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José Carlos Rojo
Jueves, 18 de agosto 2016, 12:26
La forma Miguel de Cervantes entendió la psique femenina se traduce en el espectáculo Mujeres cervantinas, que el actor Manuel Galiana y la compañía Enlaces Sonoros traen este jueves a Santander, previo paso por el Festival Internacional de Teatro de Almagro para el ciclo Primera Fila. El propio Manuel Galiana; la mezzosoprano Marina Rodríguez y el piano de Marisa Blanes completan la escena de la cita prevista para hoy a las 19.00 horas en Paraninfo de Las LLamas.
La palabra de Cervantes, glosada musicalmente por la contemporaneidad de seis compositores, teje el hilo que conduce a cada una de las mujeres cervantinas cantadas en este recital. Lo cierto es que la obra del escritor es siempre comprensiva con la mujer y su percepción de lo femenino arranca del calor de la verdad. Aunque Cervantes no se libró de los tópicos y prejuicios patriarcales de su época, la mirada serena, admirativa y humanísima con que modela sus personajes se dirige especialmente hacia ellas, las mujeres como sujeto activo de pensamiento. Galatea, Preciosa, Catalina de Oviedo, la ilustre fregona Constanza, Cornelia, Dorotea, Sigismunda, la Aldonza devenida en Dulcinea Todos conforman unos personajes vigorosos y casi dotados de realidad histórica.
Esa disposición humana y tolerante de Cervantes se vuelve mayúscula en el caso de la pastora Marcela, todo un símbolo de independencia y libertad en su discurso feminista. Y es que la pasión que siempre tuvo por la libertad el autor del Persiles la compartió con sus criaturas literarias. Cervantes, frente a Lope o Quevedo, admira y respeta a las mujeres en su diversidad, las hace salir a los caminos «solas y señeras», «dueñas» de sí mismas; mujeres ejemplares que vindican su identidad con una voz propia. Muchas veces la dignidad es la diferencia entre las mujeres cervantinas y el estereotipo común femenino. Una defensa de la dignidad de la que hacen gala estas mujeres cervantinas, que en muchas ocasiones es vista como un desafío contra los hombres, como bien narra Marcela en su monólogo: «Quéjese el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito».
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