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Álvaro Machín
Santander
Martes, 5 de noviembre 2019, 19:56
«Le dejo ahí otras siete sillas, pero, por seguridad, no podemos meter más». Dentro, en ese momento, había 42 para invitados –sobre ellas, unos papeles con el mensaje 'reservado profesional sanitario'– y otras 32 destinadas a los periodistas. Pero es que entre asientos, cables, ... cámaras, mochilas, ordenadores, maletas y los que se habían ido apuntando a la cita sobre la marcha, en el salón del Hotel Santemar ya no cabía gran cosa. Por eso, los organizadores pedían más butacas y el empleado del hotel, echando números, que hasta ahí habían llegado. O sea, que un acto para hablar de sanidad previsto inicialmente en Valdecilla para un grupo concreto de invitados acabó en mitin. Un mitin que no era un mitin, y que terminó con señoras de edad que se enteraron de que venía Pablo Casado buscándose la vida para hacerse un hueco y con chavalería de una feria de orientación universitaria que había en otro salón sacando fotos para subir a Instagram. «Por todo lo que nos une», ponía en el cartel del fondo. Señoras, profesionales sanitarios, cargos del PP, periodistas, universitarios... Más que unidos, al final, todos juntos y apretados.
«Es que está viniendo gente». A las doce y media ya estaba claro que el acto íntimo dejaba de serlo. «¿Ya viene?». Que si entraba por la puerta principal, que si directo desde el garaje... «¿Es aquí donde va a venir Casado?». De cuando en cuando, un grupo de alumnos con profesor que venía a lo del salón orientativo se topaba con una docena de cámaras de televisión y otros tantos fotógrafos. Broma fácil para los adolescentes. Para no taponar la puerta giratoria decidieron abrir de par en par y, con la ventolera, en el vestíbulo entró corriente. Periodistas con cuello alto y las lágrimas colgantes de las dos grandes lámparas sonando como los campanos de Abiada.
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El líder de los populares se bajó del coche acompañado por María José Sáenz de Buruaga y pronto recibió el saludo de Gema Igual y de Diego Movellán. Tardó en llegar hasta el salón, recibido con aplausos y algún grito entusiasta de «¡presidente, presidente!». Para haber dormido poco en noche de debate, Casado andaba fresco en su sexta visita a Cantabria en lo que va de año. «Silencio, porque, si no, cierro». Isabel Urrutia se puso firme ante los treinta o cuarenta que se quedaron fuera y que trataban de ver algo más allá de la puerta. Y allí andaba ella, una señora ya de cierta edad con su marido siempre a una distancia prudente. Ella se fue metiendo hasta que se metió del todo. Él detrás. «Señora, esta zona es para periodistas». «Ay, perdone». Al final, cuando se hizo hueco, se quitó el abrigo y se lo dio a él, que se puso a hacer fotos al candidato a presidente.
Casado anduvo rápido. Estaba cantado. Por supuesto que habló de sanidad, pero casi a la hora de los telediarios –miró un par de veces el reloj–, el día después de tener a media España pegada al televisor junto a los otros candidatos, convirtió la cita en mitin electoral con repaso a lo más gordo en campaña. Cataluña, el voto útil, los datos del paro... La artillería pesada siempre con el lema a su espalda –el de 'por todo lo que nos une'– e interrumpido por aplausos cada vez que dejaba caer algo así como que a Sánchez le tocaba ir a la oposición a partir del próximo domingo.
A eso de las dos, y ya liberado de las cargas de profundidad y de los titulares en clave nacional, sacó el dibujo que Luis, un niño que está en Valdecilla, había hecho –dijo– para él. «Yo soy este que está como envuelto en la bandera de España». En ese momento, la parte de curiosos que estaba de pie más allá del salón ya se había marchado. Todo estaba más tranquilo y hasta quedó hueco, después, para la foto con el grupo de chicas de uniforme escolar («Salgo muy fea, pero la subo porque es Casado, tía»), para el corrillo semiprivado de confesiones con los reporteros que le siguen por toda España y para un encuentro breve en otra sala con un grupo de médicos. Para esa hora, la señora y el marido ya estaban en casa. Ella le miró a mitad de discurso y dijo «nos vamos ya». Él asintió y se dio la vuelta.
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