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Rosa Ruiz
Jueves, 9 de febrero 2017, 07:21
Rosa María Calaf (Barcelona, 1945) es una institución entre los corresponsales de televisión. Ha informado desde 93 países sobre política, economía, conflictos, catástrofes, cultura y sociedad. A lo largo de su trayectoria profesional ha explicado los acontecimientos y conocido a los personajes que han conformado ... la historia de las últimas cuatro décadas y ya jubilada se ha negado a colgar la mochila y sigue viajando siempre que puede. Además participa en foros y cursos sobre periodismo por toda España. Hoy llega al Ateneo santanderino, a las 19.30 horas, en una nueva cita del Aula de Cultura de El Diario Montañés, para relatar las Venturas y desventuras de una corresponsal por el mundo.
¿En todos esos años de reportera ha vivido más venturas o desventuras?
Por suerte bastantes más venturas. Las desventuras importantes no son las que he pasado yo, sino las poblaciones locales u otros colegas periodistas, sobre todo mujeres.
¿Cómo definiría el oficio del periodismo?
Creo que es una actividad de servicio a la comunidad y a la ciudadanía y un compromiso social. Es convertirse en los ojos y en los oídos de todas aquellas personas que no pueden estar en el lugar donde suceden las cosas y la voz de aquellos a los que le suceden esas cosas y que nunca se conocerían sino pudiéramos contarlas. Los periodistas somos, nada más y nada menos, un puente entre culturas.
Desde que empezó a trabajar, ¿cuáles han sido los principales cambios que ha sufrido el periodismo?
Ha sufrido muchísimos cambios y eso no quiere decir que antes fuese todo estupendo. El periodismo nunca ha sido fácil porque siempre ha tenido que hurgar y meter el dedo en lo que se quiere ocultar y en lo que se quiere cambiar, pero yo creo que he vivido la revolución de los medios y el deterioro de la forma de informar y los contenidos hasta límites irreconocibles.
Desde fuera ¿cómo lo ve ahora?
Pues veo que el periodismo se está desviando mucho de ese objetivo de servicio del que hablábamos y que cada vez confundimos más, sobre todo en televisión, la información con el espectáculo. Observo una mezcla de info-entretenimiento, de información que intoxica y de entretenimiento que embrutece. Ahora mismo estamos en una frivolización de la información, una banalización de los temas que cae en la no profundización de lo importante. Estamos informados a golpe de titular y de tuit y eso nos entretiene, pero no nos informa.
¿Apoya a esos que dicen que estamos sufriendo un periodismo de posverdad?
Sí y lo estamos viendo en los últimos meses. El periodismo de posverdad no es otra cosa que la mentira y la manipulación. Es a transferencia perversa en el relato de la realidad en función de unos intereses determinados, que además no son los de la mayoría. Todo eso ha significado una variación muy sustancial del periodismo en la que la tecnología tiene mucho que ver. La tecnología, como toda herramienta, si se usa bien es fantástica y creo que nunca habíamos tenido algo tan estupendo para el conocimiento, pero si se usa mal es igual de fantástica, pero para propiciar lo contrario, es decir, el desconocimiento y el rumor.
¿Los periodistas hemos contribuido a esa banalización de la información?
Yo te diría que sí, que tenemos una parte de la responsabilidad de este deterioro de la profesión porque no hemos sabido detectar a tiempo las amenazas o los peligros y no hemos sabido oponernos y denunciarlos con la firmeza que deberíamos. Pero también creo que el grado de responsabilidad depende del grado de poder y es evidente que a más poder más responsabilidad. Por lo tanto la empresa periodística tiene una responsabilidad mayor en esta mercantilización de la información y en este cambio de objetivo que va más dirigido al negocio que al servicio. Pero también tienen su responsabildidad los poderes públicos que no han sabido velar por la defensa del derecho del ciudadano a estar bien informado.
¿Y el ciudadano tiene alguna responsabilidad?
Pues también tiene su parte de responsabilidad porque a todo derecho le corresponde una obligación y por lo tanto deberíamos ser más activos y mucho más críticos a la hora de consumir información. El ciudadano debería exigir que se le de información y no quedarse pasivo tragándose y engullendo todo lo que sale y escupen las pantallas.
¿El periodismo sobrevivirá a estos cambios?
Estamos viviendo una crisis muy seria, pero no solo en el periodismo. Creo que estamos viviendo una crisis de valores muy preocupante en la construcción del mundo. Estamos en un momento en el que se ha instalado el todo vale y en el que parece que nos olvidamos que el centro del periodismo es la persona. Si no reconducimos este tipo de modelo social es obvio que el periodismo que está siendo atacado en su credibilidad, precisamente para que pierda capacidad de influencia, corre el riesgo de convertirse en otra cosa.
¿Es optimista?
Sí lo soy y quiero creer que hay mucha gente trabajando para que eso no suceda y que también una gran parte de la ciudadanía se está dando cuenta de que está siendo utilizada y menospreciada en su capacidad de análisis. Así que creo que habrá una reacción, pero si es verdad que va a cambiar mucho el periodismo y sobre todo los medios de comunicación. Habrá distintos soportes, pero espero que no cambie el valor de los contenidos.
Durante muchos años fue corresponsal de Nueva York. ¿Cómo ve la llegada de Trump?
Yo cubrí la época de Ronald Reagan y todo esto que está pasando ahora surgió en esos años ochenta. Creo que ahora se está consolidado el camino que se emprendió entonces y que, en cierta forma, está cambiando los paradigmas para dar más importancia a lo material y que ha hecho que la economía fagocitase a la política. Todo esto que estamos viendo ahora no ha salido de la nada. La utilización del espectáculo en la política empezó entonces en la era de Reagan, aunque ahora esto se ha mejorado con la amplitud de uso de las nuevas tecnologías.
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