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Antes de que empiece la película en el cine, muchos ya se han terminado el caldero de palomitas. Parecen de papel al masticarse, ¿pero qué otra cosa pueden hacer en una sala a oscuras durante más de veinte minutos de anuncios? Dan ganas de llegar ... tarde a propósito para evitar semejante espera si no fuera porque, entre ventas sibilinas, proyectan los tráiler de lo que está por venir. Son como el aforismo a la poesía pero con música que rellena los huecos de una narrativa vacua. A algunos aún nos gusta disfrutar de esas piruetas visuales, tan artificiales como efectistas, aunque no vayamos a ver las películas que promocionan. Apelan a lo emocional tan rápido que su mensaje entra a lo bestia y, antes de que te des cuenta, estás empatizando con un tipo al que llaman The Rock y que lucha contra gorilas albinos y dinosaurios plantiformes. Alucinante. He visto a gente emocionarse con un buen tráiler. Ahora bien, ¿un tráiler puede mentir? Es decir, ¿puede hacer pasar por buena una película desastrosa?
La elaboración de un discurso sólo requiere de una técnica lograda: no interesa tanto la historia, sino lo que promete, por eso los tráiler me recuerdan tanto a las encuestas electorales: ambas sirven para generar expectativas. Si Cantabria fuera un tráiler, la subida de Ciudadanos se parecería al refresco que se anuncia con planos lentos, gotas húmedas recorriendo el contorno de una botella, destellos de hielo. Podemos, en pleno proceso electoral para elegir su nueva directiva (podría perder los tres diputados que lograron en sus primeros comicios), pondría el punto de intriga al tráiler, el punto dramático. El PSOE sería el personaje principal con apenas dos líneas de diálogo, y el PP, en cambio, el montaje de imágenes casi superpuestas que se suceden al final con tambores de fondo. ¿Y el protagonista? El PRC sería The Rock: todo el rato en pantalla sin saber muy bien cómo hace siempre el mismo papel.
Falta un año para que empiece la campaña electoral de las autonómicas y municipales, y ya estamos sentados en el cine, a oscuras. Un año todavía para que empiece la película, pero ya se escucha masticar las palomitas de papel como un insípido prolegómeno.
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