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Podría decirse que Valentín Saiz es ganadero vocacional. «Desde pequeño me ha gustado esto, desde siempre. Yo he podido estar en 20.000 sitios, y ... no estoy aquí obligado». Pero una cosa es trabajar, y otra cómo y para qué. Augura que, si la cosa sigue así, en diez años habrá que cazar a lazo a alguien para que se dedique a la leche, que sólo hay que ver que la edad media de la gente del sector ya supera los sesenta años. «Tú echa cuentas».
Valentín es el último ganadero de Camargo –de Camargo pueblo–. «Ganadero oficial, que pague la Seguridad Social y que viva de ello, soy el único. Luego ya te pasas a Escobedo y hay muchos más». Tiene 55 años, dos hijos, cincuenta vacas de carne y treinta de leche. La chica hizo carrera y está de abogada en Madrid; al chaval le gusta el campo y anda también por ahí atrás en la tractorada. «No le he engañado, es que le encanta esto. Si no, en unos cuantos años lo quitaba y fuera, pero así tengo que continuar. Pero lo analizas y piensas que qué futuro le espera. Yo ya lo tengo arreglado, pero el de él, que ha cumplido 21, es muy complicado».
Él ya participó en la última tractorada que llegó a Santander. Que haya tenido que volver dos años después se puede entender como que no protestar no sirve de mucho. Pero él asegura que sí. «Siempre se saca algo: la otra vez subió la leche. Si no venimos, las cosas no se mueven. Ahora es más cosa de gobiernos, ya no es de empresas: la burocracia, el tema del lobo –ése a mí no me afecta–, y luego lo de la PAC, que este año no hemos cobrado todavía. Lo de la burocracia... tú compras una vaca y sacas una guía –los papeles necesarios para poder transportar el animal–, para traerla a mi casa y, automáticamente, les llega a ellos, a la Consejería de Ganadería. Pues si en siete días no estoy allí con la documentación de esa vaca, ya no entra en subvención. Y todo son rollos de ésos, que parece que nos están echando la zancadilla, o que jugamos al escondite a ver quién se esconde mejor para no pagar».
Con la PAC, otra canción. «La PAC es la subvención que nos dan por producir más barato. Hay gente que entiende que es una subvención que nos dan, que es dinero que ganamos, pero no: perdemos dinero con la PAC, porque no podemos vender el producto a lo que vale de verdad. Y los que cosechan, que son agricultores, por cobrar la PAC no pueden sembrar todo lo que quisieran, porque les marcan unas pautas. Estamos amarrados a ellos, y eso está inventado para que no suba la cesta de la compra, no es por hacernos un favor a nosotros».
Lo de los precios es otra cosa. Cualquiera ha visto el kilo de tomates a más de seis euros. ¿A cuánto habría que ponerlo? «El tomate, los plátanos... todo lo que sea de comer no es caro –dicho así, entre comillas– comparado a lo que es vicio, como un paquete de tabaco o un cubalibre. Mira cómo por ahí no se queja la gente de lo que le cobran, pero sí se quejan del tomate. En realidad, no es tan caro, lo que pasa es que no se gana dinero en Cantabria, se está subiendo mucho la vida para lo que se gana, y los sueldos se están quedando, y los autónomos también se están quedando, así que si la cesta de la compra sigue subiendo no llegamos, y eso es lo que está pasando ahora».
Con este panorama, Valentín no critica que la gente se lance a por la leche barata en los lineales del súper, a pesar de la lucha que han mantenido con las grandes superficies que tiran los precios. «Yo entiendo que el que puede lo compra bueno, y el que no llega tiene que arreglarse. Hay mucha gente que cobra poco dinero y tal y como se ha puesto la vida se ve mal para ir al supermercado y comprar de lo bueno. Es como lo de las jubilaciones, que las están subiendo: se la suben al que cobra 2.000, pero al que cobra 600 le suben veinte euros, y seguimos con el mismo engaño».
Para poder acudir a la tractorada, Valentín y su hijo han madrugado un poco más que de costumbre. «Normalmente, el día nuestro es desde las siete y media hasta las once o doce. Ordeñar y dar de comer. Luego ya desayunas. Y por la tarde, lo mismo, ordeñar y dar de comer, de cinco a nueve. Eso en invierno; luego viene la primavera y el verano y ahí hay que trabajar más, y tienes tus diez horas todos los días. Hay que segar, hacer rollos, meter hierba... que eso lo hacemos todo nosotros, no lo mandamos hacer».
«Hay quien nos echa en cara que venimos a manifestarnos cuando tenemos tractores de 200.000 euros. El que lo dice es un ignorante, porque yo no me meto con los coches que tiene él: yo tengo un coche de 10.000 euros, y tengo un tractor caro para trabajar, no para ir de paseo».
Asegura que, si siguen así las cosas, los ganaderos de leche acabarán desapareciendo: cada vez son menos, y los únicos jóvenes que se pueden dedicar a ello son los hijos, porque poner en marcha una explotación cuesta un dineral. «Para poner en marcha una pequeña ganadería como la mía hacen falta 600.000 euros, y eso sin terreno. Ya sólo de maquinaria tengo 250.000. Un tractor mediano cuesta ahora 100, 120.000 euros, y sin tractor no haces nada, porque ya hay que competir y hay que trabajar con adelantos, porque no puedes trabajar con el burro, como hace años. Lo que hay en el sector son muchas deudas, mucha gente que se ha metido en ganaderías grandes, o que se han metido en naves de mucho dinero».
Durante toda la marcha de los tractores, los coches les saludan, y la gente que los ve pasar los aplaude. Hasta los policías están sonrientes con ellos. En Santander, no tardarán en aparecer los políticos en la concentración. Está el PP, el PSOE, el PRC, Vox...
– Oye, Valentín, aquí están todos. ¿Quién es el enemigo?
– Vienen a la foto. Después de que se la saquen se van a comer todos juntos. Pintan poco aquí.
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Ana del Castillo
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