La trashumancia de una política vehemente

García es propietaria de la ganadería Val de Mazo, en el municipio de Soba, junto a su pareja, Rubén Seco. Tiene 10.000 seguidores en Facebook y otros 1.228 en Twitter, y en sus cuentas cuelga vídeos en los que cobran sentido los adjetivos que usan para definirla desde Asaja o desde el Parlamento de Cantabria. En ambos lugares, distintos pero no tan dispares, se refieren a ella igual: «Es muy combativa». En los pasillos del antiguo Hospital de San Rafael hablan de ella como alguien «vehemente, polémica, guerrera», y solo hay que ver alguna de sus intervenciones para saber que no necesita el altavoz sino la visibilidad que da la tribuna para hacer llegar el mensaje del medio rural. Para eso está en política, para defenderlo.

Finalista a los premios nacionales joven agricultor o distinguida porel Ministerio de Agricultura en los premios de excelencia a la mujer rural, sus primeros pasos políticos fueron junto al PRC. Sin embargo, su fidelidad estaba con el mensaje, no con las siglas, y tras una década como afiliada, abandonó a Revilla: «No puedo estar en un partido con el que no comparto valores», dijo entonces. Decía que al frente de Medio Rural llevaba el mismo demasiados años (Jesús Oria) y que Revilla había abandonado al campo. Fichó entonces por Cs, fue de número dos en la lista y logró su objetivo, que los ganaderos tuvieran representación en la Cámara. Pero de nuevo, esa fidelidad al campo le llevó a romper otro compromiso político, y tres años después, la frase que le abrió la puerta de los naranjas es la misma con la que da el portazo: «No puedo quedarme conforme cuando mi partido en Madrid vota en contra de los ganaderos. ¡No todo vale!». Según fuentes del partido, «ni se siente tránsfuga, ni se va a sentir», y lo confirmaba desde Soba un ganadero que la conoce desde hace años: «La reacción que ha tenido la honra y dice mucho de ella, que ama la ganadería y que hay que luchar por el sector primario. No es ninguna chaquetera, y con esto que ha pasado, a la vista está que no estaba ahí por la silla». De hecho, ayer estaba en su despacho del Parlamento «tranquila y trabajando», y también estaba tranquila en redes sociales, donde es habitual que cuelgue vídeos críticos con otros políticos (fue sonado el que llamaba garrapata al ministro Garzón) u otros de sus furibundas intervenciones.

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«Lo defiende todo con mucha pasión, es explosiva y sus intervenciones en el Parlamento son muy efectistas», dicen desde los pasillos de la Cámara, donde tras tres años de legislatura se han acostumbrado a sus subidas de voz, como si el grito impidiera la modorra en la que cae a veces la gestión política. De hecho, es habitual la muletilla de la diputada Eva Salmón (PSOE), encargada de darle la réplica en la tribuna, diciendo eso de «vamos a tranquilizarnos».

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La puñalada y las coartadas

Empresaria de turismo rural y al frente de una ganadería, controla bien las subvenciones y las necesidades del sector primario y algunas voces consultadas deslizan no obstante que en los últimos meses su acercamiento a Vox ha sido «notable», incluso que habla más con Cristóbal Palacio que con los de su propio Grupo Parlamentario de Ciudadanos, algo que desmienten rotundamente desde dentro del partido, donde aseguran que el entendimiento entre los tres diputados es constante y «tienen buena relación».

En el aire queda si el golpe a Cs ha sido un capón por su abstención en la votación sobre la caza del lobo, o bien un golpe de gracia al grupo naranja en el Parlamento, ya que su abandono en este momento «puede ser una percha hacia la bancada verde».