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«El destino quiso que empezara a ser actor siendo muy joven, tanto que en las dos o tres primeras películas que hice me tuvieron ... que doblar por la voz de adolescente que tenía», recordaba Tony Isbert (Madrid, 1950) en una entrevista. Y así pasó casi 60 años en un oficio al que llegó «por genética». Un chico joven y rubio, que daba bien en cámara, al que Pier Paolo Pasolini le invitaba a sus fiestas cuando rodaba en Italia 'Trágica ceremonia en Villa Alexander', que desayunaba a menudo con Elías Querejeta, al que Enrique Cerezo invitaba al palco del Atlético, esquiador en su casa de Andorra, capaz de rodar en inglés o profesor de Arte Dramático en Santander del Centro UNED Cantabria. Todos esos y muchos más era Tony Isbert.
El miércoles por la noche se conoció la muerte del actor, a los 74 años, a consecuencia de un neumotórax por el que pasó ingresado varios días de la semana pasada. Desde hacía más de una década, Isbert residía en Santander, a donde se trasladó, cansado de Madrid y donde se reconocía encantado y rodeado de buenos amigos que hoy lloran su pérdida, como lo hace el mundo del cine y el teatro.
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Buscar su nombre asociado a la gran pantalla es remontarse a inicios de los 70 con 'El mejor del mundo', de Julio Coll y llegar hasta 2013, con 'El cura y el veneno', de Antoni Caimari Caldés, en la que, curiosamente, compartió rodaje con uno de sus seis hermanos, José, guionista, dramaturgo y también actor. Entre ambas, durante su larga trayectoria, ('La saga de los Drácula', 'Chicas de alquiler', 'Ambiciosa', 'Comando Txikia: Muerte de un presidente', 'Juventud drogada'...) en la que ejerció de galán y fue prolífico personaje de películas de terror, trabajó con creadores como Riccardo Freda, Pedro Olea, Eloy de la Iglesia, Narciso Ibáñez Menta, León Klimovsky, Carmen Sevilla, John Gilling o Paul Naschy. Con este último compartió, además de amistad de largos años, el vínculo con el Festival Internacional de Cortometrajes de Torrelavega, donde recibió el premio Julio Núñez. Era, de hecho, una cara habitual entre los invitados al certamen en la capital del Besaya, a cuya gala de entrega de premios acudía edición tras edición, con su sonrisa permanente.
Con el ideólogo y director durante décadas del festival, Américo Gutiérrez, Isbert participó en el mediometraje 'Al levantarse la bruma', que se estrenó en 2017 en el Teatro Municipal Concha Espina. Una historia de amor entre dos mujeres en la Cantabria rural y en los años más duros del franquismo. El rodaje tuvo lugar en 2016 y se desarrolló en varias zonas de Cantabria. Isbert compartía protagonismo con Petra Korvasova, Marta Moral, Nuria Argumosa y la niña Lara Losada.
Entre sus proyectos más recientes en nuestra comunidad está 'Inexistencia', un cortometraje de Juan Miguel Alonso. Una cinta seleccionada en el Festival de Palermo, Toronto, Short in Fest o Torrelavega, en la que se aborda, en palabras de su creador, «la tentación del mal representado a través del arte del terror del cine mudo». Tony Isbert encabezaba un reparto que completaron Maije Guerrero ('Tierra de lobos'), Ana de Soria ('Sangre en las calles') y Cristina Fungueiriño ('Bajo un manto de estrellas').
También estuvo a las órdenes de Alonso en 'Trastos Inútiles', un drama social contado en forma de comedia, donde se habla de la importancia de las nuevas tecnologías en nuestra sociedad. Tony Isbert y Maije Guerrero repetían como protagonistas de un proyecto que no llegó a estrenarse. Lo mismo que ocurrió con 'Noche Blanca', cuyo rodaje estaba previsto en Suances.
En paralelo e igual de nutrida es su trayectoria en el teatro. Se subió a las tablas por primera vez en 1966 con 'Un drama en el quinto pino' y siguió actuando hasta 2008 con 'Esta noche hay que matar a Franco'. «Trabajé con los mejores y me hice de verdad actor. Aprendí a hablar y a respetar al público como hacían mi abuelo y mi madre», afirmaba.
En 1978, Tony Isbert fue detenido en el aeropuerto de Heathrow cuando intentaba introducir cocaína por valor de más de 23 millones de las antiguas pesetas. El actor actuó como correo al servicio de una organización de traficantes encabezada por el italiano Ricardo Graneri, hijo de un conocido industrial milanés que suministraba la droga en los círculos de la jet-set. Pasó dos años y medio en una cárcel de Londres
El actor recogió en 2009 la Medalla de Oro de la Asociación de Amigos de los Teatros Históricos de España y en 2017 el Premi Nosferatu, en Sitges, un galardón honorífico como reconocimiento a su trayectoria.
Nieto del alcalde Don Pablo en la berlanguiana 'Bienvenido Mr. Marshall', llevó a gala su apellido, como tercera generación de una saga cinéfila que inició su abuelo Pepe y continuó su madre Marisa. En una tierra a la que siempre estuvieron vinculados, el Teatro Circo de Albacete, el Premio Pepe Isbert reconoce el trabajo de actores y actrices. Tony fue, precisamente el encargado de entregar estos galardones. Lo hizo por última vez en la edición del año pasado, con Ana Belén. A Albacete, será a donde se trasladen sus restos mortales en la escena final de la película de su vida.
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Ana del Castillo
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