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Trap. 2024.105 min. EE UU. Dirección y guion: M. Night Shyamalan. Música: Herdís Stefánsdóttir. Fotografía: Sayombhu Mukdeeprom. Reparto: Josh Harnett, Ariel Joy Donoghue, Saleka, Alison Pill. Género: Intriga Thriller. Salas: Cinesa, Ocine y Yelmo.
Lo último de M. Night Shyamalan tiene poco de sobrenatural, ... aunque si tenemos en cuenta que su argumento juega, tan azarosa como caprichosamente, con la credibilidad puede concluirse que 'La trampa' roza lo paranormal. El cineasta de 'El protegido' se hace trampas al solitario en un thriller que parece a veces un corte de mangas irónico a las recientes frustraciones y falta de conexión con el público de la última etapa de su trayectoria.
En 'La trampa', entretenida en su disparatada superficialidad, pero muy tramposa, el thriller discurre casi en su totalidad en un mismo espacio, el recinto donde se celebra un concierto multitudinario. Desde la llegada del padre y la hija al lugar de la actuación, Shyamalan hace lo posible por enganchar al espectador a través de giros, golpes de efecto, sutiles unos, burdos otros, entre lo inquietante, ajustado al precio de la entrada (la de los personajes y la del espectador) y esa destreza inherente en el director de 'El sexto sentido' que le permite zarandear todo y cuando quiere.
El padrazo y la niña fan intercambian una velada musical precedida de unas buenas notas en el instituto (porque no todo es gratis). Más macguffin y Hitchcock que nunca, el cineasta convierte su etiqueta de alumno excelso del maestro en un homenaje tan evidente que acaba por ser hasta retorcido. También pulula por ahí el Brian de Palma de 'Snake Eyes' en lo que se refiere a ese juego de incertidumbres y opuestos entre celebración colectiva e intriga. Casi en cada secuencia asoma el legado visual fragmentado de Hitchcock: los objetos, los espacios, las ocurrencias que guían al espectador como un cordero al sacrificio.
De 'Cortina rasgada' a 'Psicosis', 'La trampa', minimalista y juguetona, en ocasiones esconde las cartas y en otras deja todos los trucos a la intemperie. A Shyamalan le interesa más el engranaje del duelo entre suspense y sorpresa que la sustancia de sus criaturas. Hasta suena a escaparate provocador el convertir en actriz, es un decir, a su propia hija Saleka, cantante que encarna a Lady Raven.
El cineasta combina los géneros, se fija en el interior y en el exterior, en el detalle y en la distracción. Y, además cuenta con una joya no menos cínica: Josh Harnett en una interpretación genial. En la trama se suceden la celebridad, la sociedad hipervigilada, lo superficial (también su propio argumento y la reacción de muchos de sus personajes, incluyendo una coda entre los créditos) y las redes sociales. Inverosímil artificio o descarada huida hacia adelante.
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