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«Casos como este nos abren los ojos ante un problema que está ahí y al que veces no le prestamos suficiente atención, pero que ... la necesita para tratar de buscar soluciones más eficaces», apunta en primera instancia Amador Priede Díaz, psicólogo clínico y coordinador del Plan de Salud Mental del Servicio Cántabro de Salud (SCS), que pregona una visión profesional amplia e integradora ante un fenómeno que no es nuevo, que no deja de ser «preocupante», que, en parte, es «un reflejo de algunas dinámicas» de la sociedad, y cuyo abordaje pasa por aunar distintos perfiles profesionales.
Expone Priede la necesidad de no ceñirse únicamente a la definición «más estricta» del acoso escolar –caracterizado por esa violencia continuada en el tiempo y, a grandes rasgos, por perseguir un desequilibrio de poder– para no perder de vista otras situaciones de violencia –un empujón, un golpe fuerte, una burla– y poder «actuar frente a ellas».
Amador Priede Díaz
Coordinador del Plan de Salud Mental del SCS
Javier Lastra Freige
Decano del Colegio cántabro de Psicólogos
Piscólogo clínico con una amplísima trayectoria, sabe a ciencia cierta que en el ámbito educativo hay sensibilidad y hay acciones para abordar el acoso escolar o las agresiones, por lo que apuesta por «diseñar entre todos, entre los diferentes perfiles profesionales, programas y protocolos más adecuados para favorecer la convivencia en las aulas. Se hacen muchas cosas, pero hay margen de mejora para crear ambientes más sanos en las aulas desde el principio y a todos los niveles», apunta este profesional, que recuerda que una situación de acoso, además, es «un factor de riesgo» para desarrollar problemas de salud mental. Por eso toda la atención es buena, y «a veces ,no se la prestamos a todos los niveles».
Con la autoridad que le dan sus cerca de 40 años de trayectoria –más de la mitad ligando los ámbitos de la psicología y la educación–, Javier Lastra Freige dice que para abordar la convivencia en las aulas «es imprescindible implicar a toda la comunidad», esto es, alumnos, profesores y familias en primera instancia, para, a partir de ahí, ir trazando círculos que incluyan a más sectores de la sociedad.
Como herramienta eficaz en este sentido, Lastra apunta al TEI, un programa de convivencia para la prevención de la violencia y el acoso escolar que está implantado en varios centros educativos de Cantabria, entre ellos, de Santander, Camargo o Colindres. Su metodología se basa «en la tutorización entre iguales», es decir, entre alumnos de Infantil a las etapas superiores, y se construye sobre el respeto, la empatía y el compromiso. Es «eficaz».
Admitiendo que las situaciones de acoso son «muy complejas» –es preciso tratarlas «siempre» con especialistas–, el decano del Colegio de Psicología de Cantabria insiste durante la conversación en que la prevención es básica y que no hay que dejar pasar «toda esa violencia invisible» que precede al acoso.
También es crucial que los profesionales tengan un papel central en colegios e institutos. «Hay muchos perfiles diferentes, pero es importante que haya un psicólogo en los centros educativos», sostiene Lastras Freige, de modo que se pueda «trabajar conjuntamente» en «equipos multidisciplinares» y ayudar a los adolescentes (también a los preadolescentes) que lo necesiten.
El decano cree además que los chicos o chicas involucrados en una situación como la que se ha vivido en el IES Torres Quevedo tienen que comprender «las consecuencias de sus actos» más allá de una expulsión o de las sesiones que incluyen los protocolos, y realizar, por ejemplo, «trabajos a la comunidad».
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