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Con esa pasión que transmiten quienes sienten como propio aquello sobre lo que hablan, Ángel Sánchez, comisario de la muestra 'Volar. Orígenes de la aviación en España' relata la importancia de recuperar el papel de los pioneros aeronáuticos.
En ese relato histórico, Cantabria tiene un ... papel destacado que puede descubrirse en las Naves de Gamazo hasta el 12 de febrero, entre fotografías, maquetas, documentación histórica e incluso un avión a tamaño real.
–¿En Cantabria hay un pasado en las alturas?
–Cantabria tiene una importancia sorprendente en los comienzos de la aviación en España. Aunque se ha recuperado mucho de la memoria de los primeros aviadores cántabros, todavía queda mucho por rescatar.
–¿Quienes fueron esos pioneros tan relevantes ?
–El primero es Juan Pombo Ibarra, el padre de toda una dinastía de aviadores cántabros que llega hasta la actualidad. Su hijo, Juan Ignacio Pombo, el autor de un vuelo bastante accidentado de España a México, en el que prácticamente tuvo que cambiar la avioneta y ser operado in extremis en Costa Rica y cuando se recupera, concluye el viaje. Otro aspecto importante de su padre es que es el director técnico de la primera empresa de Construcción Aeronáutica que se funda en España, que está aquí en Santander. La sede social está en Madrid, porque está más cerca del Gobierno y del Ejército, pero la industria está en La Albericia. Fabrica aviones franceses bajo licencia que son entregados al Ejército del Aire. Por circunstancias, el estallido de la Primera Guerra Mundial, hace que se vuelva inviable la fabricación, pero el inicio estuvo aquí.
–Sagas de aviadores, pero, ¿hay otros perfiles?
–Hay otras dos personas importantes en la aeronáutica española; Salvador Hedilla y Joaquín Cayón. Ya pertenecen a una segunda generación de pioneros. Ya no son personas que por nacimiento o riqueza familiar pueden permitirse serlo, sino que se hacen a sí mismos. Cayón, de hecho, recibe su licencia con 30 años ya. Los une una desgracia que ha contribuido a que caigan en cierto olvido.
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–¿Qué ocurrió?
–Salvador Hedilla se desploma desde 600 metros de altura con un pasajero, en un avión que es el mismo que el que tenemos en la exposición, y muere. Y Joaquín Cayón, que es piloto de pruebas en Talleres Lorin, en Cuatro Vientos, muere cuando el avión que está probando, en su vuelo inaugural, sufre un daño inaugural y cae al suelo.
–¿Cuál es el objetivo de esta muestra?
–Una de las cosas que hemos querido mostrar en esta exposición es ver cómo evoluciona la aviación. Son sobre todo aviadores y aviadoras francesas que vienen a España para volar en las fiestas. En apenas unos meses, la aviación pasa de ser un fenómeno de feria a ser algo que se busca a sí mismo en la utilidad. Se hacen una pregunta: podemos volar, pero esto ¿para qué sirve?
–¿Encontraron la respuesta?
–Esa búsqueda de identidad llegará muy pronto en lo militar. En 1914 empieza la Primera Guerra Mundial e incluso antes ya se había utilizado en Marruecos la aviación como arma. Pero tardará más en llegar al mundo civil. Cuando en 1919 o 1920, con los excedentes de los aviones de la guerra y lo pilotos que han dejado de ser militares, se forman las primeras líneas aéreas, como Aeropostal. En esa compañía vuelan pilotos españoles. La primera línea sale de Toulouse, bordea el litoral español por Málaga, llega hasta Marruecos, incluso Senegal y cruza el Atlántico. Ahí vuela Antoine de Saint Exupery, el autor de El Principito, pero también vuela Ernesto Navarro, del que tenemos un álbum en la exposición, que es el germen de todas las lineas aéreas. Santander también tiene un papel importante ahí. Hay una compañía, la Franco Bilbaína de transportes aéreos que vuela desde Francia, Burdeos, Bayona, San Sebastián, Bilbao y termina por llegar a Santander.
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–¿Qué tenía Santander como destino?
–Transportaban viajeros, porque hay que recordar que Santander en aquella época es un centro importante turístico, es sede de la corte durante los meses de verano y una ciudad a a que empiezan a llegar visitantes extranjeros buscando esas vacaciones de principio de siglo. Pero también es una ciudad industrial, de ribera, mucha tradición del trabajo en madera y metal, que ayudará a encontrar mano de obras especializada para fabricar los aviones.
–Esta exposición dedica una parte relevante a las pioneras, mujeres aviadoras
–Cuando hablamos de los primeros vuelos en España hay que irse a 1910 y lo tenemos asociado a una presencia profundamente masculina. Se pasa por alto que la primera mujer que vuela en España, en ese año, es Helene Dutrieu. Se convertirá en el prototipo de la mujer moderna; es campeona de ciclismo, motociclismo, participa en carreras de coches, durante la Primera Guerra Mundial conduce ambulancias en el frente e incluso llega a dirigir un hospital y se convierte en la primera aviadora en recibir la Legión de Honor Francesa. La primera mujer aviadora con licencia española tarda en llegar. Es María Bernaldo de Quirós, en 1928. Pero no son las únicas importantes.
–¿Qué otras son importantes?
–Había muchas mujeres que trabajaban en la industria aeronáutica con mensajes que son muy actuales cien años más tarde. En Construcciones Aeronáuticas en Getafe, en 1926, un 10% de la plantilla, unas 30 personas son mujeres, un porcentaje relativamente alto. En Hispanosuiza es prácticamente el mismo. En los talleres de Cuatro Vientos de aviación militar hay mujeres trabajando. Está documentado fotográficamente, aunque no hay datos. Solo he encontrado dos menciones en prensa. Por desgracia, cuando se las entrevista, se quejan de que cobran la mitad que un hombre en el mismo trabajo, sin ninguna posibilidad de promoción, obligadas a dejar de trabajar cuando se casan y que el tratamiento hacia ellas, incluso el periodístico es cuanto menos curioso. En la revista 'Estampa' se dice «ellas también ayudan a hacer aeroplanos». Y ellas no ayudan, ellas están creando aeroplanos. Es algo digno de recuperar para la memoria de todos.
–Una de las piezas más llamativas es la réplica de un avión a tamaño real. ¿Cuál es su historia?
–Es el Hedilla Monocoque Número 5, el quinto construido por Salvador Hedilla. El primero lo construyó en Madrid. Después fue contratado como profesor y director de la Escuela de Pujol en lo que ahora es el Prat y allí continuó la fabricación. Está basado en un modelo francés, muy mejorado. Es un avión muy rápido, relativamente seguro y podría haber tenido mucho desarrollo si no hubiera sido porque Hedilla, en este mismo avión, se precipitó desde unos 600 metros y falleció.
–¿Qué espera que saque el visitante de este recorrido?
–Cuando pienso en una exposición, pienso en lo que me gustaría ver a mí, por eso quizá hay objetos que pueden estar fuera del periodo, pero pueden aportar la sensación. Y que quien venga, tenga la sensación de cómo empezó todo y como aquellos locos que iban de feria en feria, reinventan la aviación y la convierten en lo que es hoy: algo que reescribe el territorio y hace que sea más fácil volar de Santander a Tenerife que ir en coche de Santander a Madrid. Como de repente algo que no se sabe para qué sirve, se transforma en algo del día a día.
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