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En 'Nada que no sepas', María Tena (Madrid, 1953) ahonda en la necesidad de volver a los recuerdos de la infancia para poder madurar. Se trata de una novela ambientada en el Uruguay de la segunda mitad del siglo XX antes de ser azotada por ... la dictadura militar. La escritora estará este sábado, a las 19.00 horas, en la librería Gil de Santander para presentar esta obra, que ha sido galardonada este año con el premio Tusquets y con la que, de alguna forma, tal y como ella misma explica, ha alcanzado la madurez literaria. Licenciada en Filosofía y Letras y en Derecho, María Tena pasó su infancia en Dublín y Montevideo rodeada de libros y escritores, pues su madre era poeta y su padre embajador. Su trabajo de alta funcionaria le ha llevado a viajar por todo el mundo, aunque ahora más centrada en la escritura pasa largas temporadas en Comillas donde posee una casa «con un balcón a los Picos de Europa».
– 'Nada es lo que parece' es una novela bien distinta a las anteriores
–Ya había tratado el tema de la familia, pero en este libro lo hago de una forma más radical porque de repente entré en una parte de mi vida que tenía abandonada: nuestra estancia en Uruguay. Me he metido a fondo en este tema que es muy intenso porque he vuelto a recordar hechos que tenía abandonados desde hace cuarenta años. Los recuerdos han vuelto de una manera brutal y también la imaginación ha vuelto a funcionar y esto es lo que la diferencia del resto de novelas.
–La crítica destaca que ha alcanzado su madurez literaria.
–De alguna manera sí. Me he atrevido con un tema muy radical. Hablo de la familia, pero también de la liberación sexual y de la memoria. En esta ocasión, la escritura me permite rescatar un trozo de mi vida y convertirlo en ficción y creo que esto es tan arriesgado que a mí misma me genera dudas. Yo era muy pequeña cuando sucedieron los hechos que he ficcionado y a veces ya no sé si sucedieron o no. Creo que esto es un juego interesante para un escritor, el poder jugar con una ficción que en esencia puede ser verdad.
–¿Cuánto hay de autobiográfico en la novela?
–Lo que es verdad del libro es que estuvimos viviendo en Montevideo cuando yo tenía doce años. También es cierto que sigo teniendo amigos allí y que he vuelto cuarenta años después. El resto es imaginación. Incluso aunque algunos de los personajes están inspirados en personas reales, no son ellas. Para que la ficción sea coherente no tiene que parecerse en nada a la vida real. Siempre digo que la vida es inverosímil y que si uno intenta reflejar su vida en una novela no va a resultar creíble. Creo que los autores escribimos ficción, para dar coherencia a nuestras vidas.
María Tena, autora de las novelas 'Tenemos que vernos' (finalista del Premio Herralde 2003), 'La fragilidad de las panteras' (finalista del Premio Primavera de novela 2010), 'El novio chino' (Premio Málaga de Novela 2016) y 'Nada que no sepas', premio Tusquets este mismo año, reconoce que los concursos son importantísimos para los autores noveles. «A mí que mi primera novela fuera finalista del Herralde, me cambió la vida», asegura. «Por entonces yo tenía tantas inseguridades que no creía que iba a llegar tan lejos», explica y es que, en su opinión, «además del reconocimiento y la posibilidad de publicar, los premios te permiten «algo tan importante como confrontarte con el lector por primera vez».
–¿Llega un momento en que la memoria dejar de ser un sentimiento nostálgico para convertirse en una reivindicación de la identidad?
–Hay algo de eso en este libro. En un principio la protagonista regresa a Uruguay para averiguar cómo murió su madre, pero en realidad lo que busca es conocerse a sí misma. Su búsqueda se convierte en algo muy intenso porque se da cuenta de que hay un vacío en su historia. Necesita saber quien es esa madre, pero también quien es ella.
–Creció en un ambiente literario, pero no publicó su primer libro hasta una edad adulta ¿Qué le impulsó a escribir?
–Cómo muchos otros autores, empecé a escribir desde pequeña. Pero como siempre estaba rodeada de escritores, pensaba que lo que yo hacía no tenía ningún valor. En un momento de mi vida, que tenía escayolado casi medio cuerpo y por lo tanto estaba de baja, vi que Luis Landero impartía un taller de escritura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid (Resad) y decidí apuntarme. En clase parecía una momia con tanta escayola, pero me fascinó escuchar a un escritor con tanta vocación y tanta paciencia literaria como él. Al final del curso me dijo que me tomara esto de escribir en serio. Esas palabras para mí fueron como si alguien encendiese una cerilla sobre el gas. Nunca he dejado de escribir desde aquel día. Siempre lo cuento porque creo que hay muchos escritores que necesitan ese empujón. A mí, que respetaba mucho lo literario, me daba pudor, pero hice caso a Landero y, aunque bastante mayor, me puse a ello y aquí estamos.
–Su primer libro, 'Tenemos que vernos' tuvo una gran acogida. ¿Le sorprendió mucho?
–Muchísimo. Presenté al Premio Herralde un libro muy cuidado porque siempre dedico muchísimo tiempo a pulir los textos. Soy de esas autoras que cambia muchas cosas y que acaba quitando páginas para dejar los textos limpios y transparentes. Me parece que lo más difícil de escribir un libro es que no le sobre ningún párrafo. Y eso es un trabajo muy duro. Pero nunca pensé que con esa novela iba a llegar ser finalista de ese premio.
–Está a punto de acabar el que se ha considerado el año de la mujer. ¿Cómo puede ayudar la literatura al movimiento feminista?
–En lo literario, por fin estamos en un momento en que las mujeres tienen acceso a los medios, a las críticas, a las academias, a los premios y a los puntos donde se deciden las cosas. Eso ha ayudado a cambiar el panorama y menos mal porque hay una gran historia de silencios entre las escritoras.
–¿Tiene algún proyecto entre manos?
–Con esta novela me he dado cuenta de lo importante que es el tema. Tengo varios entre manos y estoy pensando por cual decidirme. Pero me lo estoy tomando con calma.
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