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La boya Augusto González de Linares es una de las 300 estaciones de medición oceanometeorológica repartidas por todo el mundo. Una herramienta que lleva en funcionamiento desde el año 2007, hace más de 16 años, y en los que ha sufrido varios periodos a la ... deriva debido a los temporales y fuertes oleajes que han provocado que se suelte de su fondeo, a más de 2,8 kilómetros de profundidad. La última travesía de la Augusto González de Linares comenzó el pasado 26 de octubre y la ha llevado hasta el Canal de la Mancha, donde ha ido a parar este viernes.
La memoria meteorológica es corta, pero antes de que la borrasca Ciarán hiciera acto de presencia en Cantabria, había llegado tanto a mar como a tierra Aline, que provocó rachas de viento de más de 100 kilómetros por hora y olas que alcanzaron los 19,78 metros. Este primer temporal, que ha llevado a que haya «dos semanas» de condiciones difíciles en el mar ha llevado a que la boya se suelte de su fondeo el viernes de la semana pasada y acabe viajando por la costa francesa, desde donde ha seguido emitiendo señal hasta llegar al Canal de la Mancha.
La boya recaló este jueves en Arcachón, en la costa francesa, a unos 240 kilómetros en línea recta de su localización original, frente al Cabo Mayor, a unas 22 millas. Desde allí, desde la costa francesa, ha detectado olas de hasta 13,5 metros en medio del temporal Ciarán. Pero, un momento, si ayer se encontraba a más de 200 kilómetros del lugar donde debería situarse y hoy frente a la costa británica, ¿cómo puede seguir dando mediciones fiables?
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Desde el IEO señalan que a pesar de encontrarse lejos de la que es su casa natural, la costa cántabra, para el IEO las mediciones siguen siendo relevantes a la hora de extrapolarla a la situación real de la mar, como si se encontrase frente a Cabo Mayor. «La diferencia de un punto a otro no habrá variado mucho», apuntan desde el equipo.
De hecho, también estaba fuera de su casa cuando registró su cifra más alta: fue en el año 2009 y el oleaje alcanzó los 26,13 metros, que equivaldría a un edificio de siete plantas. Y en todas sus expediciones, a pesar de la virulencia del agua y la fuerza del viento, la boya sigue emitiendo señal, lo que permite al equipo de investigadores del IEO rescatarla del mar y devolverla a su emplazamiento oficial frente a la costa de Santander. Entonces, en 2009, la rescataron a 16 kilómetros de la costa de San Sebastián.
Pero esta no ha sido la expedición más larga que ha hecho la boya, que puede ser rescatada gracias a que, aunque se suelta del fondeo, sigue emitiendo señal y enviando mediciones y su localización geográfica, lo que permite que el equipo de investigación del IEO la localice, la rescate y la devuelva a su situación frente al Cabo Mayor.
Podría decirse que el espíritu de la boya es aventurero: en febrero de este año volvió al mar después de haber pasado casi un año «a la deriva», tras ser trasladada a tierra firme para su reparación y preparada ya para seguir recopilando sobre la superficie del mar información muy valiosa para el conjunto de la ciencia.
«A la boya en sí no le pasó nada. En realidad le pasó al fondeo. Pero decidimos aprovechar el momento para ponerla a punto», puntualizó la investigadora del IEO Raquel Somavilla durante un encuentro con los medios de comunicación en el momento en que la boya volvía al agua. Durante ese tiempo, las mediciones que consiguieron desde el ente científico eran las recopiladas durante sus salidas mensuales, relevantes aunque insuficientes para cubrir en su totalidad el servicio que presta un mecanismo «que facilita una información que otro tipo de muestreadores no nos pueden dar», reconoció Somavilla entonces.
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