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Veinte muertes y casi 3.700 contagios. Ese es el saldo, hasta la fecha, de la cuarta ola de la pandemia en Cantabria, que en total se ha cobrado ya 561 vidas.
Aunque de forma oficiosa se sitúa el inicio de esta última arremetida ... del virus después de la Semana Santa, ya que se ha venido considerando que el repunte de casos es en buena parte consecuencia del incremento de movilidad por las vacaciones pese a la situación de confinamiento de las comunidades autónomas, la Dirección General de Salud Pública fija su arranque el pasado 12 de marzo. Es en esa fecha cuando se empezó a detectar un incremento de positivos que puso fin a unas semanas en situación de meseta, con las infecciones contenidas y sin experimentar aumento ni descenso reseñable.
Cada una de las oleadas anteriores ha tenido sus características: la primera fue la de la llegada y explosión de esta enfermedad, hasta entonces desconocida; la segunda se produjo en el verano, en una recaída tras la conquista de lo que el Gobierno de España denominó 'nueva normalidad'. La tercera, según los expertos, se debió a las reuniones familiares y sociales derivadas de las fiestas navideñas, y tuvo como gran hito el inicio de la vacunación. En la cuarta, que en Cantabria aún no ha llegado a su cenit, comienza a percibirse el efecto de ese trabajo de inmunización, con los mayores cubiertos y que alcanza ya a la población con más de sesenta años.
Es demasiado pronto para comparar la letalidad de la cuarta ola -esto es, el cálculo de las personas que mueren en relación a las que enferman-, con la de las anteriores, advierte Reinhard Wallmann, máximo responsable de Salud Pública. «El valor de la tasa de letalidad todavía no está consolidado -apunta-; aún estamos inmersos en esta cuarta ola y es muy pronto para hacer una valoración de la mortalidad, ya que es el indicador que más tarde se estudia, y al que se pueden incorporar todavía fallecimientos extrahospitalarios».
Las muertes que se producen fuera de estos centros tardan más en introducirse en el sistema y son la causa de esos ajustes que se producen de tanto en tanto, cuando Sanidad da cuenta de un grupo de fallecidos que pasa a engrosar las estadísticas tiempo después de los óbitos.
Sin entrar en grandes detalles, la primera apreciación que ha de hacerse sobre esta cuarta ola es que ninguna de las veinte muertes reseñadas se ha producido en una residencia, y es algo muy llamativo. Si la enfermedad se cebó en ellas durante los meses precedentes, la campaña de vacunación, que comenzó protegiendo a usuarios y trabajadores, ha demostrado su eficacia.
Julio Soto, Director general de Políticas Sociales
Reinhard Wallmann, Director general de Salud Pública
«Desde el 24 de febrero no se ha notificado ningún fallecimiento por coronavirus entre las 82 residencias de Cantabria, que en total suman cerca de 6.000 personas», explica Julio Soto, director general de Políticas Sociales. «Dos meses sin víctimas a causa del virus, lo que da una muestra clara del efecto de la vacuna como principal -y casi única- medida para recuperar la normalidad».
«A pesar de que Cantabria es la comunidad autónoma con menor tasa de letalidad en las residencias de España y la tercera con la tasa de mortalidad más baja, desde que se inició la pandemia, hace algo más de un año, ha habido que lamentar la pérdida de 276 vidas humanas, de entre las 1.911 que en este tiempo contrajeron la enfermedad», recuerda Soto.
En estos momentos, Salud Pública está estudiando varios casos positivos que han surgido en la residencia de Quijas, «pero a excepción de este hecho, que confiamos en que sea puntual, los centros viven la pandemia de otra manera, especialmente desde que residentes y trabajadores recibieron la vacuna. Así, los centros han podido recuperar parte de sus actividades y aumentar la frecuencia de las visitas», subraya el director de Políticas Sociales.
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A la espera de que se dé por concluida la cuarta ola, que aún sigue en lento incremento de casos, para extraer las conclusiones oportunas, sí pueden darse algunos detalles sobre los decesos que se han producido. Todos ellos tuvieron lugar en hospitales de la región. Por áreas sanitarias, dos de ellos correspondieron a la de Reinosa, que engloba Campoo y todo el sur de Cantabria; otros cuatro se produjeron en Laredo (la zona cubre toda la parte oriental, desde Bareyo por la costa hasta Soba por el interior). En el área de Santander se registraron otros seis (es la de mayor población y comprende todo el arco de la bahía, llega hasta Piélagos y baja hasta los valles pasiegos). El área de Torrelavega -con todas las comarcas occidentales, hasta Asturias- ha sufrido el mayor número de muertes, ocho.
Los datos globales de letalidad durante toda la crisis sanitaria arrojan una tasa del 1,9%; quiere esto decir que de cada cien enfermos de covid, prácticamente acaban falleciendo dos. La falta de datos fiables de la ola inicial, en la que se detectó una mínima parte de los contagios y en la que no se tuvo en cuenta la existencia de asintomáticos, producirá cierta distorsión en los resultados, que deberían ser menores. Por oleadas, en la primera, hasta el 12 de julio de 2020, hubo que lamentar 212 muertes sobre un total de 3.114 infectados 'oficiales', según el balance de Sanidad; en la segunda, desde el 13 de julio al 25 de diciembre, murieron 184 sobre 15.515 contagiados. En la tercera, del 26 de diciembre al 11 de marzo, fueron 145 fallecimientos y 7.724 casos; en la actual, y atendiendo únicamente a decesos en hospitales, por lo que se trata de datos incompletos, son 20 por 3.681 positivos.
Al comprobar el municipio de procedencia de los fallecidos se observa que, aunque por lógica tiendan a producirse más en aquellos más poblados, no siempre se mantiene esa proporción. Santander, con 126 muertes, y Torrelavega, con 50, ocupan los dos primeros puestos de ese triste listado, pero el tercero, que por habitantes debería corresponder a Castro Urdiales (35), lo ocupa Reinosa, que a pesar de contar con menos vecinos ha sufrido 37 óbitos causados por el coronavirus. Estas 'anomalías' suelen estar relacionadas con episodios de contagios masivos en residencias de mayores que causaron mucho daño. Puente Viesgo, Santiurde de Reinosa, Bárcena de Cicero y Santa María de Cayón, por citar algunos ejemplos, han llorado más muertos que otros ayuntamientos mayores, como Laredo, El Astillero y Los Corrales de Buelna.
Solo uno de los veinte fallecidos durante esta cuarta ola había recibido las dos dosis de la vacuna. Se trata de un hombre de 89 años que padecía problemas de salud previos. ¿Puede decirse en este caso que la inmunización ha fallado?
El doctor Ángel de Francisco, catedrático de Medicina y responsable en su día del servicio de Nefrología de Valdecilla, recuerda que las vacunas evitan, salvo en un porcentaje mínimo, que las personas enfermen de gravedad por covid, y en general previenen este contagio. «Puede que alguien con las dos vacunas coja el coronavirus, pero es una cosa excepcional, y además es un mal mensaje: lo que tiene que saber la gente es que se tiene que vacunar porque queda protegida».
Respecto al caso concreto que se cita, De Francisco se muestra prudente al no conocer todos los detalles clínicos, aunque advierte una posibilidad: «Cuando se tienen muchos años y hay mucha patología subyacente, las complicaciones asociadas a cualquier proceso viral pueden causar la muerte». Una enfermedad, por leve que sea, puede ser el factor desencadenante en alguien con una salud delicada.
De las veinte víctimas de la enfermedad en esta última ola, diez son hombres y diez mujeres. A lo largo de toda la crisis sanitaria el coronavirus se ha ensañado más con los varones (han muerto 287, frente a 274 mujeres).
Si la edad media de los fallecidos durante la pandemia es de 84 años, la de los que han fallecido desde el 12 de marzo es de 81, tres años menor. La explicación de esto reside en que uno de los pacientes que expiraron era llamativamente joven, 51 años, y otro estaba en el tramo de edad entre los 60 y los 70; ambos sufrían otras enfermedades. A pesar de que los demás eran de edad más avanzada (cinco tenían entre 70 y 79 años; ocho, entre 80 y 89, y cinco más contaban más de 90), la media desciende.
Complicaciones
La complicación más habitual en los casos de covid graves es la neumonía bilateral, pero no es la única. «El covid puede afectar a todos los órganos –explica el doctor De Francisco–, y obviamente al pulmón, que es por donde entra. La neumonía bilateral es una complicación importante que puede hacer que el paciente entre en intensivos, pero también puede producir insuficiencia renal, miocarditis –daño cardiaco– y una alta cantidad de trombosis –ictus, embolias de pulmón, etc.–. El 80% de los enfermos de coronavirus no tiene que ir al hospital, pero un 20% necesita ser ingresado, y de estos, una pequeña parte acaba en la UCI, donde el 30% fallece, así que estamos hablando de una enfermedad seria».
«Lo que sí sabemos es que la mortalidad por el coronavirus ha descendido muchísimo, que no hay sanitarios infectados, que en las residencias de mayores ha quedado demostrado que la vacuna es muy eficaz. Somos muy afortunados de poder disponer de una vacuna, que se ha desarrollado en nueve meses. En las anteriores pandemias que han azotado a la humanidad, nuestros antepasados tuvieron que esperar a llegar a la inmunidad de grupo para superarlas, con un enorme coste de millones y millones de muertos. Nosotros, en cambio, en solo nueve meses disponemos de una vacuna que nos protege. Es algo realmente increíble», reflexiona el experto.
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