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Hace unos días, llegó a Urgencias pediátricas de Valdecilla un menor que había sufrido una mordedura de víbora en la zona de Udías. Ha evolucionado bien y ya está en su casa, pero las estadísticas del servicio confirman un significativo aumento de casos: «Ya ... van tres desde enero. Antes nos encontrábamos con un episodio o ninguno en todo el año, ahora estaremos en una media anual de seis», señala María Jesús Cabero, jefa de servicio de Pediatría de Valdecilla, lo que ha llevado a tener a mano el protocolo de actuación para este tipo de asistencias que pueden quedar en una simple atención ambulatoria, porque no ha llegado a haber inoculación de veneno, o precisar incluso ingreso en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) por la gravedad de las reacciones. Según una memoria elaborada este mismo año por profesionales del servicio de Pediatría, a propósito de este tema, de 2000 a 2018 se habían registrado un total de 25 casos de mordedura de víbora -poco más de uno al año de media-. La mayoría fueron niños varones, por encima de los 7 años, y con la marca de la serpiente venenosa en el brazo. De todos ellos, 19 fueron ingresados en el hospital (76%), tres incluso tuvieron que recibir asistencia en Cuidados Intensivos y otros tres fueron leves y sólo precisaron atención ambulatoria.
En el área de Urgencias de adultos de Valdecilla, en cambio, sólo les consta un caso reciente -hace unas tres semanas- de una mujer de 50 años que había sufrido una mordedura en la mano, y que tuvo que permanecer en observación en la Unidad de Corta Estancia un par de días. Por el momento, sus registros entran dentro de lo considerado «habitual, algún caso suelto, pero sin llamar la atención». La misma impresión que transmiten desde Urgencias de Sierrallana (Torrelavega).
Cierto es que la época en la que son más frecuentes las mordeduras de víbora es el periodo estival, que es cuando se multiplican las actividades al aire libre, aprovechando el buen tiempo, aumentando con ello las probabilidades de cruzarse con alguna serpiente, que también salen de sus escondites con el calor. Y si se trata de una víbora -la cantábrica (Vípera seoanei) es la especie que habita en la región, con la cabeza triangular, pupilas alargadas o elípticas, escamas pequeñas y dibujo en zig-zag en el lomo-, su mordedura puede ser potencialmente grave. Por lo que se recomienda actuar rápido.
Su mordisco deja en la piel la marca de sus colmillos delanteros, por los que inyecta el veneno. La gravedad de ese envenenamiento se clasifica en cuatro estadios, como recoge el protocolo de Valdecilla: en el más leve no ha llegado a introducirse veneno, es lo que conoce como mordedura seca; en el siguiente escalón, sí ha habido inoculación pero se queda en un edema local, sin más síntomas; en el tercero, el edema se extiende, aunque sin llegar a rebasar la extremidad afectada, pero aparecen síntomas moderados de reacción, como taquicardia, hipotensión, mareo, dolor abdominal, vómitos...; y el cuadro más grave es cuando se propaga por el resto del cuerpo con manifestaciones severas como insuficiencia renal aguda o respiratoria, alteraciones neurológicas o shock anafiláctico, entre otras.
En estos últimos casos es donde se recurre al antídoto, cuyo coste ronda los mil euros, que se debe aplicar preferiblemente dentro de las primeras diez horas. En las reacciones leves puede bastar con tratamiento antibiótico, corticoide o antihistamínico. En las últimas semanas también se han dado varios casos muy seguidos en Burgos, que han puesto el foco sobre las víboras.
Material interactivo: Ana Isabel Cordobés
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