Secciones
Servicios
Destacamos
Una capa de escarcha cubre los alrededores del centro de salud de Bezana cuando los primeros niños llegan con plumíferos cerrados hasta el mentón, con gorros y mascarilla. Acompañados de algún adulto, a la hora que les han citado, avanzan con el gesto escondido entre ... la tela, así que habrá que esperar hasta casi las 11.00 para ver salir del edificio a un niño sin cazadora. Amaro luce la sudadera verde del Racing, y en el pecho, la pegatina que le acaban de pegar y en la que se lee 'La medalla al más valiente'. «Ha sido un pinchazo, duele un poco, pero sin más», dice mientras se toca el brazo como quitándole importancia a la sangre que le acaban de sacar para analizarla y comprobar su grado de inmunidad a la infección por covid.
Él es uno de los cien menores de entre 9 y 11 años que puede estar afectado por esa remesa de viales mal disueltos que se administraron la tarde del 18 de diciembre en el centro de salud de El Alisal, y que a lo largo de este sábado estaban citados en Bezana, desde las 9 de la mañana, para sacarse sangre. «Análisis serológico», lo llama oficialmente el Servicio Cántabro de Salud, un procedimiento que realiza el servicio de Microbiología del Hospital Valdecilla y con el que van a identificar quién de todos los que se vacunaron en esa franja horaria les tocó la adulterada. «Nos llamarán por teléfono en una semana para decirnos si tiene o no defensas», responde su padre, Amaro Villar. El padre sí lleva el abrigo. Está «tranquilo» por el trámite que acaban de pasar, pero no tanto por lo que representa: «Es un error humano y estas cosas pasan, pero no me parece normal», explica, porque ahora, detrás de la incredulidad, surge otra pregunta: ¿y si el resultado del análisis dice que su hijo no ha generado anticuerpos, que ha recibido la dosis adulterada, le volvería a vacunar? «Eso es lo que no sé, no lo hemos pensado porque esto que ha pasado nos ha hecho dudar», dice, hasta el punto de no tener claro si vacunará a su hija pequeña, de cinco años, llegado el momento.
En el centro de salud de Bezana, las puerta giratorias de su acceso habitual estaban cerradas esta mañana; solo se puede acceder a través de una pequeña puerta abierta en el lateral. El equipo de sanitarios recibe a cada visitante, y según lo que cuentan las familias que salen, a todos les explican el procedimiento, lo que ha pasado y lo que va a pasar. Después, al salir por esa pequeña puerta, hay «tranquilidad», términos como «comprensión» por lo que ha pasado y algún chasquido en la lengua que no oculta el trasfondo de esa mañana fría. Es el caso de Martín Matanza, vecino de Santander: «Cuando se trata de niños, debería haber dos personas o más control. Sabiendo lo que les cuesta a los menores este proceso, habría que tener aún más cuidado porque les da miedo, te pones en su piel y les da miedo», dice. «Afortunadamente hablamos de agua y no de algún componente químico. No digo que no sea una negligencia, pero lo bordea». Aún así, insiste, volverá a vacunar a su hijo «si es necesario» tras conocer el resultado de los análisis.
Noticias Relacionadas
Lo mismo responde Luis Zambrano, de los más madrugadores en llegar con su hija, y «muy tranquilo» por lo que ha pasado: «Nos han dicho que en una semana nos darán los resultados y en función de lo que salga la volveré a vacunar», afirma con una asunción de los hechos que le hace caminar despacio hasta el coche como una mañana cualquiera de sábado. Es la misma calma que transmitía Liset Gelabert al salir del edificio donde acababan de sacar sangre a sus sobrinas de 10 y 12 años. «Está bien que la Administración haya tomado medidas y compruebe mediante estas citas qué niños han recibido mal la vacuna. Cuando me enteré de lo que había pasado no me ha preocupado porque algo sé del tema», dice, y añade que es farmacéutica de formación, y que, por tanto sabe que «no hay consecuencias clínicas». No obstante, matiza, «no sé por qué hemos tardado tanto en saberlo», ya que la citación del posible pinchazo fallido fue el 18 de diciembre y la revisión se les está haciendo más de un mes después. «Lo importante es que se pueda subsanar el error», admite: «Ha sido más la inquietud que genera cómo se ha llegado a ese error que lo que supone en sí», y su sobrina, a su lado, con el abrigo acolchado subido hasta la barbilla, asiente sin rastro ya de nervios, solo con frío, y cierto estupor ante las cámaras de televisión y los periodistas que aguardaban en el entrono del centro de salud: «Venía más nerviosa de lo que ha sido», dice su tía, y lo confirma un atisbo de sonrisa.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.