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Juan Manuel de Prada presenta este lunes su libro en Santander
"El verdadero escritor no trata a los lectores como si fueran idiotas"

"El verdadero escritor no trata a los lectores como si fueran idiotas"

El autor, que el lunes presenta su nuevo libro ‘Mirlo blanco, cisne negro’ en el Aula de Cultura de El Diario, confiesa que «necesitaba hacer un ajuste de cuentas conmigo mismo»

Rosa Ruiz

Domingo, 23 de octubre 2016, 07:57

Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) asegura que su última novela Mirlo blanco, cisne negro es «un ajuste de cuentas con mi vocación y conmigo mismo», pero lo cierto es que muchos han visto una dura crítica al mundo literario. Editoriales grandes o independientes, agentes o críticos literarios, viejas glorias de las letras y jóvenes promesas... nadie se salva en la obra, editada por Espasa. Este lunes la presenta en el Ateneo en un acto organizado por el Aula de Cultura de El Diario Montañés y en el que dialogará con el escritor cántabro Enrique Álvarez. «Tenía necesidad de contar cosas íntimas de mi vocación que en un libro de memorias quedarían presuntuosas», asegura.

El año pasado y también en el Ateneo presentó El castillo del diamante. Una novela sobre la relación de Teresa de Jesús y la princesa Eboli. Mirlo blanco, cisne negro ambientada en el mundillo editorial español no tiene nada que ver con aquella.

No creas. Vuelve a ser una novela con la misma historia. Un enfrentamiento entre dos personas que en un principio podrían haber estado llamadas a entenderse y colaborar para juntos hacer cosas importantes y, sin embargo, se enfrentan y su relación acaba como el rosario de la Aurora. Si bien es verdad que Mirlo blanco, cisne negro está ambientada en el mundo de la literatura, transcurre en nuestros días y la evolución de los personajes y su conflicto es bien distinto, pero ambos libros tienen una coherencia similar y de alguna manera tratan el mismo tema.

¿Con esta novela ha querido ajustar cuentas con el mundo editorial como todo el mundo afirma?

Mucha gente la ha visto como una novela de revancha o de resentimiento y es totalmente falso. El ajuste de cuentas es conmigo mismo y en todo caso con las circunstancias en las que se ha desenvuelto mi vocación literaria. Defino esta novela como una purga del corazón y como la necesidad que yo tenía de contar cosas muy íntimas que atañen a mi vocación y que no me apetecía contar en un libro de memorias porque hubiera quedado presuntuoso. He preferido hacerlas a través de personajes de ficción y de una peripecia imaginaria. El libro no es una sátira. Más bien es la historia dramática de un conflicto, el de un maestro y su discípulo.

Dice que es un drama, pero está plagada de guiños humorísticos a los lectores, como los títulos de las principales novelas de los dos escritores, por ejemplo.

Más bien son bromas a mis propios libros. Indudablemente El arte de pasar hambre tiene que ver con mi primera novela, Las máscaras del héroe, y Madonna es una versión paródica de la obra con la que gané el Planeta (La tempestad), de la que por cierto me burlo bastante. Toda la novela está llena de guiños hacia mi propia vida que los puede entender un lector que me haya seguido, pero que no alteran la comprensión de la obra para el que no me conoce tanto. La principal materia prima con la que he trabajado ha sido mi propia experiencia y aunque no cuento hechos que me hayan sucedido a mí, la novela está impregnada de mi experiencia como escritor a lo largo de todo este tiempo.

¿Juan Manuel de Prada de quién huye más de los mirlos blancos o de los cisnes negros?

Mi época de cisnes negros fue en la juventud, como la del protagonista, que cae en las garras de Octavio Saldaña. Yo también conocí a maestros extraordinariamente atractivos y absorbentes y digamos que ahora ya estoy más inmunizado contra este tipo de relaciones tan apasionadas al principio y al final tan tóxicas y destructivas. Ahora soy más permeable a los cisnes blancos. Ya estoy en la edad de que los jóvenes escritores se me acerquen.

¿Se le acercan muchos jóvenes autores para que les lea sus manuscritos?

A veces. Tengo amigos que son escritores jóvenes y que ciertamente lo están pasando mal porque vivimos en un momento en el que el escritor lo tiene cada vez más difícil. La relación con el escritor que empieza es bonita siempre, aunque muchas veces uno siente envidia por su entusiasmo, por sus ganas o por su frescura y tiene que dominarse y no actuar como el cisne negro de mi novela.

Lo dice cómo si hubiera perdido el entusiasmo.

No. No le perdido, pero es distinto. En la juventud ese entusiasmo es más cándido. Con la vocación pasa lo mismo que con el matrimonio. Al principio es un amor arrebatado y a veces disparatado y con los años se aquieta. Pero esto no quiere decir que sea menos intenso.

En su análisis del panorama literario no deja títere con cabeza, solo salva a los lectores.

Es cierto que en algún momento se reflexiona sobre que el verdadero escritor no busca sobornar a los lectores. No les trata como idiotas, ni trata de seducirlos con la facilidad. Al contrario. El verdadero escritor trata a sus lectores como iguales. Los considera inteligentes y trata de brindarlos lo mejor que salga de su pluma.

¿Ha recibido críticas de algún colega escritor?

Críticas como tales no. Aunque sí hay alguno que me ha dicho que no tenía que haber arremetido contra el mundo literario y editorial. Pero esta novela es la de un superviviente. Cuento la historia de una vocación que sobrevive contra viento y marea y en circunstancias difíciles. Unas circunstancias que, más allá de las turbulencias de los personajes y la trama, son escollos que surgen porque hay un medio hostil que en lugar de facilitar la vocación del escritor, la dificulta.

Usted ha sido de los críticos con el Nobel a Bob Dylan.

Para mí que si la letra de las canciones de Dylan son magníficos poemas o son ripios horrendos me parece una discusión absurda. Entre otras razones porque el Nobel lo han ganado grandes poetas y poetas horrendos. No me interesa nada esta discusión. Lo que me resulta más interesante es que al premiar a Dylan, estos conjurados suecos lo que le están diciendo al mundo es que la figura del literato clásico ya no mola. Es decir, que el modelo burgués del escritor que se impuso durante los siglos XIX y XX y que al Estado Liberal le resultó tan productivo se ha convertido en una reliquia de otra época y que ahora dentro del concepto de escritor se puede incluir a cualquier persona que haga uso de la palabra con una finalidad artística. En ese sentido el año que viene puede ganar el Nobel Woody Allen, dentro de dos el publicista que haya hecho el anuncio de la lotería nacional y dentro de tres el guionista de una serie de televisión. Y así sucesivamente.

¿No le parece que las editoriales son las primeras en perjudicar la figura del escritor? Lo digo porque Belén Esteban o Andrés Iniesta también publican libros y venden mucho.

Es un fenómeno que yo denuncio en mi novela. Como las editoriales se han convertido en propagadoras de este tipo de libracos repugnantes. Forma parte de un proceso tristemente imparable de banalización de la cultura. En los últimos años ha habido una depauperización del mundo editorial. Lo que pasa es que Belén Esteban o Iniesta el futbolista tendrían muchas más posibilidades de ganar el Nobel escribiendo tuits que publicando libros. Porque la lectura que se puede hacer del premio a Dylan es que literatura ya no son los libros, si no que pueden ser otras cosas.

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