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En la era victoriana se acuñó en lo círculos médicos y científicos el término histeria, aplicado, grosso modo, a los síntomas de aquellas mujeres «con tendencia a causar problemas». A día de hoy, la palabra intensa ha sustituido a ese marco conceptual. Una tesis ... que sostiene la periodista Ana Requena (Madrid, 1984) en su último libro, titulado precisamente así, 'Intensas', (Roca Editorial, 2023). La también escritora y responsable de género en Eldiario.es lo presentará esta tarde (19.30 horas) en La Vorágine. Mañana, impartirá un taller de perspectiva de género a propuesta del Colegio de Periodistas de Cantabria, abierto a profesionales colegiados o no, en la sede de Unate (10.00 a 12.00 horas).
Requena hace una reivindicación de la intensidad, relacionada con verbos como pedir, enfadarse, sentir o enfadarse, pues «es un motor que nos ayuda a estar más cerca de lo que queremos y eso solo puede ser bueno».
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Considera la autora que «las mujeres convivimos todo el rato con un menosprecio general a nuestras experiencias, lo que necesitamos y lo que sentimos». Y ejemplifica esta afirmación con la respuesta repetida en numerosas ocasiones «no exageres, no es para tanto», «no te lo tomes así, es solo una broma», como si esos enfados o esas quejas no tuvieran sentido o siempre fueran demasiado. «Queremos acabar con eso para que sean tenidos en cuenta: tenemos derecho a pedir en nuestros propios términos, a ser vehementes y sentir ira sin que nos etiqueten por ello».
Comportamientos reconocibles y cotidianos, «que tenemos muy interiorizados». «Forman parte del entramado social machista en que vivimos y han pasado inadvertidos o naturalizados para la mayoría durante mucho tiempo -argumenta la escritora- Lo que estamos haciendo es desmontarlo».
La crítica termina llevando a la duda sobre la legitimidad de esas reivindicaciones. Nos trasladan que enfadadas o reivindicativas vamos a gustar menos y uno de los mandatos más grandes que tenemos las mujeres es el de complacer y gustar y si lo rompemos cae entre nosotras una especie de amenaza.
Ana Requena
Periodista y escritora
La crítica termina llevando a la duda sobre la legitimidad de esas reivindicaciones. Nos trasladan que enfadadas o reivindicativas vamos a gustar menos y uno de los mandatos más grandes que tenemos las mujeres es el de complacer y gustar y si lo rompemos cae entre nosotras una especie de amenaza.
Una de las consecuencias es la renuncia «a cosas que son importantes para nosotras, a decir lo que pensamos o creemos», por inseguridad y porque enfrentarse a determinadas etiquetas es incómodo o desagradable. «Para entender la envergadura de esto tenemos que pensar que es algo que a las mujeres no nos sucede una vez en la vida». Este tipo de penalizaciones sociales sutiles «están muy extendidas, lo vivimos de manera constante en nuestros trabajos, nuestras familias o relaciones afectivas».
La peor de lo que Requena define como «sombras perennes» es, a su juicio, el cúmulo y la normalización. «Aprender desde pequeñas a dudar de nosotras mismas y nuestras necesidades, del derecho a quejarnos, es lo peor, porque nos acostumbra a obtener un papel secundario y acomodarnos a los demás». Esa combinación se traduce a numeroso ámbitos de la vida con «sentirnos exageradas».
Visto con perspectiva, en los últimos diez años, «en la sociedad hemos cambiado bastante y esta conversación en torno al machismo cotidiano y el doble rasero con el que se juzga, está mucho más en la agenda social». Algo que convive al mismo tiempo con que muchas de esas ideas y estereotipos siguen estando presentes, «si bien hay más conciencia social y las mujeres hemos ganado mucho con el relato compartido de los que nos sucede».
Requena se considera optimista respecto a las nuevas generaciones. Vivimos, dice un momento de «avance y reacción» al mismo tiempo. «Se han conseguido muchas cosas y algunos planteamientos feministas han entrado a formar parte del sentido común de una sociedad», con jóvenes que se han socializado con ellos. «Lo que les pase, de ahora en adelante, tiene mucho que ver con lo que planteemos los mayores; sus actitudes suceden en relación con el resto y ahí tenemos una tarea compartida por seguir alimentando esa semilla».
Para quienes creen que la literatura feminista es una moda, Requena no le pondría ni la etiqueta. «Hay algunos temas que se han entendido siempre como un universal para el que siempre hay mercado sin discusión», pero en cuanto se habla de otros temas «se dice que todas hablamos de lo mismo». El objetivo radica ahí en modificar ese concepto de lo que es universal, adaptándolo «a lo que es interesante para todo el mundo». Una de las ideas con las que se ha tratado de desactivar al feminismo históricamente es tintar como un movimiento malo, que enfrenta o busca someter a los hombres. No es nada nuevo. Si algo se ha demostrado con la historia es que el feminismo es un proyecto de transformación social para buscar una sociedad más justo, igual y diversa para todo el mundo».
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