
El puente de diciembre, más que puente viaducto, no va a dejar un recuerdo inolvidable en el sector turístico de la región, que a la vista del parte meteorológico ya se había curado en salud. «Para nosotros sólo es un regalo», decía esta ... semana el presidente de la Asociación de Hostelería de Cantabria, Ángel Cuevas, que se refería al arco Constitución/Inmaculada no como una cita de primer orden (a ese nivel únicamente eleva la Semana Santa y el verano) sino como una última oportunidad de redondear los números recogidos de una temporada «magnífica».
Invocada por las gentes del campo, que ya han dado el año por perdido, la lluvia apareció incesante para aguarle el descanso a quienes decidieron tomárselo en el norte y más concretamente en Cantabria, donde la afluencia de visitantes se ha visto sensiblemente acotada al turista que viaja sin dejarse arredrar por el mal tiempo o al que incluso lo persigue.
«Nosotros estamos encantados de ver llover», asegura Belén buscando el ángulo adecuado para retratarse con sus amistades posando en el monumento de los raqueros. «En Madrid hace ya tiempo que no cae una gota», de modo que ni a ella ni a Eva, María y Luis, sus tres acompañantes en estas minivacaciones, la lluvia les supone un problema. Alojado en una vivienda de Laredo, el grupo se ha acercado hasta Santander a comer.
También madrileños, e igualmente de paso por la capital cántabra, Claudia y Miguel disfrutan de un paseo por el centro de Santander antes de reemprender la marcha hacia su destino en la vecina Asturias. «Nos apetecía conocer la ciudad», dicen refugiándose de una lluvia que aunque no les ha torcido ningún plan, «porque no lo teníamos», sí les está condicionando en parte su paseo al borde del mar.
Allí, a la altura del Centro Botín, dos parejas preparan una foto artística valiéndose de sus paraguas, que, además de protegerles de la lluvia, les sirven como instrumento decorativo de la imagen que van a llevarse de Santander hasta su lugar de procedencia.
«Somos de Sanlúcar de Barrameda», explica José Antonio, que aclara que la estancia del grupo aquí será muy breve.
«Venimos de Asturias de pasar un par de días y nos vamos a Bilbao a coger el avión de vuelta a casa». Santander es para ellos, por tanto, una ciudad de tránsito que visitarán fugazmente muy a su pesar. «Nada, lo justo para dar un paseo, ver lo más característico y comer», apunta el chico.
Esa es la idea de la mayoría de los turistas que a la hora del almuerzo caminan por las calles del centro. Buscar un sitio en el que sentarse a reponer fuerzas.
En ninguno se observa más movimiento del que suele producirse en cualquier otro festivo lluvioso. Es más, se diría incluso que es menor. Después de dos días de puente (miércoles y jueves), algunos hosteleros se han tomado el día de descanso limitando de esa manera la oferta gastronómica de Santander, que no es en el casco viejo lo amplia que acostumbra.
«En general, estamos viendo mucha menos actividad que el jueves», dice Cristina Martín, que es animadora del Centro Juvenil Sotojoven (en Soto Real, provincia de Madrid) y anda pendiente de que no se le despiste ninguno de los noventa chicos y chicas que acaban de llegar al Centro Botín.
«Teníamos programado un viaje desde el día 6 hasta el día 9 que incluía dos visitas al Parque de Cabárceno y a la Neocueva de Altamira» que han conseguido hacer a pesar del mal tiempo reinante y del que todo el grupo ya estaba advertido. «Es un poco incómodo por los chavales, sobre todo el juego de ciudad, pero están todos muy contentos», asegura Cristina, que solo lamenta «no habernos podido dar un bañito en la playa» el día que se acercaron a La Magdalena
De escaso provecho para los hosteleros, porque en estos cuatro días «solo hemos salido a comer uno» y fue a un centro comercial ubicado en el extrarradio de Santander, el grupo tampoco ha gastado en hoteles porque «nos alojamos en el colegio Salesianos».
El menor flujo de visitantes a la región a consecuencia del mal tiempo también está repercutiendo en las instalaciones turísticas gestionadas por Cantur (el Parque de Cabárceno, el teleférico de Fuente Dé y la estación de esquí Alto Campoo), donde las cifras recogidas estos días no se acercan a las del otoño de 2016, cuando la gente se paseaba en manga corta bajo las luces que alumbraban la Navidad.
Entonces no cayó en Alto Campoo ni un mísero copo de nieve. Ahora sí. Por eso, la estación invernal recibió ayer a sus usuarios con todas sus pistas abiertas -un total de 23,69 kilómetros esquiables- a pesar de que en las cotas más altas la visibilidad era mínima.
En ese escenario, la joya de invierno del turismo de Cantabria recuperó las buenas sensaciones perdidas en las últimas temporadas, enormemente damnificadas por la falta de nieve.
No así Cabárceno y Fuente Dé, donde la afluencia de turistas disminuyó con respecto al otoño anterior en un día como el de ayer que no invitó para nada ni a salir de casa ni a salir del hotel.
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