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José María Pérez, Peridis, (Cabezón de Liébana, 1941) arquitecto, dibujante y también escritor, recuerda el olor a monte recién llovido y el murmullo de los ríos de Cantabria. «Me entusiasman», dice. Con esos recuerdos y la admiración por el trabajo que realizó en el siglo ... VI otro dibujante, está a punto de publicar su nuevo libro, con Beato de Liébana como protagonista. El polifacético creador ha dirigido en la UIMP el XIV Foro de Cultura y Naturaleza que ha abordado el problema de la despoblación en Campoo-Los Valles.
-¿La despoblación es un problema con una solución real a corto plazo?
-Para nada. Despoblación y migraciones ha habido siempre. Yo sostengo que la evolución se la debemos a la despoblación. ¿Por qué bajan los monos de los árboles y echan a correr? Porque había fuego y decidieron largarse y buscarse la vida. No digo que este eslogan valga para la gente, pero muchos nos largamos y nos buscamos la vida emigrando. Yo soy de los que en el año 59 salió para Madrid. Bien es cierto que el horizonte que tenía en Aguilar, no era angustioso, pero éramos cinco hermanos y la tradición marcabacomo decía Cervantes: Iglesia, mar o Casa Real. O sea; cura, marinero o a servir.
-Y no se veía en esas opciones.
-Ni las quería. Mi madre insistía en la de la Iglesia y quería que llegara a obispo. Cuando me bautizó, el obispillo de Liébana dijo: «Quiera Dios que le veamos de arzobispo de Toledo» y ella se lo tomó al pie de la letra.
-Liébana quedó en su imaginario perenne, porque afirma que los trabajos de Beato están entre sus favoritos.
-Liébana ha estado siempre en mi memoria. Salí con tres años y me acuerdo de muchísimas cosas. De la casa, de cómo era, de cuando me corté la mano, fui a la escuela y el maestro pegó a Jacinto... Para mí es un tesoro impagable. Mis raíces están vivas.
-Están vivas y ahora también plasmadas por escrito.
-Siempre volvemos a la infancia. Es donde te nutres. Las primeras vivencias están llenas de poesía, de añoranza, de vida que brota a borbotones. Estoy a punto de publicar una novela que va sobre Beato de Liébana, precisamente, y tiene mucho que ver con mi vida pasada, pasadísima y con mi vida profesional como dibujante que hace miniaturas. Soy un miniaturista, como Beato. Y ese mundo me interesa mucho. Esa habilidad que tuvieron de dibujar lo invisible para hacerlo visible, explicar el apocalipsis al pie de la letra. Yo tengo que contar el Apocalipsis todos los días, pero con mis dibujos.
- Dice que la escritura la disfruta y la sufre porque es muy dura. Parece que se acostumbra a sufrirla con otra novela lista.
-En algo hay que entretenerse. Yo tengo la desgracia de que no puedo estar parado ni jubilado, aunque tengo edad de lo uno y de lo otro. Es un entretenimiento apasionante y un don cuando lo trabajas mucho. Te tienes que poner una disciplina, corregir y volver a corregir. La escritura es poner y quitar. Como decía Bolaño; se escriben novelas combinando recuerdos. Yo tengo recuerdos, conozco la zona, sé lo que es dibujar y ponerse en el scriptorium todos los días. Me podía poner en su pellejo.
- ¿Esa capacidad de plasmar el mundo en viñetas es también un don?
-Yo digo como Amancio Ortega al que le preguntaron cómo se hacía eso de emprender y dijo: «Muy sencillo, hay que ponerse». Pues en el dibujo y la novela es igual. Te tienes que poner y conseguir temperatura, meterte en harina, con pasión y dramatismo. Y al cabo de un tiempo, sale.
-No sabe estar sin hacer nada, pero ¿cómo hace para descansar?
-No puedo desconectar. Tengo que hacer la tira todos los días y eso es muy obligado.
-Obligado también a estar pendiente de la actualidad.
-O tener unos muy buenos compañeros que te dan ideas y puedo escoger la que me guste más.
-Hablando de compañeros, le han dado el Premio de la Asociación de la Prensa de Madrid.
-Me hicieron periodista de honor.
-¿Se siente parte del gremio?
-Absolutamente. Lo que yo hago para el periódico es periodismo. Enfoco las noticias con un lenguaje que no es escrito, es gráfico y si necesito palabras, las pongo.
-Es una labor ardua.
-Pero placentera. San Juan Damasceno decía ya en el siglo XVIII que lo que se enseña con palabras al oído, lo enseña una imagen a los ojos. Es bien bonito.
-Ha estado mucho tiempo vinculado a Santa María la Real. ¿Fue como volver a sus orígenes?
-Ya no estoy en la Fundación, pero cuando al cabo de los años me he preguntado qué he hecho, ha respondido como Proust: volver al pasado para restaurarlo. He leído dos o tres veces sus libros y me encanta 'En busca del tiempo perdido'. Yo he vivido una vida normal, pero poder volver al lugar de mi infancia para restaurar el monasterio y darle vida presente a una infancia pasada, es un privilegio que tienen muy pocos.
-La despoblación supone también la pérdida de patrimonio como ese.
-Es la pérdida del patrimonio, de la memoria, de las señas de identidad, porque un paisaje sin personas no es un paisaje. No vibra. Necesita las emociones y la experiencia que están allí enterradas. Se pierden los oficios, el saber hacer, una civilización de la que venimos que desaparece. Es una tragedia.
-¿Cuál es la mayor lección que se lleva de Beato?
-Una que me ha llegado tarde y no la necesitaba, pero la admiro: la tenacidad. Yo en Aguilar he trabajado 40 años para sacar adelante el proyecto de conservación del monasterio, lleno de vida, de conservación del territorio, formación de los jóvenes, lucha contra el paro... Subiendo peldaños. ¿Qué hace Beato? 40 años luchando contra una herejía. Si Jesucristo no hubiera resucitado, no tendríamos vida eterna y la religión cristiana se desmoronaría porque se basa en ese misterio. Mutatis mutandi, te das cuenta de que sin antepasados no seríamos nosotros.
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