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Todo empezó con un libro. De niño leyó una obra sobre el fuego en la prehistoria y aquello le gustó tanto que, merced a ingentes dosis de talento y trabajo, acabó realizando algunos de los descubrimientos más notables a nivel mundial sobre aquella etapa, tan ... oscura como apasionante. El catedrático de Paleontología Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954) dirige desde 2013 el Museo de la Evolución Humana de Burgos, aunque a muchos les sonará más por su brillante trabajo en el yacimiento de Atapuerca. A esa labor ha sumado también a lo largo de su trayectoria una notable actividad divulgativa, que ha tomado forma en una veintena de títulos. Los dos últimos, publicados junto al periodista y escritor Juan José Millás, analizan desde una vertiente científica y literaria temas tan relevantes como la vida y la muerte. Ambos presentarán el segundo de ellos, 'La muerte contada por un sapiens a un neandertal', hoy a las 19.30 horas en el Ateneo de Santander, en un acto que forma parte de la programación del Aula de Cultura de El Diario Montañés.
-En su nuevo libro pasan de la vida a la muerte. Aunque son las dos caras de la misma moneda, menudo viaje...
-Dentro de la vida como proceso biológico hay diferentes etapas que son un hecho, algo que dice hasta el Eclesiastés. Desde tiempos inmemoriales se ha sabido que hay un embarazo, una infancia, una adolescencia, hay una juventud, divina, hay una madurez y hay una etapa final de la vida que es, para entendernos, la edad de los abuelos, cuando ya no tenemos hijos propios a los que cuidar. Esa última etapa es en la que aparecen las enfermedades crónicas, que son las que causan la muerte.
-¿No nos morimos de viejos, entonces?
-No, nadie se muere de viejo. La vejez no mata, mata la enfermedad. Son enfermedades que aparecen en esa última etapa de la vida las que nos matan, en un periodo que se da cuando los hijos ya están criados, las mujeres ya han tenido la menopausia y la posibilidad procrear finaliza.
-No analizan entonces la muerte en sí, sino el final de la vida.
-Claro, lo que nos interesa en el libro es esa última etapa, no la muerte, porque la muerte no es nada. Si te da un infarto y te mueres no hay nada que contar.
-¿Cómo abordan esa etapa biológica que pone el punto final al desarrollo de cada ser humano?
-En esa etapa posrreproductiva de pronto se manifiestan unas enfermedades de las que no teníamos noticias antes. Antes uno no tenía cáncer, tenía dientes y pelo, le funcionaban las articulaciones... y de pronto esas enfermedades aparecen. Esa etapa y esos procesos son los que nos interesan y los que analizamos en el libro.
-En ese diálogo con Millás usted aporta la mirada científica y él la literaria. ¿Qué relato construyen con ambos elementos?
-El libro es una búsqueda de respuestas que no se desarrolla en una habitación, algo que es fundamental para entender ese relato. Esa búsqueda nos lleva a un peregrinar en el que vamos recorriendo y visitando una serie de lugares que yo he seleccionado previamente para que en ellos se manifieste algún aspecto concreto que como biólogo considero interesante y relevante. En ese sentido no es una conversación cerrada, sino que además de nosotros dos participa mucha gente.
-¿Dónde ha metido a Millás?
-En el libro pasamos desde por una berrea o un gimnasio hasta por un hospital veterinario. Millás en realidad no sabe a dónde va, mientras que yo sé desde el primer momento cuáles todos esos lugares y en qué orden vamos a recorrerlos. Es un itinerario con argumento, en el que las distintas paradas visitamos sitios, conocemos gente y planteamos preguntas. Es un viaje físico y también entre las personas que aparecen.
LÍMITES BIOLÓGICOS
-Ayer, en una entrevista a este periódico su compañero de viajes planteaba un alegato sobre la importancia de la mirada humanista que plantean en la obra.
-Es importante porque éste en el fondo es un libro de ciencia que aborda los procesos biológicos de los que hemos hablado, pero esa realidad tiene su dimensión digamos personal. El libro analiza un problema de la biología humana, pero claro, ese problema lo experimenta, lo siente y lo viven personas que tienen inquietudes. No es una publicación científica sino una búsqueda entre personas que tienen otras dimensiones.
-¿Podemos los seres humanos abordar un fenómeno como la vida, que, según destacó Millás, para usted no tiene propósito?
-El mundo no se ha hecho para que nos sirviera a nosotros, pero está regido por unas leyes que existen y podemos conocer. Hay explicaciones que explican este fenómeno, pero el fenómeno en sí no tiene propósito, y menos el de servir al ser humano. Ahí se nos plantea un problema existencial, que es el de la búsqueda de sentido de la vida humana en un universo indiferente a nuestra existencia.
-Difícil cuestión, ¿no?
-Somos seres conscientes y esa conciencia nos hace plantearnos preguntas, pero no vamos a encontrar las respuestas en la biología. Cada uno tiene que buscar las suyas.
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