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Cinco ganadores del sorteo semanal y la guía, a punto de entrar en la cueva. Daniel Pedriza
Altamira, una década de reapertura

Altamira, una década de reapertura

Balance. 2.300 personas han tenido el privilegio de entrar a la cueva original desde que en 2014 el Patronato decidió recuperar las visitas controladas

Gonzalo Sellers

Santander

Domingo, 14 de enero 2024, 00:31

«¡Mira papá, hay bueyes pintados en el techo!». La historia moderna de la cueva de Altamira comenzó así, en 1879, con ese grito inocente de la hija del naturalista Marcelino Sanz de Sautuola y futura abuela del expresidente del Banco Santander Emilio Botín. Acababan de descubrir por casualidad la capilla sixtina del arte rupestre. Aquellas pinturas de bisontes y caballos habían permanecido ocultas y perfectamente conservadas desde hacía más de 15.000 años, pero todo iba a cambiar desde aquel momento. Considerada como uno de los mayores tesoros del arte Paleolítico del mundo, la cueva siempre ha estado sometida al complejo equilibrio entre su condición de icono cultural y turístico y la necesidad de preservar su patrimonio. Mucho han cambiado las cosas desde las visitas incontroladas de la década de los 70, cuando más de 175.000 personas se paseaban cada año por la Sala de Policromos. La disputa entre el conservacionismo científico y el impulso por abrirlas al público provocó, durante décadas, la alternancia entre los cierres temporales y los periodos de visitas controladas, hasta llegar al último hito del que ahora se cumple el décimo aniversario: la reapertura parcial en 2014.

Fue justo en enero de aquel año cuando el Patronato, presidido por el Ministerio de Cultura, tomó la decisión de retomar las visitas a la cueva, pero de forma muy controlada y con unas restricciones como nunca antes habían existido. Solo cinco personas a la semana tendrían el privilegio de acceder a la cavidad y contemplar las pinturas originales que nuestros antepasados tardaron 22.000 años en concluir, desde el primero hasta el último trazo descubierto en las paredes.

CRONOLOGÍA

  • 1879. Marcelino Sanz de Sautuola y su hija descubren las pinturas de la Cueva de Altamira.

  • 1977. Paran las visitas sin control (más de 175.000 anuales hasta ese momento) y la cueva se cierra al público.

  • 1982. Se reabre con un máximo de 11.000 visitantes al año.

  • 2002. La cueva vuelve a cerrarse por la presencia de microorganismos que dañan las pinturas.

  • 2014. El Patronato decide reabrir la cueva con visitas por sorteo y muy controladas (5 a la semana).

  • 2020 El covid obliga a suspender las visitas durante siete meses. Se retoman en agosto pero sin sorteos, con la lista de espera pendiente de 2002.

Durante estos últimos diez años han visto las pinturas originales con sus propios ojos 2.300 personas exactamente, si contamos también el grupo que entró ayer mismo, sábado, en la cavidad. Una cifra muy alejada de las de otras etapas anteriores en las que la cueva estuvo abierta al público con muchas menos restricciones.

Ya en 2014, el director científico de Altamira, Gaël de Guichen, consideró «impensable» que vuelvan a entrar 177.000 personas al año a la cueva, pero «es preciso buscar una solución intermedia para poder mostrar esta maravilla al tiempo que se conservan sus pinturas».

Y es que la presión sobre Altamira ha existido siempre. Para abrirla y para cerrarla. Todavía recuerdan en Santillana del Mar aquella primavera de 1980 en la que el alcalde de la villa, Javier Rosino, se encadenó en las puertas de acceso a la gruta para exigir su reapertura después de tres años cerradas, con lo que eso suponía para el impacto turístico del municipio, ya que en aquel momento no existía ni siquiera la réplica de la neocueva, inaugurada por los Reyes de España en 2001. Antes de eso, su fama mundial había atraido a personalidades de todo el planeta, intrigados por el misterio que rodeaba aquellas pinturas y, después, fascinados por lo que habían visto en la oscuridad de la cueva: desde Alfonso XII hasta el presidente norteamericano Michael Carter, pasando por Victoria Eugenia, el príncipe heredero de Japón, Jacques Chirac, premios Nobel y prestigiosos artistas.

Una visitante mete su nombre en la urna para entrar en la cueva. D. Pedriza

Informes científicos

Más reciente es la denuncia de científicos del CSIC por la decisión de dar luz verde a las visitas en 2014. El Patronato encargó en diciembre de 2010 a una comisión científica internacional, formada por medio centenar de expertos, un informe para determinar si la conservación de la cueva era compatible con la visitas. El visto bueno a la entrada de personas chocó con la oposición frontal de técnicos del CSIC, que habían estudiado la cueva durante casi 20 años, y cuyas conclusiones, publicadas en la revista Science, recomendaban que permaneciesen cerradas. «La continua entrada de visitantes podría causar un incremento de la temperatura, humedad y dióxido de carbono, reactivando la condensación y la corrosión de la roca», señalaban en aquel artículo. Sin embargo, el director científico de Altamira fue menos inflexible en aquel momento: «La cueva es frágil, como un enfermo que está en el hospital y al que estamos siguiendo para ver su evolución. Pero que sea frágil no significa que no pueda aceptar la presencia humana». De hecho, los propios expertos ratificaron que el arte de la cueva más famosa del mundo, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985, «evoluciona naturalmente y no se halla en peligro».

Altamira no solo es el museo más visitado de Cantabria en la actualidad, sino que se sitúa en el tercer puesto de los centros de todo el país gestionados por el Ministerio de Cultura con 284.615 visitantes el año pasado, solo por detrás del Museo Arqueológico Nacional y el Museo Sorolla.

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