«Me alarma mucho que nos inoculen ese veneno de estar siempre en guerra»

Un proyecto en el que tiene puestas muchas ilusiones Gutiérrez, que apostaba por menos Facebook y Twitter y más besos y abrazos, y que vio de pronto, como todos, cómo las relaciones sociales dieron un giro radical. «Con lo que a mí me gusta la vida de barrio, comprar en los pequeños mercados, charlar con los vendedores de los puestos, curiosear novedades editoriales en librerías en las que te sientes como en familia, leer a Philip Roth, tomar unas cervecitas en las terrazas de verano de Madrid, comer y beber bien, ir al teatro y al cine como espectador...», señala. Su agenda de trabajo va bien servida.

- ¿Qué no ha pasado?

- No hemos salido mejores. Recuerdo que, en pleno confinamiento, le preguntaron al pintor Antonio López que si de esta íbamos a salir mejores personas, y él dijo que no lo creía en absoluto; a la vista está que su genialidad no solo está en su pintura, sino también en sus reflexiones. Porque hemos salido peores, y eso me causa mucha tristeza, al igual que me provoca mucha zozobra ver en manos de quién estamos. Nuestros gobernantes han tenido una oportunidad maravillosa de estar al lado de los ciudadanos y de intentar levantar el país ante algo tan tremendo como una pandemia de este tipo. Pero no han estado en su sitio, no nos han tranquilizado, no se han portado como gobernantes, como gente a la que hemos elegido democráticamente en las urnas para llevar los designios del país. Y hablo de cómo se han comportando unos y otros, y no solo, tampoco, durante la pandemia.

- ¿Se refiere a los rifirrafes a costa del temporal Filomena?

- Exacto, al rédito político que están intentando sacar también con estas nevadas históricas; se tiran los trastos a la cabeza en lugar de sumar, de aportar ideas y de tranquilizarnos. Al contrario, provocan más desazón, más zozobra y más inseguridad a todos aquellos que necesitamos asideros.

- ¿Usted cómo está?

- No me puedo quejar; tengo calefacción, tengo luz, estoy conectado, tengo la nevera más o menos llena...; lo que me preocupa es la gente que lo está pasando muy mal, las pérdidas de empleo, la situación de personas que ya lo estaban pasando mal y que ahora veremos a ver si salen ya de ese pozo; no nos engañemos, el que era más pobre va a serlo más, y el que tenía más va a tener más todavía, seguramente. El 2020 ha sido un año en blanco, un año devastador en el que ha habido mucha muerte, mucha enfermedad, y en el que hemos dejado solos a nuestros ancianos, a nuestros mayores, y eso sí que me provoca muchísima tristeza. Gente que ha muerto de una forma injustificada en muchos casos, y en esto tienen que ver mucho nuestros gobernantes, de uno y otro signo político.

- ¿Y los ciudadanos?

- También nosotros hemos perdido una oportunidad maravillosa para sacar lo mejor del ser humano. Sí que salimos a los balcones para aplaudir a los sanitarios, pero pasadas unas semanas ellos mismos nos hicieron ver que eso no era lo prioritario, que sí lo era que nos cuidásemos, que fuésemos responsables y que no colapsáramos los servicios sanitarios. Creo que ha habido mucha irresponsabilidad y que la sigue habiendo. Cuando nos insisten, por ejemplo, en que debemos ceñirnos a seis comensales, o los que sean, en unas fechas concretas, y de repente ves fiestas de cuarenta personas... La responsabilidad individual ha fallado también. Hemos sido muy egoístas y hemos pasado incluso por encima de las personas a las que más queríamos. Gente que ha podido infectar a sus hijos, a sus padres, a sus abuelos... No podemos echar toda la culpa a papá Estado.

- ¿Usted se quiere?

- Me llevo bien conmigo mismo de vez en cuando, pero no siempre. No siempre vivo feliz en mi traje, aunque yo me dedico a la interpretación no para huir de mí mismo, sino para vivir otras vidas. De pequeño era un niño enfermizamente tímido, y me sigue sirviendo mucho de terapia esto de meterme en el pellejo de otras personas.

- Participó en el montaje 'El Rey', escrito y dirigido por Alberto San Juan. El personaje protagonista, llamado Juan Carlos I, no salía en absoluto bien parado. Ahora el rey emérito está fuera de España...

- Creo que lo que se ha dicho sobre el rey emérito es solo la punta del iceberg. Y si se cuenta todo esto estando vivo, me temo lo peor cuando ya no lo esté. Cuando leí el texto de Alberto, le pregunté si estaba seguro de que todo aquello -cosas del tipo 'gran comisionista durante años'- se podría decir abiertamente, y me dijo que sí porque todo estaba documentado. El espectáculo se estrenó en Madrid, giró después por muchas ciudades durante dos años, y nunca hubo una denuncia por parte de nadie. Este país ha sido muy juancarlista, más que monárquico, y nos hacía mucha gracia la campechanía de este hombre; pero estoy seguro de que muchos ciudadanos no sabían lo que había realmente detrás de esa campechanía y de ese hombre tan llano y tan cercano al pueblo. Ha sido para muchos una muy desagradable sorpresa.

- ¿Incluido usted?

- Me molesta tanto que un señor que se estaba llevando el dinero a espuertas, y que tenía ya varias cuentas fuera de nuestro país, nos pidiera en una de sus últimas apariciones en Nochebuena que nos abrochásemos el cinturón... Decir eso cuando estás dando sablazos, siendo tú el primero de todos los españoles, me parece de una desfachatez que me provoca sonrojo y estupefacción y que saca lo peor de mí.

- ¿Por qué apuesta?

- Sigo creyendo mucho en el ser humano, y apuesto por la gente joven. Nosotros no le vamos a dejar un mundo mejor a nuestros hijos y nietos, pero confío en la energía de los jóvenes, en su fuerza y en que van a saber combatir los problemas y ser más honestos de lo que lo estamos siendo nosotros.

- ¿Qué sigue creyendo que es útil?

- Intentar ponerse en los zapatos del otro. Es cierto que estamos muy acostumbrados a que nos mientan, a que nos engañen; que intentar confiar cada vez resulta más costoso. Pero, pese a eso, creo que hay que seguir intentándolo. Es cierto que en un mundo en el que está tan politizado todo, y en un país como el nuestro, en el que volvemos otra vez a esta especie de guerracivilismo, se vuelve todo mucho más difícil. Este país es muy del Barça o del Madrid, de izquierdas o de derechas, y siempre estamos en esa guerra que los políticos tanto contribuyen en trasladar a la calle. Cada vez hay mayor tensión y menos entendimiento. Me alarma mucho que nos dividan, que nos aíslen, que nos inoculen ese veneno de estar permanentemente en guerra. Hay más colores en la paleta que el blanco y el negro; cada vez nos volvemos más cerriles, falta diálogo, falta entendimiento. Seas del partido que seas, si el contrario toma una buena decisión, ¿por qué echarla por tierra?

- ¿Y de qué hablamos cuando hablamos de amor?

- De una historia maravillosa de Raymond Carver en la que dos parejas tratan de relatarnos cómo es el amor para ellos.

- ¿Y cuál es su caso?

- En mi caso, yo el amor verdadero, el amor incondicional, lo experimento con mi hijo. Las parejas van pasando, te enamoras, te desenamoras... El amor verdadero es muy difícil de encontrar. No sé si lo ideal es encontrar una pareja con la que ir juntos de la mano hasta el final, o si se puede ver como un fracaso el tener repetidas parejas conforme el amor se va terminando. Lo que sí es cierto es que cuando a uno lo dejan de amar, lo mejor que puede hacer es desaparecer e intentar, si tiene la oportunidad, volver a enamorarse. Es cierto que da muchísimo miedo enamorarse, porque terminas temiendo que te dañen, pero es tan maravilloso estarlo y levantarse pensando en alguien, sobre todo en esos primeros meses en los que uno está enfermo de amor; y da igual que tengas quince años o que tengas ochenta.

- ¿Y su experiencia como padre?

- Al principio es una película de terror. Obviamente, nadie te da un manual ni unas instrucciones infalibles para manejarte cuando tu hijo nace con una discapacidad. De hecho, y es muy crudo que así sea pero es lo que hay, lo primero que desaparece de la habitación del hospital son las flores, que incluso en muchos casos ni siquiera llegan. La gente no sabe cómo reaccionar, cómo funcionar en estos casos. No saben muy bien si felicitarte o no, si llamarte o no llamarte... Al principio es durísimo, claro, pero con el paso del tiempo te vas dando cuenta de que la vida es así y de que hay cosas muchísimo más duras que el que te nazca un hijo con una discapacidad. Porque, además, con el tiempo tu hijo se convierte en una auténtica lección de vida, y eso es lo que nos ofrece a día de hoy Mateo: una auténtica lección de vida diaria, de superación, de ganas de salir adelante. Y vives esa experiencia alucinante que le decía de experimentar lo que es el amor incondicional.

- ¿Le ha ayudado también Mateo a tener más los pies en la tierra?

- Sí. De hecho, creo que personal y profesionalmente sé el terreno que piso y soy realista. A ver, yo soy actor, no me dedico a salvar vidas. No me creo más importante que nadie, ni imprescindible, ni el mejor en nada, aunque estoy muy orgulloso de mi profesión y de dedicarme al mundo de la cultura, que de verdad creo que es muy importante para la vida de las personas y para el buen funcionamiento de un país.