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En una de sus últimas visitas a Santander, Ignacio del Valle (Oviedo, 1971) aseguró a este mismo periódico que el escritor no puede huir del mundo real en sus novelas. Este martes regresa al Ateneo (19.30 horas), en un nuevo acto organizado por el ... Aula de Cultura de El Diario Montañés, con una prueba de ello materializada en un libro: 'Cuando giran los muertos' (Algaida Editorial), con el que además recibió el 53 Premio de Novela Ateneo de Sevilla, una obra que se ambienta en episodios reales que sucedieron en el exilio español en México en los años 50 del pasado siglo. Ese México habitado por mitos y poesía que, como se lee en su novela, «no es un país, sino una forma de locura...». Geopolítica, exilio, intelectualidad, caciques, mercenarios y asesinos confluyen en el libro.
–Llega a Santander con la sexta entrega de la serie de novelas protagonizadas por Arturo Andrade. ¿En qué aventura le vamos a encontrar esta vez?
–Arturo Andrade venía de 'Soles negros', mi anterior novela, en la que se abordaba el tema del robo de niños en España en 1947. En 'Cuando giran los muertos' lo encontramos en México tres años después. Yo necesitaba una anécdota para continuar la serie y la encontré en las expediciones culturales que organizaba el Ministerio de Asuntos Exteriores de Franco en 1949 y en este libro, Andrade y Manolete acompañan como escoltas al diplomático y escritor Félix Arcadia, que es un trasunto de Agustín de Foxá, en una de esas expediciones a la Universidad de San Nicolás de Hidalgo en México.
–¿En que consistían esas expediciones culturales?
–En realidad eran una campaña que se puso en marcha por todas las capitales de Hispanoamérica para intentar establecer puentes durante el franquismo en una época en la que España estaba aislada económica y políticamente y que consistían principalmente en recitales poéticos a cargo de autores como Agustín de Foxá, Leopoldo Panero o Luis Rosales. Me pareció una anécdota divertida y así fue como me inventé a Félix Arcadia que durante una de esas giras sufre un secuestro en la zona de Morelia, que es donde se encuentra la Universidad de San Nicolás de Hidalgo y a donde fueron a parar muchos catedráticos españoles exiliados en México.
–¿Cómo eran recibidos los escritores españoles en esas expediciones?
–Pues unas veces muy bien y otras a tiros. Está claro que ellos hacían un poco de abanderados, utilizando la excusa de la cultura, de un Régimen que quería abrirse al mundo. Lo que tengo claro es que ellos utilizaron esos viajes para hacer relaciones políticas además de las culturales y fue muy curiosa la respuesta que recibieron. En Panamá, por ejemplo, les recibieron en un teatro con 2.000 personas, en Argentina les tiraron huevos y en México les amenazaron de muerte directamente.
–Se ha escrito mucho sobre el exilio republicano en México. ¿Su novela aporta algún nuevo punto de vista?
–Nunca se escribe demasiado sobre ningún tema. La memoria humana dura un máximo de dos generaciones y cuando llega la séptima la gente ya no distingue entre el mito y la realidad. Por eso creo que es necesario que cada generación reescriba los mismos temas para que no se pierdan. En ese sentido me he documentado bien y planteo muchos temas en la novela.
–¿Cuáles son esos temas?
–Creo que aporto algunos matices sobre la emigración española en México. En aquel momento había 25.000 exiliados españoles en el país algunos de una gran intelectualidad como María Zambrano, León Felipe, Fernando de los Ríos que trabajaron en la Universidad de San Nicolás de Hidalgo, pero yo lo que pongo de manifiesto es que eso fue un cliché porque la inmensa mayoría de los exiliados, incluidos otros catedráticos, se vieron obligados a trabajar en cualquier oficio para sobrevivir. También he querido recordar que hay otra emigración de la que no se habla tanto y es la anterior a la de los republicanos, que llegó a México a principios del siglo XX, que es mucho más conservadora y que tuvo unas relaciones relativamente cordiales con la emigración posterior pese a sus grandes diferencias políticas.
–Y ahora que ya conocemos el contexto, cuénteles a los seguidores de Arturo Andrade cómo le van a encontrar en esta novela. ¿Le notarán muy cambiado?
–No, Arturo no ha cambiado mucho. A mí lo que me gusta de él es que sigue siendo políticamente incorrecto, algo que en esta época es muy necesario, ya lo era antes, pero ahora aún más. Él se sostiene siempre en dos o tres pilares, pero lo que me resulta estimulante es que en cada novela intento buscarle diferentes problemas que debe resolver y que aportan nuevos matices al personaje. En este caso, además del tema de los exiliados españoles, descubre otras cosas bien interesantes como la Legión del Caribe, que estaba formada por una serie de aventureros, algunos más mercenarios y otros más románticos, que se articularon para acabar con las dictaduras en los países caribeños. También me ha permitido ahondar más en México, un país que cada vez me interesa más y no solo por los vínculos que tenemos con ese país, que son densísimos y yo creo que irrompibles a pesar del señor López Obrador.
–Hemos hablado de los exiliados republicanos, de Andrade, de su última aventura... pero usted ¿tiene alguna nuevo proyecto en la cabeza?
–Ahora mismo estoy en la mitad de una novela que transcurre en el siglo XIX. Tengo otra entregada junto con un libro de cuentos. A finales de año sacaré una recopilación de artículos publicados en el diario El comercio... En fin, tengo mil proyectos entre los que, por supuesto, sigue estando Andrade que va a tener continuidad hasta que llegue a 1975. Ya estoy buscando nuevos escenarios.
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