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Celedonio Martínez

«El arte une, humaniza, sensibiliza: nos hace mejores personas»

Autorretratos ·

El de pintor es un oficio muy antiguo que ha cambiado mucho. La joven creadora cántabra Ana Sara Soberón nos descubre las oportunidades y los retos que enfrentan los artistas de las nuevas generaciones

Viernes, 31 de agosto 2018, 19:24

Levantarse por las mañanas y ponerse a trabajar con una sonrisa es un privilegio reservado para quienes realmente aman lo que hacen: es el caso de la pintora cántabra Ana Sara Soberón Gómez (Buenos Aires, 1987). De padre argentino y madre colombiana, sus cuatro abuelos son de Liébana. Quizás su pasión por los paisajes cántabros viene de ahí. Ella empezó a pintar de pequeña y, tras formarse, ha conseguido hacer de la pintura su trabajo, una profesión que en muchos aspectos no deja de transformarse. Así es la obra y la evolución de una joven artista amante del color, de la naturaleza y del Impresionismo.

–¿Qué es para usted la pintura, y qué supone dedicarse a ella de una forma profesional?

-Para mi es una forma de expresión. Es lo que a mi me sale hacer personalmente, y supongo que todos los artistas en general lo hacen porque hay una vocación que tira... Hay gente que lo compagina con trabajo y hay gente que intentamos dedicarnos a ello y bueno, la verdad es que se puede conseguir perfectamente. Es también un modo, un estilo de vida. Para mi es todo.

–¿Cómo empezó?

-La verdad es que nunca he dejado de dibujar ni de pintar. Siempre me dicen que de pequeña podía estar horas enredando con las asignaturas de plástica. Después de la educación primaria y secundaria pasé al bachillerato artístico en el Instituto Santa Clara. Más tarde tuve la suerte de que el profesor Roberto Orallo me orientó y me dijo que tenía que hacer Bellas Artes. Y tienes 18 años, no tienes ni idea, no sabes qué hacer... Yo me preguntaba si aquello podía ser una profesión, pero al final sí. Hice Bellas Artes en la Complutense en Madrid y al tiempo la diplomatura de diseño gráfico y grabado de Artes Gráficas de la Casa de la Moneda. Ahora titubeo con el diseño gráfico, pero cada vez más y más y más con la pintura. Doy clases de pintura en mi estudio de Madrid, porque casualmente se me acercaron hace cinco años en la calle, y así empecé. Y se va dando forma a todo. Después llegó una exposición, de una sale otra y tengo la suerte de que todo va viniendo. Con estar ahí van saliendo cosas.

-Pese a su juventud sus pinturas reflejan ya un estilo muy particular.

-Mi pintura siempre se está formando. Aunque los artistas nos obsesionamos siempre con buscar un estilo, es cierto que a base de pintar y de trabajar va saliendo básicamente solo, como en todo. Siempre me ha encantado el color y el Impresionismo en general. Yo creo que mi estilo estaría por ahí. Pero cada vez va cogiendo mi estilo particular, que como me dice la gente se repite y se nota que está en los cuadros, lo cual es un halago porque eso significa que algo está pasando. En general me preocupo por sacar una pincelada muy fresca, muy aparentemente impulsiva y espontánea, aunque no es del todo así porque a base de pintar vas cogiendo un movimiento que es reconocible luego en los cuadros. El color me encanta y meto mucho color, lo exagero, juego con una paleta cromática de temperatura, fríos con cálidos, los complementarios... Los voy mezclando y voy sacando un juego muy rítmico de color, de mancha y de forma.

-¿Cuáles son sus temáticas favoritas?

-Llevo ya un tiempo profundizando en el paisaje. Lo que pinto es paisaje cántabro, porque soy de aquí y al final me tira, ya iré ampliando. Siempre pienso que seguiré cogiendo más espacios pero de momento estoy como profundizando aquí. Estoy pintando muchos paisajes de costa, tanto el verde, la naturaleza, como el mar. Juego con lo mismo, con una pincelada muy fresca, aparentemente abstracta pero es figurativa, esa mezcla en la que el ojo une y saca el contexto que tiene. Luego tengo otra fase, que es la que menos publico y quizás por eso se ve menos, en la que me encanta pintar figura humana, costumbrista. Me dio mucho por pintar terrazas, gente cotidiana, y entre ellos el retrato. El retrato siempre es un reto, captar la persona, la esencia... es complejo. El paisaje te da más libertad de mancha, salen en contexto, pero el retrato no. El retrato, si conocemos a su protagonista, tiene que ser él, y no es tanto por el parecido literal como por esa esencia, que es siempre el reto a conseguir.

-¿Cómo pinta?

-Pinto sobre todo con acrílico y óleo. A veces también hago técnica mixta, jugando con texturas y otros materiales, pero lo general es acrílico y óleo. El acrílico es muy espontáneo, es rápido y me permite juegos muy directos. El óleo, si tengo tiempo en el estudio, suelo acabar los cuadros con él, o incluso a veces desde cero. Lleva otro proceso que a veces me lleva más tiempo del que requiere la pintura al natural, rápida y directa.

–¿Y hacia dónde está evolucionando?

–Me doy cuenta de que de forma natural cada vez estoy soltando más mi forma de pintar. Antes era más figurativa y ahora que se ha ido soltando es posible que se vaya desarmando más y se vaya ampliando más... No lo sé. Porque aunque yo quiera mandar o tenga un control sobre lo que busco, defiendo que es un juego, una negociación en la que ella también habla y yo tengo que escuchar para saber qué quiere, qué funciona y qué no... Y estamos ahí en una baile, una negociación de tira y afloja hasta que de repente está y sale, y lo sacamos. Si es un día malo igual no, pero como sea bueno encarrilas y sale.

–En sus obras la madera no sólo sirve de soporte: también es protagonista.

–Sí, me encanta la madera, y además intento escoger formatos de madera más o menos similares, cuadrados o panorámicos, siempre sobre formas bastante estandarizadas, y la madera para jugar con la veta. Suelo dejarla participar siempre en la obra. En paisaje fijo o en retrato, según cómo se vaya desarrollando el retrato, si consigo jugar con ella y que pueda ver la luz sí, también la utilizo; si no la voy integrando. Uso mucho la madera, casi siempre. Me gusta pintar sobre plano, apretar y empastar bien, y la veta y la madera me aportan calidez y me dan mucho juego. Les saco partido y son muy agradecidos.

–¿Cómo ha afectado la revolución digital a su sector y a su profesión?

–Ahora utilizamos internet para todo. Es tu escaparate. Hoy en día las redes sociales son lo que te da contacto con el exterior, no tienes que esperar a que venga una galería y le guste lo que hagas o ir tú e intentar entrar en ella. Tú puedes coger, hacer tus fotos, diseñar tu propia estrategia de comunicación, ver qué quieres que se vea de ti, qué quieres que se entienda de lo que haces y si lo presentas bien pues imagínate, te abres a todo, está a tu alcance todo lo que tú quieras. Las redes sociales son tu libertad de hacer lo que tú quieres sin tener que estar a disposición de otras organizaciones, que también sería ideal. Pero son otras herramientas a las que hay que sacarles partido. Ahora mismo es lo que se lleva y tienes que entrar si quieres vivir de esto y hacerte un hueco. Aún así yo tampoco le dedico tanto tiempo, aunque siempre me estoy diciendo que debería dedicarles más. Yo me dejo llevar y si me apetece contar algo lo cuento y si no, no.

–¿Es tan complicado abrirse un hueco en el panorama pictórico?

–Es complicado, sí, porque en el arte tienes que tener a veces muchísimo bagaje detrás para que se te tenga en cuenta y se te dé credibilidad. Esa sería la visión general. Pero luego también es cierto que hay pequeñas organizaciones que tienden a apostar más por lo joven, por lo nuevo, por lo propio. En este mundo todo depende de muchos factores: depende de a qué puerta toques, depende en dónde te muevas... Creo que hay que estar en todos sitios y aprovechar cada oportunidad si surge, si la ves, si estás y te conviene. Conozco a mucha gente que como yo se mueve y le están saliendo cosas y también conozco a gente que no lo consigue. No sé qué varía, no sé si es la calidad de la materia o el saber aprovechar esas oportunidades. En realidad, ese es el juego.

–¿Por qué es importante el arte en la sociedad?

–Yo creo que el arte sensibiliza. Si la gente pinta, como por ejemplo en este caso, o se dedica a la música o a otras disciplinas... creo que es más sensible, que se para más a detallar qué hay, qué nos rodea. Por ejemplo con la pintura, si yo quiero pintar paisajes me tengo que detener a mirar paisajes, y si no tiras para delante y ni siquiera los valoras. La gente que se dedica o aprecia el arte creo que es más sensible, más humana, como creo que ocurre también con la gente que tiene animales. Cuando la gente está en contacto con algo tan emocional al final eso une, humaniza, sensibiliza. El arte hace mejores personas.

Ana Sara Soberón / Celedonio
Imagen principal - «El arte une, humaniza, sensibiliza: nos hace mejores personas»
Imagen secundaria 1 - «El arte une, humaniza, sensibiliza: nos hace mejores personas»
Imagen secundaria 2 - «El arte une, humaniza, sensibiliza: nos hace mejores personas»

–¿Qué aspectos positivos y negativos tiene su profesión?

–Cosas buenas tiene muchísimas. Al final tengo la suerte de estar dedicándome a algo que no me cuesta sacrificio ni esfuerzo, algo con lo que disfruto. Levantarme a pintar es muy idílico y lo valoro mucho. Tanto que creo que ahora mismo no podía hacer otra cosa. Y de malo no podía decir nada concreto que no sea algo común a otros trabajos. Requiere estar ahí, no alejarte demasiado, esa búsqueda constante de la creatividad, ese afán por no estancarse... Esas serían las complicaciones. No repetir siempre lo mismo: no es lo mismo profundizar y expandirte que quedarse haciendo siempre lo mismo sin preocuparte de nada más. Quizás eso es lo peor: la necesidad de competir siempre contigo mismo para tratar de ir un poquito más allá cada vez.

–¿Cuál sería su consejo para quien desee inicarse en la pintura?

–Yo creo que todo el mundo tiene algo artístico. Hay gente que lo hace cocinando, hay gente que lo hace decorando su casa o con otras mil cosas. Si nos paramos un poco todos sabemos que desarrollamos algo plástico de manera natural. Quien lo quiera hacer con pintura solo tiene que comprar pintura y empezar, eso sería lo primero, empezar a explorar, a jugar. Esto es un juego. Y a partir de ahí, a través de las redes sociales o de Youtube o internet, hay un montón de información. Así que si alguien quiere hacerlo de forma autodidacta también podría, esa no sería la excusa. Después yo me apuntaría a alguna academia o, si te gusta un artista, si contactas con él seguramente te podría dar unas pautas o podríais hacer algo juntos. La cosa es empezar y tener constancia, pintar, dibujar, proponerse retos. Si no tienes ni idea de nada lo normal sería empezar por lo básico, por el dibujo, que es la base. Empezar a dibujar, a encajar, a observar... Es mucho entrenamiento ojo-mano, entrenamiento primero y después empezar a explorar más, a ampliar y... a romper todo lo que se aprende (risas). Hay que aprende todo para después romper todo lo que has aprendido. Se puede. Yo doy clases a gente que no ha dibujado nada nunca pero que siempre lo ha tenido ahí. Por lo menos en el caso de mis alumnos es siempre pasión pura y así es muy fácil. Si tú quieres le dedicas tiempo y lo sacas. La fotografía también es una buena herramienta para empezar, aunque no tenga nada que ver con la pintura al natural. Pero siempre son recursos. La clave es empaparte de todo, aprender muchísimo de todo y luego ya ir saliendo, con ganas y trabajo se despega.

–¿Cómo pinta el futuro?

–Ahora mismo colaboro con la galería de Sorto, que está en el Mercado del Este de Santander, y en noviembre tengo una exposición allí en su galería temporal, así que a corto plazo mi único plan es acabar de preparar toda la exposición. Y luego, como doy clases, que ahora también las doy online, por ejemplo a una chica que está en Alemania, y me gustaría explorar cómo abrir y evolucionar esa experiencia para que no se queden solo en estudio a pie de caballete. Así que, en general, mis planes pasan por exponer, crear material, seguir pintando y profundizar también en el mundo de las clases, que también me gusta mucho.

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