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Insiste en que la Universidad Internacional Menéndez Pelayo tiene que «redefinir» su papel en el sistema universitario español, y cree que el futuro solo pasa por un nuevo estatuto y la autonomía de la decana de las universidades de verano. María Luz Morán, que cerró ... el viernes un periodo académico «duro y complicado», asegura que ha existido «una campaña mediática contra la UIMP a lo largo de todo el verano que ha provocado que este curso haya sido muy incómodo».
-¿Qué reflexión, a modo de balance, hace de los cursos de verano?
-Hay un doble sentimiento final claramente agridulce. Por un lado, los cursos han ido mejor de lo que esperábamos cuando llegamos. La situación sanitaria fue complicada en el primer tramo, a lo que hay que sumar lo que implican los protocolos. Hay una cosa que no hay que olvidar y es que en la UIMP, a diferencia de otras universidades, alojamos a todos nuestros becarios, ponentes... y esto supone una complicación añadida. Al tiempo existían otras muchas preocupaciones sobre la matrícula, la demanda de los cursos y todo el equipo estaba inquieto porque el contexto era duro. Y es que, además, en el mes de julio, al contrario que en el pasado, sigue habiendo actividad académica en las universidades, incluyendo exámenes. Y, a medida que pasaba el tiempo, algunos de los cursos de carácter internacional transmitían serias dificultades para viajar en unos casos o porque había ponentes que no se atrevían a trasladarse. Además, hubo cambios en el equipo de gobierno, jubilaciones, hasta cuatro personas que habían obtenido otros puestos y decidieron marcharse.
TRES AÑOS DE MANDATO
POLÉMICAS
CARENCIAS
DIMISIÓN
-Pero, ¿se ha mantenido la respuesta y la aceptación?
-El verano ha ido mejor de lo esperado. Con un nivel de matrícula razonable, evidentemente no como el de años anteriores. Nadie ha registrado grandes cifras cuando hablamos de cursos breves y, en cambio, hemos tenido un impacto mediático y se ha mantenido una gran parte de los cursos que se presentaron a la evaluación previa a la elaboración del programa. Pero es cierto que el día a día ha sido complicado porque hemos tenido casos positivos de covid -muy pocos-, con el consiguiente aislamiento de algunas personas y los protocolos. A finales de julio se juntó mucha gente y eso se tradujo en algunos problemas. También hubo cierta incomprensión por la resistencia de algunas personas que no entendían que no podía superarse el aforo del aula caprichosamente, ni atender peticiones de última hora. Pero hemos sorteado las dificultades mejor de lo que podía esperarse. Una de las cosas que mejor ha funcionado, porque lo aprendimos del pasado año, es la integración del 'streaming' en la vida diaria y las intervenciones a distancia.
-Habla de dureza, incomodidad. ¿Cómo expresa lo vivido?
-Ha existido una campaña mediática a lo largo de todo el verano, pero muy recrudecida en el mes de agosto, que ha provocado que este curso haya sido muy incómodo.
-¿A qué y quiénes achaca esa campaña?
-Tengo mis opiniones personales, pero en mi papel institucional de rectora no puedo ni debo entrar en eso. Creo que tienen que ver con lógicas de conflicto político entre grupos de Cantabria en las que no debo entrar y que, en buena medida, se me escapan.
-En su discurso de clausura se refirió a «soflamas, panfletos y a supuestas verdades tachadas con brocha gorda». ¿A qué apuntaba con estas metáforas?
-La Universidad afortunadamente es un lugar de duda, de matiz y de debate. Y si algo sabemos los universitarios y tratamos de transmitir a los estudiantes, sea física cuántica, derecho administrativo o sociología, es que el principio del trabajo y la esencia universitaria es la duda y que el mundo es muy complejo. Además se avanza a través de ideas e intuiciones heterodoxas. La UIMP debe tener una relación estrechísima con la sociedad que la rodea. El mundo no es blanco o negro. Una buena formación universitaria debe transmitir que, ante un determinado problema, la solución más evidente tiene que matizarse mucho más. En un mundo en el que sabemos que la transmisión de la información y los medios han cambiado, tanto en el acceso como en los emisores, cabe un peligro de excesiva simplificación de los problemas. Eso que parece que está caracterizando, para mal, el mundo de la política pequeña y partidista es ajeno al ámbito de la Universidad.
-Realmente, ¿cuántos cursos se han suspendido?
-No tengo el número final pero este año, a diferencia de otros, hemos tenido dos tipos de cancelaciones. Una, según la norma que ya estaba establecida antes de mi llegada, y es que ningún curso que tenga menos de diez estudiantes puede impartirse. Estos cursos, independientemente de que aparezcan registrados en la memoria, se cancelan una semana antes. Y luego estaban las cancelaciones por covid en cursos aprobados en los que a última hora presentaban ausencia de ponentes. Y hay otro grupo de cursos de carácter institucional que afrontó suspensiones al pillarnos el cambio de gobierno, pero que ahora se imparten en otras sedes.
-Compareció a finales de agosto para defenderse de ese clima negativo. ¿No cree que le faltó autocrítica?
-Una conferencia de prensa no es un lugar para la autocrítica, aunque quizás me equivoque. Creo que lo lógico es esperar porque tras la clausura necesitamos varias semanas para elaborar un balance. No sabemos aún, a día de hoy, cuál es el resultado económico de los cursos. La autocrítica, la evaluación y los resultados los tendremos a finales de octubre.
-¿Pensó en algún momento en dimitir?
-No me corresponde decir eso. Cuando salgo de aquí no me planteo eso. El verano en Santander, por decirlo directamente, es muy duro. Son jornadas muy largas, muchos cursos y el Palacio y Caballerizas son uno de los sitios más bonitos que existen, pero son lugares que conllevan complicaciones técnicas porque no estaban pensados para los requerimientos docentes y cada vez los patrocinadores y directores tienen más exigencias técnicas que no existían en décadas anteriores. Y nos encontramos con que no podemos parar. De hecho, el día 20 empezamos con los cursos de doctorados y, a continuación, todo el programa de cursos de otoño. Pero dimitir... Yo tengo un compromiso institucional que adquirí primero con el entonces ministro Pedro Duque y renové con el actual, Manuel Castells. Ha sido, repito, un verano duro en lo institucional y en lo personal, pero no me he planteado nada.
-¿Se ha sentido sola o indefensa en este contexto?
-Lo que he aprendido durante estos casi tres años es que estar al mando o ser la jefa -como me llaman dos de mis vicerrectoras-, estar al frente de una universidad como la UIMP implica una responsabilidad y una soledad grandes.
-¿Se arrepiente de algunas decisiones?
-No me lo he planteado hasta ahora. Quizás me arrepiento de no haber sido más dura ante determinados cursos que, en las circunstancias actuales, veíamos que tenían serias dificultades y debería haber parado a tiempo ese proceso. No podíamos confiar en cursos basados en la presencialidad de ponentes extranjeros y a veces no se nos hizo caso. Creo que debía de haber dado la instrucción, en este sentido, de cortar antes ese tipo de cursos. En el caso de las actividades culturales hemos hecho un programa digno que ha atraído un importante número de público, pero quizás deberíamos haber sido más ambiciosos no en el número, pero sí en lo que se refiere a montajes menos contenidos. Pero claro, fuimos prudentes dadas las circunstancias y ahora se ve más fácil. ¿Que podíamos haber asumido más riesgo? Pues posiblemente.
-Problemas económicos, una coyuntura agravada por la pandemia, unas reformas en el tiempo ralentizadas... Pero, ¿cuáles son los problemas esenciales de la UIMP?
-El principal problema es su estatuto. En su momento Luciano Parejo (rector durante 2005-2006) elaboró un informe sobre los problemas de esta universidad que 15 años después yo suscribo al pie de la letra. Y se sintetiza en tener unos estatutos que no se adaptan al que tendría que ser el papel de la UIMP en el sistema universitario español. A partir de ahí, en estos años los sucesivos rectores y equipos han ido bandeando pero siempre con los mismos problemas.
-Pero entonces se aplazan las decisiones, faltan apoyos, medios...
-El principal no es un problema económico. La UIMP tiene un nivel de patrocinios notable, superior al de otras entidades públicas. La cuestión problemática es doble. Al carecer de autonomía universitaria, somos Administración del Estado, y eso encaja muy mal dentro de las actividades de una institución como esta. Y la otra cara es el problema de personal. Los complementos de los trabajadores son muy bajos, no podemos competir y tenemos un tercio de las plazas de funcionarios sin cubrir y no podemos hacerlo porque enfrente hay un gran nivel en cualquier otro lugar. Y, por otra parte, nuestros contratados laborales no tienen posibilidades de promoción. Con el paso de los años esta situación provoca que la gestión cotidiana se vuelva muy complicada por la falta de personal.
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