Borrar
Obras de Armiño en diversos espacios del Hotel Real. :: maría gil
Carlos Armiño, el orfebre de las formas

Carlos Armiño, el orfebre de las formas

El escultor afincado en Cantabria reúne una ingente muestra de su creación, de la madera al alabastro, que convierte la nueva etapa del Hotel Real de Santander en un espacio de arte

Guillermo Balbona

Santander

Martes, 23 de abril 2019, 07:17

«¿Todo lo que se hace se tiene que poder explicar? Llegado a un punto máximo de expresión en un campo, explicarlo en otro con la misma calidad puede ser de necios». Doma y domestica cualquier material. Pero con la madera actúa como un demiurgo, sea álamo, pino, secuoya...Como los grandes pintores, a los que el tiempo y la investigación han desvelado y desnudado hasta descubrir su esencia en el dibujo, el escultor Carlos Armiño tuvo su primer deslumbramiento en la pintura. Sin embargo, las formas, las posibilidades de los troncos, los fragmentos, la manera de escudriñar en las maderas hizo que el artista optara por poetizar las curvas, las oquedades y las siluetas.

En su nueva y especial comparecencia concurren numerosas singularidades solapadas o diferenciadas: ha convertido las dependencias de un hotel en una verdadera galería; sus obras, un centenar, se postulan con una coreografía propia integradas en el espacio con personalidad y coherencia; y elude cualquier sombra decorativa, de modo que aporta solidez y discurso, relato y presencia a un espacio público, de paso, fugaz, ciudadano pero al tiempo reservado. Armiño, además, ha dejado a un lado el concepto de mera representación y profundiza en la diversidad, en la pluralidad de miradas hasta trazar un itinerario de expresiones en el espacio y en el tiempo que van más allá de los meros datos: una muestra disponible hasta junio y que se reparte por el vestíbulo, los pasillos y las salones principales del Hotel Real de Santander.

En su concepto puramente informativo es la primera exposición que aborda el Eurostars Hotel Real en una decidida apuesta del Grupo Hotusa «por el arte y la creación local». El escultor Carlos Armiño ha inaugurado así el espacio expositivo a la espera de próximas citas como «medio de apoyo, conocimiento y difusión de la cultura y el arte». Como parte de este compromiso, la firma realiza convocatorias desde el año 2004, traducidas en exhibiciones de las obras de artistas locales o residentes en las ciudades en las que se ubican los establecimientos hoteleros. La última incorporación al proyecto expositivo, a la nueva etapa del Real santanderino, se ha estrenado con la exposición de Armiño.

LA MUESTRA

  • En datos. Hasta el 9 de junio de 2019. Eurostars Hotel Real 5*GL. Dirección Paseo Pérez Galdós. Santander.

  • Contenido El hall, accesos y salones acogen decenas de piezas de muy diverso formato y materiales. Predomina la madera, pero también el alabastro, el hormigón, la huella de la obra gráfica. El minucioso proceso de investigación sobre las formas queda patente a través de este itinerario ingente.

Una exposición, en fin, destinada a subrayar «el rico mundo interior del artista a través de las esculturas, fruto de un largo proceso creativo que lo llevó de la pintura, representando los paisajes en los que vivía, con fuertes dosis de surrealismo y poesía, a una escultura orgánica que mantiene ese aire surrealista y poético que caracteriza su obra».

En una capa superficial asoma la presencia aislada o en convivencia de su vínculo con la piedra, la madera o el metal. Y en lo profundo, todas las esculturas se puede apreciar y contemplar «la minuciosa labor de investigación sobre las formas que realiza el artista durante su proceso creativo». Para el potencial visitante, ocasional o no, el contraste obvio resulta del surrealismo, la apabullante y dominante insinuación de las piezas y la estética innata del hotel santanderino.

Pero la muestra certifica aspectos más importantes: la densa y enraizada labor creativa de Armiño; la libertad de sus puntos de mira; su ansia de investigación; sus miradas exentas de conservadurismo, su huida de etiquetas y encasillamientos y la traslación de la libertad del taller a la presentación ante el que mira e interpreta. Una obra, la suya, que del alabastro al hormigón, de los bocetos a la obra gráfica, mantiene una pulsión y una búsqueda permanente.

Mestizaje

Del mismo modo, su trayectoria ante lo público ha crecido en espacios heterogéneos, muchas veces sin el compartimento estanco de la galería privada y traspasando fronteras, formatos y lenguajes. Centros culturales, cívicos, monasterios, espacios públicos, foros, ferias y subastas han sido testigos de su construcción, desde el mestizaje, en territorios compartidos entre el diseño, la transformación del objeto-mueble y la conversión del espacio al margen de su funcionalidad.

Según reza su biografía oficial Armiño (Tartalés de los Montes, Burgos, 1954) se introdujo en el mundo del arte por medio de la pintura, actividad a la que decide dedicarse plenamente a los 18 años. En los 70 comienza su incursión más decidida cuando plasma su rico mundo interior en una serie de dibujos y lienzos al óleo, donde, entre otros temas, recrea los paisajes que le son familiares, aunque con una fuerte dosis de surrealismo y poesía, como podía apreciarse en sus inquietantes paisajes nocturnos. Su primera exposición de pintura se remonta a 1975. Su formación es autodidacta, aunque Armiño evita la autoridad del concepto en un mundo marcado por las posibilidades de conocimiento, divulgación y comunicación.

En los setenta decide trasladarse a Cereceda, localidad cercana a su pueblo natal. Su intención era conseguir un ambiente propicio para pintar. Y «sin rupturas ni estridencias», decide cambiar la pintura por la escultura. «En ese pequeño pueblo, rodeado de montañas y primitivos bosques, encontró el lugar ideal para su trabajo, en el que a lo largo de casi dos décadas abordó una parte importante de su obra y donde consolidó su personal estilo. En 1995 traslada su domicilio a Cantabria, donde vive en una antigua casona de labranza, rehabilitada por él, cerca de Peñacastillo.

Álamo, olmo, fresno...

Álamo, secuoya, haya policromada, ciprés, aloma, madera revestida, roble, acacia, cerezo, arce, piedra y alabastro, olmo, fresno, cedro, piedra toba...forman parte de su paisaje creativo. El trayecto en el Hotel Real refleja la lucidez de su diálogo con el entorno y la pluralidad de su tratamiento de cada pieza. Carmelo Rojo se ha referido al «calor de su escultura que emerge del corazón de la materia prima que utiliza. El cerezo, el nogal, o el álamo nos transmiten, a través de la visión y de las manos de Carlos Armiño, toda la carga ancestral que llevan dentro y nos hacen vivir a caballo entre el pasado y un presente de ilusiones perdidas».

Más de cuatro décadas de creatividad plasmadas en pinturas y bocetos, en esculturas de muy diferentes formatos y etapas fructíferas, en las que Armiño ha forjado en el tiempo tanto sus piezas de luz como sus series de sillas, que le han llevado a galerías y salas de subasta, Pierre Bergé & Asociados, con sedes en París y Bruselas, y despertaron el interés del mecenas y cofundador de la firma Yves Saint Laurent. Formas tradicionales, belleza, sofisticación, perfección técnica, esculturas-mueble o no..., lo artesano, lo útil, lo bello en un diálogo que Armiño revela con una sutil combinación entre lo artesanal, la síntesis expresiva y la libertad escultórica.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes Carlos Armiño, el orfebre de las formas