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Los vuelos con destino Bolonia y Milán que despegaron ayer del Seve Ballesteros de Santander lo hicieron con sólo 30 y 26 pasajeros respectivamente. Es decir, de los aproximadamente 330 viajeros que en los días previos habían adquirido la tarjeta de embarque a través ... de la página web, solo 56 embarcaron. Italia fue el primer país europeo en confirmar casos de contagio por coronavirus. Cuando la alerta llegó al país, algunos ya tenían el viaje programado y decidieron cancelarlo. Otros, sin embargo, optaron por visitarlo igualmente. Eso sí, muchos de ellos lo hicieron con un bote de gel desinfectante y una mascarilla en la maleta. Esta última, al menos, para utilizarla durante el trayecto en avión. «Llevé una por si acaso, pero no llegué a usarla», reconocía este viernes María Ángeles Ureta, vecina de Bilbao, después de que su avión procedente de Bolonia aterrizara en el Seve Ballesteros a primera hora de la mañana. Y no, en ese momento tampoco la llevaba. «Allí la situación es súper normal, nosotros en dos días habremos visto unas tres mascarillas», describía.
Lo que sí sorprendió a la mayoría de pasajeros que pisaron este viernes la capital cántabra procedentes de Italia es que a la ida, en el aeropuerto, «nos midieron la temperatura», contaban Santiago y Carolina. Una medida que este viernes no adoptaron antes de que embarcaran en el vuelo de vuelta y que tampoco se hace, de momento, en el aeropuerto santanderino. Algo que también sorprende a los propios trabajadores de la instalación.
Ellos viajaron el lunes, justo cuando saltó la alarma, y cuentan que «fueron con tranquilidad» y que allí las mascarillas se ven sobre todo en el aeropuerto. En lo único en lo que la sombra del virus se ha dejado notar es en el trasiego de algunos hoteles y en la calle donde «sí que se veía menos gente». Una situación que coincide con el hecho de que la ciudad hace días cerrara museos, universidades y discotecas con el objetivo de evitar grandes aglomeraciones de personas. Bolonia es una ciudad del norte de Italia que se llena de turistas y estudiantes de erasmus. Por eso ahora, con todo cerrado, la mayoría de ellos se ha ido. Es el caso de Javier Martínez y Paloma Núñez, que nada más bajar del avión y saludar a sus familiares, empezaron a hablar sobre cómo está la situación: «Tranquila», coincidieron. Y es que es inevitable que las conversaciones del Seve las protagonice el virus. Lo comentan los que vuelven y quienes están a punto de embarcar.
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«Han cerrado las discotecas y han cancelado las clases, ahora las haremos online», explicaban los chavales. Así que por ahora y hasta que se solucione, se quedarán en Cantabria. «Nos preocupa que cierren las fronteras y nos quedemos aislados», añadían. La alerta no va más allá, aunque también ellos notaron cómo por las calles de Bolonia paseaba menos gente que de costumbre. El lunes, cuando saltó la alarma en Italia, vieron cómo se llenaron los supermercados y se eternizaron las esperas. «Hice 45 minutos de cola para comprar». Aún así, insisten en que «ha sido más el miedo que se ha vivido en España que nosotros allí». «Veíamos las noticias y alucinábamos». Lorea también estaba de erasmus en Italia y cuenta que «la vida es normal y la gente no va con mascarillas».
Los gastos de transporte que les ha supuesto a todos los jóvenes de Erasmus el hecho de regresar a su país correrán a cargo de la Comisión Europea (CE) y de los estados que participan en el programa de movilidad Erasmus+ dado que, en este caso, vienen de Emilia-Romaña, una de las regiones ubicadas en el norte de Italia y en las que se concentran la mayoría de los casos y se han suspendido las actividades académicas esta semana. Así lo comunicaron en una nota remitida por la Dirección General de Educación, Juventud, Deporte y Cultura, distribuida a las agencias nacionales que gestionan este programa de movilidad.
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Susana echevarria | J. Gómez Peña
Unas horas después de que el vuelo procedente de Bolonia aterrizara en Santander, llegó el que venía de Roma, sobre las 15.15 horas. Y un rato antes facturaban los que tenían previsto visitar la capital italiana. Allí no se ha confirmado ningún caso, pero la mayoría de los viajeros optó por llevar geles y mascarillas en la maleta. «Nos las pondremos en el aeropuerto y en el metro porque hemos leído que lo recomiendan», contaban Cristina y Andrea, que reservaron el viaje hace un mes y reconocían que el lunes se plantearon cancelarlo. De hecho, añadieron, que «si el viaje fuera al norte, no iríamos».
Laura y Ana, dos amigas de 24 años, hablaban del coronavirus con sus familias justo antes de pasar el control de seguridad. «Hemos llamado a Ryanair para saber si seguían operando y a la Consejería y nos han dicho que no había problema». Para ellas, su principal miedo es «quedarnos allí aisladas si cierran las fronteras». Mientras que, quienes llegaban de Roma, hablaban de tranquilidad. «Cuando llegas sí que hay un poco de caos y en el aeropuerto te miden la temperatura. Pero en la calle hay normalidad, se ve gente usando geles y con más cuidado con la limpieza», contaban Ana y Rubén tras aterrizar de Roma. Todos llevaban un papel que se ha puesto a disposición de los viajeros con el protocolo en caso de contagio y recomendaciones.
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