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Los ojos verdes de Hollywood

Los ojos verdes de Hollywood

Cruzó el charco porque en España no tenía trabajo y ahora se codea con Keanu Reeves y Robert De Niro. A sus 28 años, prepara la esperadísima secuela de'Blade Runner’ con Harrison Ford.

esther requena

Sábado, 14 de mayo 2016, 10:16

En la maleta de Ana de Armas (Cuba, 28 años) nunca falta un biquini y un abrigo. Hace meses que su vida es impredecible. Lo mismo rueda en París, se pasea por Cannes, que se levanta en Panamá o en Chile. La actriz cubana se ha metido a Hollywood en el bolsillo y allí luce la etiqueta de la latina de moda. Ya ha trabajado dos veces con Keanu Reeves y ha rodado con Robert de Niro, además de con Scott Eastwood, el hijo guaperas de Clint Eastwood... Tiene tres películas sin estrenar y las que le esperan encima de la mesa. Entre ellas la secuela de Blade Runner. Solo el anuncio de su fichaje la catapultó a todo el mundo (fue la noticia más comentada en Twitter) y eso que aún no ha empezado a trabajar con Harrison Ford y Ryan Gosling. «Ana es una de las actrices más interesantes y prometedoras del mundo», argumentaron los productores Andrew Kosove y Broderick Johnson para incorporarla al reparto de la esperada secuela con un papel principal que aún mantienen en secreto.

Desde que sus ojazos verdes recalasen hace dos años en Los Ángeles, su caché ha subido como la espuma. «Todo ha sido muy rápido y en poco tiempo han pasado muchas cosas. Detrás de una película, he rodado otra. Tengo tantos recuerdos en la cabeza que todavía tengo que reposar todas estas experiencias y darme cuenta de todo lo que he vivido», ha reconocido. Ese glamour de las alfombras rojas que está experimentando poco tiene que ver con su infancia en su Cuba natal. Su mejor amiga vivía en una casa tan pobre que dormía en un sofá minúsculo que ambas compartían con tal de pasar la noche juntas contándose confidencias. Entre ellas, que Ana soñaba con convertirse en bailarina de ballet clásico. Pero a los 12 años descubrió la interpretación. La escuela de arte dramático le pillaba tan lejos que no llegaba a su casa en autobús hasta pasada la medianoche.

Mereció la pena cuando a los 16 por fin se ponía delante de una cámara gracias a su acento cubano en Una rosa de Francia, de Manuel Gutiérrez Aragón, junto a un jovencísimo Álex González y cuya promoción la trajo a España. Ya no habría marcha atrás para esta chica «de culo inquieto y con ganas de hacer cosas. La de la prisa quizás soy yo, no la vida». Por eso con la mayoría de edad hizo el petate para cruzar el charco, dejando en la isla a toda su familia... pero llevándose consigo su miedo a las cucarachas, su gusto por escuchar salsa y comer frijoles. Llegó con los 200 euros que había ahorrado.

Le dijo a sus padres que cuando se le acabase el dinero regresaría. Y ya no volvió.

En solo dos semanas le llegó el casting de la serie El Internado y el boom en España convertida en colegiala. De esos años conserva la amistad con Elena Furiase (con quien ha compartido incluso vacaciones) y Martiño Rivas. Luego se transformó en esclava en Hispania. Pero también se ha teñido de rubio por exigencias del guion, ha enseñado encantos, se ha pasado meses puliendo su acento...

Y por medio un matrimonio por sorpresa con Marc Clotet (ahora con Natalia Sánchez) que terminó en divorcio en menos de dos años, en 2013. Desde entonces la han relacionado con Benicio del Toro y con el director David Victori, aunque ahora su único amor reconocido es su perrito Elvis, un pequeño maltés que compró hace unos años en Nueva York con solo cuatro meses. Pasa por una romántica empedernida que incluso ha llegado a escaparse de casa por la ventana «con una cuerda hecha con sábanas».

En Los Ángeles el amor se ha quedado en un segundo plano concentrada en sus clases de dicción machacando durante horas sus secuencias con un coach. Cuando puede se escapa al cine, se regala un maratón de la serie Sexo en Nueva York, organiza alguna barbacoa o se tuesta en la playa de Venice con el grupo de españoles que andan por aquellos lares. Aunque su agenda estos días le deja poco margen. Este lunes lucirá palmito en Cannes presentando con Robert De Niro la película Hands of stone.

Antes ha recargado pilas y soplado las velas de cumpleaños con sus padres en La Habana, donde siguió como invitada vip el desfile de Chanel de la semana pasada. Al mismo nivel que Vanessa Paradis, Gisele Bündchen y Alma Jodorowsky, lo que indica lo fuerte que viene pisando.

Ana no perdió detalle de la nueva colección de Karl Lagerfeld, aunque alzó la voz para criticar que sus paisanos cubanos no hubiesen tenido más acceso al espectáculo. Seguidora de la bloguera Yoani Sánchez (muy crítica con el régimen castrista) le salió su vena reivindicativa, pese a que no se suele meter en temas políticos.

Sí presume de los consejos de su padre. ¿El mejor que le dio? «Vista larga y pasos cortos». Frase a la que le añade su lema vital: «No hay que conformarse con nada, siempre hay que ir más allá». Por eso cuando se vio cruzada de brazos y sin papeles para interpretar en España, hizo las maletas. «Soy actriz porque me hace muy feliz actuar y no puedo quedarme en mi casa porque me muero». Con anterioridad había pasado cuatro meses en Nueva York estudiando interpretación y no se lo pensó dos veces para volver a cambiar de continente en busca de oportunidades.

La apuesta le ha salido redonda. Ahora su carrera es su principal prioridad. «Allí donde tenga que ir a rodar, allí iré», recalca sin pestañear. Ha aparcado su sueño de contar con una familia numerosa, con al menos tres hijos, y muchos perros. Incluso regresar a España, donde ya la ven como sucesora de Penélope Cruz. Aunque si por el camino se pierde, solo hay un sitio en el que encontrarla: el malecón de La Habana.

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