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Pulsa el espacio, el entorno y el juego de perspectivas. «Presionar una tecla pone en marcha una acción», dice José Cobo (Santander, 1958) mientras se mimetiza con los ecos del Concurso Internacional de Piano Paloma O'Shea, fijados en mármol entre el homenaje ... y el recuerdo. El monolito impulsado por Vicepresidencia será inaugurado mañana en Gamazo. El artista de Los Raqueros y el Monumento al incendio explica aquí los detalles de su nueva obra pública.
-¿Cómo define su escultura sobre el Concurso de Piano?
-Se trata de una escultura conmemorativa del 50 Aniversario del Concurso Internacional de Piano Paloma O'Shea que ensalza la figura de su creadora y promotora y del instrumento objeto del Concurso y la música que produce. La escultura consta de cuatro monolitos que juntos forman uno solo. Históricamente los monolitos marcan hitos destacables que hay que recordar. Se erigen como marcadores de acciones y de eventos sobresalientes llenos de significado para la comunidad donde se han producido. En este caso los monolitos son reminiscentes de las teclas de un piano aunque no su representación literal. Mi idea es que mantengan su identidad de piedra además de hacer referencia al instrumento.
-¿Una obra de encargo condiciona la libertad del artista?
-No necesariamente. Desde luego, no en este caso. Creo que en general se valora la originalidad de la obra. Cuando me planteo un nuevo proyecto el mayor condicionante es el espacio y la escala que demanda la obra y también el tema, pero en menor medida. El estado de la mente con el que me enfrento a un proyecto nuevo es siempre parecido; la lógica interna de la obra, su significado, el espacio que debe activar y la escala.
-¿Ha sentido presión a la hora de asumir este proyecto, dado que su obra está muy presente en la ciudad?
-En absoluto. Ha surgido espontáneamente.
-¿Qué fue lo primero que desechó, y qué tuvo claro que debía estar en su obra?
-No me dio tiempo de desechar nada porque me enfoqué inmediatamente en la primera idea que tuve. Cuando me propusieron hacer algo relacionado con el Concurso la primera imagen que me vino a la cabeza fue la de mi propia instalación inaugurada hace poco más de un año en Nebra, Alemania. Varias veces me había referido a esta obra de bronce pulido destacando el ritmo horizontal que se genera por la sucesión en el paisaje de varios elementos escultóricos de diferentes alturas. Pensé entonces en una sucesión de monolitos de diversas alturas reminiscentes de las teclas de un piano. Añadí las varias inclinaciones para que la luz incidiera en ángulos diferentes. Se trataba de enfatizar el ritmo producido por la música. Pensé en los bloques de mármol y en los colores blanco y negro del teclado. Con esta idea hice una maqueta para jugar con las formas finales y con la escala.
-¿En su creación, más allá del simbolismo obvio, qué factores ha buscado representar?
-En la escultura también se intuye la presencia de los pianistas que se manifiesta por las diversas inclinaciones de los monolitos interpretables como teclas accionadas por dedos invisibles. Las teclas, cuando se ven los monolitos como tales, marcan estados de ánimo y sensaciones producidas por la música que van desde la calma y el sosiego, expresadas a través de las teclas o monolitos más verticales, al dramatismo de las notas expresadas por el monolito o tecla más inclinada.
-¿Habló con la presidenta de la Fundación Albéniz antes de iniciar su proyecto?
-No hablé con ella. Creo que le presentaron las imágenes de la maqueta.
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-¿Qué importancia le ha dado al lugar donde se ubica la pieza?
-El lugar es definitivo para el diseño de la obra. Esta se ubica entre la fachada este del Palacio de Festivales, del arquitecto Francisco Sáenz de Oiza, y la lámina de agua diseñada por el arquitecto Eduardo Fernández-Abascal, en la nueva plaza que conecta el Palacio con las Naves de Enaire. La alineación vertical de los monolitos juega con la arquitectura del Palacio, con las cuatro torres que parecen anclarlo en el suelo, con las líneas rectas dominantes en la plaza y la nueva fuente y con las franjas de mármoles blancos y rosas que caracterizan el edificio de Oiza.
-¿'Duda dada', su reciente muestra, certifica que un artista está obligado a reinventarse?
-Siempre se está reinventando uno, aunque más bien lo que se reinventa es la forma de expresarse, los medios materiales y técnicas que sirven para crear el lenguaje plástico. En 'duda dada' utilicé medios diversos como son la escultura, el vídeo, la fotografía y la instalación, como llevo haciendo años las exposiciones.
debates y museos
-Una vez dijo que los artistas han de saber provocar emociones. ¿Cómo define esa conexión?
-Los romanos decían que el arte 'conmueve, enseña y deleita'. A pesar de los cambios radicales que ha habido a lo largo de la historia del arte y del lenguaje artístico estos tres conceptos son aún válidos. Jerry Saltz, un crítico de Nueva York, decía que el verdadero arte es el que te cambia la vida. El arte que se considere tal, abre las compuertas de la percepción y reformula sensaciones, haciéndolas sentir en el corazón y en la mente.
-No se puede decir que Santander sea un ejemplo de cuidado de la intervención artística pública...
-Santander está en proceso de evolución. Los gustos y los criterios para valorar el arte cambian en todo el mundo casi simultáneamente. Las capitales y las grandes ciudades van por delante. Hemos de confiar en el futuro y poner las bases para que dichos criterios se asimilen y mejoren continuamente.
-¿Es la hora, entre tanto proyecto, de que ciudad y arte contemporáneo se abracen finalmente a través de un museo definido?
-Sería deseable a través de un museo, de muchos o del acercamiento espontáneo. Algo poco probable entre las ciudadanos y el arte contemporáneo. Es un esfuerzo que va en ambos sentidos y, por tanto, con el fin de captar adeptos se puede llegar a confundir el arte con el entretenimiento cuando son cosas muy diferentes.
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