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El tráiler político

Marta San Miguel

Santander

Martes, 10 de abril 2018

Antes de que empiece la película en el cine, muchos ya se han terminado el caldero de palomitas. Parecen de papel al masticarse, ¿pero qué otra cosa pueden hacer en una sala a oscuras durante más de veinte minutos de anuncios? Dan ganas de llegar ... tarde a propósito para evitar semejante espera si no fuera porque, entre ventas sibilinas, proyectan los tráiler de lo que está por venir. Son como el aforismo a la poesía pero con música que rellena los huecos de una narrativa vacua. A algunos aún nos gusta disfrutar de esas piruetas visuales, tan artificiales como efectistas, aunque no vayamos a ver las películas que promocionan. Apelan a lo emocional tan rápido que su mensaje entra a lo bestia y, antes de que te des cuenta, estás empatizando con un tipo al que llaman The Rock y que lucha contra gorilas albinos y dinosaurios plantiformes. Alucinante. He visto a gente emocionarse con un buen tráiler. Ahora bien, ¿un tráiler puede mentir? Es decir, ¿puede hacer pasar por buena una película desastrosa?

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