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MIKEL CASAL
Los primeros auxilios nacieron en la guerra
Ciencia | Medicina

Los primeros auxilios nacieron en la guerra

La historia, hasta donde se ha podido reconstruir, ubica los primeros auxilios como un fenómeno esencialmente militar hasta hace poco tiempo

mauricio-josé schwarz

Sábado, 26 de febrero 2022, 00:55

Seguramente había unos primeros auxilios domésticos, basados tanto en las ideas de la medicina primitiva de cada época como en las supersticiones, creencias y consejos populares, pero salvo en el caso de los poderosos, la mayoría de la gente se las arreglaba como podía cuando tenía un accidente o enfermedad súbita, acaso con un curandero. Nadie sabía cómo eran los procesos de la enfermedad, ni qué los causaba, menos aún cómo funcionaba el organismo humano.

En cuanto a primeros auxilios, hay representaciones de uso de variados vendajes en la antigüedad egipcia, griega y romana. No deja de tener un lado siniestro que, después de las batallas, muchas veces los 'primeros auxilios' fueran darles una muerte piadosa a los propios compañeros heridos.

Los historiadores ubican el origen de los primeros auxilios como los entendemos hoy también en el ejército, cuando en 1870 el cirujano militar prusiano Friedrich von Esmarch estandarizó una atención en el ejército que denominó 'erste hilfe', primera ayuda, de donde viene el concepto de primeros auxilios. Esto implicaba enseñar a los propios soldados a atender a sus heridos, principalmente mediante vendajes para hemorragias y férulas para huesos rotos. En 1872, una orden hospitalaria británica comenzó un sistema de ayudas médicas y las primeras ambulancias modernas, carruajes tirados por caballos.

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En 1878, el cirujano británico Peter Shepherd y el coronel Francis Duncan emprendieron por primera vez la tarea de enseñar técnicas de primeros auxilios a la población civil. Hay que pensar en un mundo previo a ese momento, cuando en las casas no había ni un botiquín y nadie sabía exactamente cómo enfrentar una emergencia. Los materiales que hoy son comunes en los hogares para atender emergencias pequeñas y, a veces, no tanto, y las técnicas que aprendemos esperando nunca practicarlas, empezaron entonces a evolucionar.

Hemorragias: Durante muchos años se enseñó que la forma preferida de detener una hemorragia en las extremidades era la aplicación de un torniquete, que constriñe los vasos sanguíneos impidiendo la pérdida de sangre. Sin embargo, aplicados sin destreza y durante demasiado tiempo, los torniquetes pueden causar a su vez graves daños. Usar artículos estrechos como corbatas o cinturones puede ser muy cinematográfico, pero no es eficaz, un torniquete profesional de botiquín de primeros auxilios tiene unos 4 centímetros de ancho y un mecanismo para apretarse. Actualmente se recomienda utilizar presión directa en el punto de la herida permitiendo así que se formen los coágulos necesarios para detener la hemorragia.

Resucitación cardiopulmonar: Antes incluso del 'Frankenstein' de Mary Shelley, algunos estudiosos empezaron a plantearse la posibilidad utilizar la electricidad para resucitar a personas muertas. En 1872, el médico Thomas Green describió seis resucitaciones exitosas en siete casos de paro cardiaco. Los principios precisos de esta técnica y su uso para evitar la fibrilación (latidos irregulares) en caso de ataque al corazón, se estandarizaron a principios del siglo XX, pero no fue sino hasta la década de 1970 que se desarrolló el desfibrilador externo automatizado que hoy encontramos en sitios públicos y que no requiere formación específica, lo puede usar cualquier persona pues el propio dispositivo analiza el estado del latido cardiaco y de aplicar la electricidad necesaria.

En cuanto a la respiración, ya en el siglo XIX se intentaba devolverle el aliento a personas ahogadas utilizando un fuelle, sistema que evidentemente es un tanto brusco. Luego de varios intentos de desarrollar técnicas de respiración artificial, en 1956 Peter Safar y James Elam desarrollaron la respiración artificial boca a boca, que combinada con las compresiones de pecho (o masaje cardiaco externo) desarrolladas por el Dr. George Crile en 1903, permitieron efectivamente mantener la vida de una persona aún sin dispositivos como el desfibrilador. En 1972 se empezó a dar a personas no especializadas en salud la formación necesaria para poder aplicar la resucitación cardiopulmonar (RCP o CPR por sus siglas en inglés) en caso de emergencia.

La maniobra de Heimlich: La asfixia por un cuerpo extraño es un fenómeno común, especialmente por trozos de comida, juguetes y otros objetos pequeños. En 1972 la recomendación común de la Cruz Roja para tratar la asfixia era la de golpear vigorosamente en la espalda a la persona que se estuviera asfixiando. Sin embargo, un médico preocupado por problemas de deglución determinó que esa recomendación no sólo carecía de bases científicas, sino que había reportes de casos en que los golpes en la espalda provocaban que se encajara más profundamente el objeto en las vías aéreas. Lo mismo ocurría al tratar de extraerlo introduciendo los dedos en la garganta del paciente o poniéndolo de cabeza, como solía hacerse con los niños. A partir de esto, el médico, Henry Heimlich, desarrolló la hoy llamada 'maniobra de Heimlich', en la que la compresión del abdomen hacia adentro y arriba comprime el aire de los pulmones para que impulse hacia el exterior el objeto asfixiante. Desde entonces, esta técnica ha salvado millones de vidas.

Del alcohol al agua oxigenada: Un corte, quemadura o abrasión pueden ser muy leves, pero siempre abren una puerta a la posibilidad de una infección, algo que sólo empezó a entenderse a mediados del siglo XIX cuando Louis Pasteur y Robert Koch establecieron la teoría de los gérmenes patógenos. Para evitar infecciones, la sustancia más usada durante mucho tiempo fue el alcohol, tanto etílico como isopropílico, que diluido al 70% es un buen desinfectante, pero al mismo tiempo puede destruir tejidos al aplicarse a heridas abiertas. Buenas opciones son el agua oxigenada, la povidona, mezcla de polividona y yodo y la clorhexidina. La povidona es eficaz contra todo tipo de bacterias, hongos, levaduras, virus, protozoos y esporas, mientras que el agua oxigenada lo es contra esos agentes infecciosos excepto los protozoos, y el alcohol es ineficaz contra algunos tipos de virus.

Las tres 'pés'

Los objetivos que deben cumplir todas las acciones de primeros auxilios, según los profesionales, son tres: preservar la vida, prevenir lesiones mayores y promover la recuperación.

Aunque hoy tenemos a nuestro alcance la mejor atención médica de la historia, no está de más que nos cuidemos y aprendamos a cuidarnos, a utilizar correctamente nuestros botiquines de primeros auxilios y estar preparados para darle tiempo a los médicos a que lleguen y actúen. Saber primeros auxilios es una responsabilidad social, podemos decir.

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