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Borja Crespo
Viernes, 11 de diciembre 2020
Antes del fenómeno 'Parásitos', el cine oriental en general y el surcoreano en particular brillaba en los festivales especializados, con un cineasta de nombre sonoro como punta de lanza, Kim Ki-duk (Boghwa, 1960). El reputado cineasta oriental nos ha dejado a escasos días de ... cumplir 60 años, debido a complicaciones derivadas de la covid-19. Se encontraba en Letonia, lejos de su casa, preparando su siguiente película. Presencia habitual en certámenes internacionales de peso, en San Sebastián presentó en su día 'Dream' (2008), donde un hombre soñaba que había tenido un accidente de tráfico. La pesadilla le llevaba al lugar del trágico incidente, donde descubría que había ocurrido de verdad. Las historias evidentes no interesaban a un creador esencial para entender la Nueva Ola del cine coreano. Su obra, a ratos rabiosamente experimental, no deja a ningún espectador indiferente. Exorcizar sus demonios era una de las obsesiones de este llorado autor a la hora de plasmar sus ideas en imágenes. En el año 2000 estremeció a la audiencia del Festival de Sitges de la mano de 'La isla', cuyas crudas imágenes, no aptas para cualquier estómago, escandalizaron a los curtidos aficionados al evento catalán. Era el quinto filme de una copiosa filmografía -23 largometrajes-, tremendamente visceral y poco complaciente con el gusto popular. Romper tabús estaba en su ADN.
Hijo de campesinos, el inclasificable Kim Ki-duk trabajó de albañil antes de decantarse por la cámara. Su carácter rebelde le llevó a alistarse en los marines durante un lustro,. Estudió pintura y escultura en París a principios de los años 90, antes de abrazar el arte cinematográfico tras un viaje por Europa que cambió su forma de pensar. 'Crocodile' (1996) y 'Animales salvajes' (1997) fueron sus películas de arranque, los primeros pasos antes de convertirse en un artista indispensable en el circuito de exhibición en versión original subtitulada, con títulos como 'Domicilio desconocido' (2001) o la aplaudida y sensorial 'Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera' (2003), protagonizada por dos monjes budistas aislados en un remoto templo, cinta que le acercó a un público más amplio. En 2004 firmó dos de su obras más interesantes, 'Samaritan Girl', filme con la cual ganó el Oso de Plata a la mejor dirección en la Berlinale, y la sensacional 'Hierro 3', ganadora del León de Plata al mejor director y el premio de la crítica en Venecia, además de la Espiga de Oro de la Seminci de Valladolid.
'Hierro 3', la historia de un joven peculiar que ocupa viviendas sin habitar temporalmente, como un fantasma, fue elegida como la mejor película de 2004 por la crítica internacional. Entonces Ki-duk ya formaba parte del Olimpo de cineastas personales con proyección universal. Los personajes al margen de la sociedad, el agua como elemento purificador o símbolo de muerte, la sexualidad, la violencia y la mujer como salvación, o todo lo contrario, son algunas de las constantes de un cineasta llorado por los más cinéfiloso que también se alzó con el León de Oro a la mejor película en Venecia con el drama psicológico 'Pietà' (2012), un antithriller excéntrico que cautivó a la prensa. Curiosamente, su manera de entender el cine calaba más en el extranjero que en su país de origen. 'El arco' (2005), 'Time' (2006), 'Aliento' (2007) o 'Amén' (2011) también forman parte de una trayectoria loable, empañada cuando en 2018 fue acusado de abusos por parte de varias actrices con las cuales había trabajado. No salió absuelto de todas las causas abiertas en su contra, confesó haber abofeteado a una intérprete, con lo cual los productores le dieron la espalda. Abrumado por un sentimiento de culpa que ya estaba presente en su trayectoria, su creatividad se vio mermada. Su inesperado último aliento anima a revisitar sus mejores peliculas.
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