Tomás Cobo | Presidente de la Organización Médico Colegial
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Tomás Cobo | Presidente de la Organización Médico Colegial
«Estamos a tiempo de evitar la deriva que nos lleva a una sanidad pública pobre para pobres»«La sanidad pública es, sin ninguna duda, el mejor regalo que nos hemos dado los españoles en los últimos cien años», recuerda Tomás Cobo (Santander, 1961), especialista en Anestesiología y Reanimación en los hospitales Sierrallana y Mompía y la voz de los médicos españoles ... al frente de la Organización Médico Colegial (OMC). Por eso, urge «voluntad política» para alumbrar un pacto de Estado que vele por su «sostenibilidad» y acabe con las «divergencias» entre comunidades, tanto en cartera de servicios como en condiciones laborales de los médicos, ante el riesgo de que acabe convertida en «una sanidad pública pobre para pobres».
–Ahora que tiene una visión global de la sanidad de toda España, ¿cómo describiría la situación de la de Cantabria?
–Somos una comunidad pequeñísima y tenemos un grandísimo hospital, que es Valdecilla, con todos los servicios. La sanidad cántabra está bien en cuanto a asistencia, porque además tenemos el Hospital de Laredo, Sierrallana, Reinosa,Mompía, la Mutua Montañesa y Santa Clotilde. Aunque luego viene la historia del modelo y el sistema, que es importante. El modelo es el universal, público y gratuito, que es el mejor regalo que nos hemos dado los españoles en los últimos cien años y que encaja en Europa. Es el que debemos mantener. Y para eso necesitamos el sistema, que son los gobiernos. Y en España ese sistema nacional de salud es divergente. Y por eso se dan desigualdades en cartera de servicios, en carreras profesionales, en salarios... eso es lo que hay que armonizar.
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–Es esa divergencia la que propicia la 'pelea' entre comunidades por captar médicos en ese contexto de falta de profesionales.
–Se dice que no hay médicos, pero sí hay médicos, lo que no hay son médicos en determinadas especialidades, como la de Familia. ¿Por qué? Porque la Atención Primaria y la Atención Hospitalaria, en lugar de converger, han seguido con esa divergencia, en parte porque en la carrera todas las asignaturas y las prácticas van dirigidas a lo hospitalario, de tal forma que los chavales ni siquiera conocen el entorno de Primaria. Por eso la ven como el último recurso. Es más, hay gente que prefiere no coger la plaza y repetir el MIR.Y por otro lado, porque tiene ese título de especialidad de Medicina de Familia y Comunitaria que en la práctica no se desarrolla porque los contratos son inestables, de tal forma que es imposible conocer ni a la familia ni a la comunidad. La precariedad laboral es un gran problema. Igual que la falta de formación continuada y los salarios, que no son suficientemente atractivos.
–¿Pero soluciones habrá?
–A partir de ahí vienen las ideas. Por ejemplo, enAndalucía para cubrir esas plazas de difícil cobertura van a ofrecer un puesto de trabajo fijo sin oposición, sólo con un concurso de méritos, con el compromiso de que esté tres años en ese puesto. No sé si será buena idea o no, pero debe armonizarse para todo el Sistema Nacional de Salud.
–¿Otra idea es abrir la contratación a los médicos extracomunitarios, como plantea Cantabria?
–Yo veo bien que se atienda a la población, pero tenemos que mirar también la seguridad clínica: quién les va a atender y si la formación es adecuada. Porque a ver si estamos exigiendo a los chavales de aquí que saquen unas notas de la pera para entrar en Medicina, les machacamos durante la carrera, les sometemos a un periodo de formación médica especializada (MIR), les abrumamos de guardias... para que haya esa seguridad cuando tenga un paciente en sus manos, y resulta que compiten con otros que han venido de otro sitio, con una formación diferente. Habrá que determinar qué capacitación y conocimientos tienen, y que sean las mismas que en España. Es paradójico que no dejemos entrar a chavales españoles en este torrente de formación que tenemos y, sin embargo, nos los tengamos que traer de fuera sin pasar por todas las vicisitudes que han pasado los nuestros.
–¿Qué otras alternativas apuntaría antes de recurrir a ésta?
–Pues, por ejemplo, dejar entrar a más gente en las universidades. Ampliar el numerus clausus. Desde el punto de vista sindical hay discusión. Aquí lo que se ha tratado de hacer siempre es que haya un equilibrio, que los que ingresen en la Facultad y egresen sean los que entren dentro del sistema nacional de salud. Los jóvenes que están estudiando hoy saben que van a tener trabajo, porque hacen falta médicos. Que desde la profesión médica estemos promocionando que se haga una facultad de Medicina en África para la salud en el medio rural, que hace tanta falta; y que en España, en un momento determinado, pongamos objeciones a que se formen médicos españoles... pues no encaja.
–¿Pero hay garantías de que aumentando el número de estudiantes se formen precisamente las especialidades que más déficit tienen? ¿Se corre el riesgo de tener más cardiólogos o dermatólogos y seguir sin suficientes médicos de familia o pediatras?
–Las unidades docentes tienen que jugar su papel y determinar cuántos médicos hacen falta. Para eso se necesita un registro de especialidades serio, que no hay a día de hoy, para hacer un mapa demográfico. Pero no lo tiene ni el Ministerio ni nosotros.
–¿Y cómo puede ser que no exista algo que parece tan básico?
–Una de las encomiendas de gestión de la OMC es tener ese registro. ¿Qué sucede? Que los médicos se colegian cuando terminan la carrera, antes de la especialidad. El Estado lo que tiene son los nombres de los que trabajan dentro del Sistema Nacional de Salud, pero no los de otros entornos.
–Hablaba de la inestabilidad y precariedad de los médicos. El nuevo Gobierno cántabro dice que va a mejorar eso. ¿Se lo cree?
–Bueno, lo han ido mejorando progresivamente, también en el Gobierno anterior, porque en Cantabria veníamos de lo paupérrimo. La estabilidad laboral se va consiguiendo, aunque aún nos queda mucho por hacer para que los puestos de difícil cobertura sean atractivos. Y desde la Administración central también se han hecho esfuerzos, como el decreto de estabilización. Es que no hay otra, si no se quedan sin médicos. Pero debe hacerse de forma armonizada, no competir unas comunidades con otras por atraer médicos.
–¿En qué medida ha influido también el cambio social y las prioridades de las nuevas generaciones de facultativos?
–El Sistema Nacional de Salud ha tirado mucho de nuestra vocación, yeso ha producido el 'síndrome del quemado': el 30% de los médicos lo dejaría si se pudiera jubilar. Y eso es porque se ha exprimido la vocación. Las nuevas generaciones en todo, no solo en Medicina, buscan más la conciliación. Pero en la Medicina es difícil porque es una vocación de servicio.Si haces Dermatología por no hacer guardias, se te escapa una gran parte de la profesión. Ni un extremo ni el otro. Pero sin duda influye que la gente quiere vivir bien y tenerlo lo más cómodo posible.
–Al final de la legislatura pasada, la profesión estuvo muy enfadada, tanto en Atención Primaria como en los hospitales, a cuenta de las peonadas. Hay quienes opinan que las quejas siempre se arreglan con dinero. ¿Qué opina?
–Lo de Atención Primaria no fue por dinero, sino por sobrecarga asistencial, por buscar soluciones. Vuelvo a lo mismo, una cosa es la vocación y otra que uno se vea ahogado por una demanda importante. El médico es el último interlocutor, con el que el paciente descarga sus quejas, y eso genera irritabilidad, agresiones, desencanto... y se da la tormenta perfecta. Los médicos están cansados, quemados... y los pacientes se sienten mal atendidos, se juntan los dos y hace que la cosa explote. Y en el caso de las mal llamadas peonadas el problema efectivamente es el dinero: son horas extraordinarias en las que el médico decide si las hace o no. Y el dinero que ofrecían es ínfimo.
–Al hilo del aumento de las agresiones, ¿pagan los médicos y el resto del personal por las decisiones que toman los políticos?
–Sin ninguna duda. Están pagando por decisiones que han tomado otros y por expectativas que se generan y que no se cumplen. Si se dice que se reduce la lista de espera a tres meses y luego la realidad es otra, el paciente se queja y descarga con el médico.
–¿En qué medida se está beneficiando la sanidad privada del atasco de la pública?
–La sanidad privada juega un papel importantísimo en el sostenimiento del modelo.Lo que está sucediendo es que hay una deriva de la clase media, que tiene poder adquisitivo, hacia la privada, no ya para que le operen de la rodilla o las cataratas y evitar la lista de espera de la pública, como era habitual antes, sino para pedir hasta el ibuprofeno, porque no puede acceder a la AtenciónPrimaria. ¿Y hacia donde nos va a llevar eso? A una sanidad pública pobre para pobres, si nos dejamos ir.
–¿Se puede frenar esa deriva?
–Claro que sí, pero para eso tiene que haber voluntad política.
–¿Por qué cuesta tanto llegar a ese pacto de Estado si todos los partidos están de acuerdo en mejorar la sanidad pública?
–Porque compiten entre sistemas autonómicos de salud.
–¿No será también que la sanidad siempre funciona muy bien como arma política?
–Obviamente. Una de las claves de la solución es, precisamente, la despolitización de la sanidad. Eso es lo que debe conseguir ese pacto de Estado. Y no que cambia el Gobierno y cambian todos los gerentes. Hubo un momento en la pandemia que puso a la profesión médica en el liderazgo, con la creación de unidades superespecializadas de críticos, de reanimación... que se hicieron en días, porque se organizó desde abajo. Por primera vez, los que decíamos las ideas a aplicar éramos nosotros en quirófano. Y los jefes de servicio juegan un papel extraordinariamente importante. Pero ahora hemos vuelto a la vieja normalidad, a la toma de decisiones en un despacho.
–¿Qué pesa más: el 'no sabemos lo que tenemos' o 'la sanidad pública está cada vez peor'?
–No sabemos lo que tenemos, absolutamente. Y el mejor ejemplo lo tenemos si miramos a Estados Unidos, donde dos pacientes con la misma patología reciben un trasplante o no en función de si tienen seguro o no.
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