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Madurez y vocación se unían en Angel de la Hoz, el «cronista de lo imaginario» como le definió el poeta y premio Cervantes José Hierro. Justo en la hora de su muerte se cumple poco más de una década de su singular 'Autobiografía fotográfica' ... . La sexta entrega de las 'Memorias con Arte' de la editorial cántabra Valnera acogió la escritura y la memoria de Angel de la Hoz. «Sí, sí, ya sé lo que me vas a decir. Que esto es impensable, que cómo se me puede ocurrir una cosa así, que esto está de más. En fin, ¡lo que quieras! Pero lo que no me puedes negar es que te conozco a fondo ¡vaya si te conozco! Te conozco desde hace ochenta y cinco años, día a día, minuto a minuto; o sea, que no me repliques, porque sabes perfectamente mis razones». Así arrancaba el prólogo dialogado, a modo de misiva irónica, que el fotógrafo y pintor expresaba en el umbral de su trayecto evocador. Dos tomos, «el por qué y el cómo de una profesión y su obra creativa», integraron ese itinerario confesional, no exento de humor, que partía de su infancia y revisaba sus vínculos con la ciudad y sus gentes. «Cuando tomé la decisión de dedicarme a la fotografía profesional, se me planteó el problema del aprendizaje. Hasta este momento no había sido más que un fotógrafo aficionado y, como no disponía de laboratorio propio, había dependido siempre de los de la casa Zubieta o de la óptica Ludy. Ahora debía pensar en el montaje de un estudio dotado de todos los elementos necesarios para su correcto funcionamiento». La decisión clave la contaba De la Hoz: «Hablando del tema con unos y con otros, surgió una posible solución: (...) Carlos Acha me puso en contacto con James Rimkeit, propietario del estudio fotográfico 'Foto Arte Moderna', establecido en plena Gran Vía bilbaína».
Ángel de la Hoz trazó sus recuerdos, impresiones y confesiones a través de esas dos partes. En la primera se suceden «la dorada nebulosa de la infancia, el colegio, la guerra y el incendio», que dan paso al cómo; en la segunda, el creador revisaba« los comienzos de una profesión, el grupo Proel, La isla de los ratones y Sur; la labor en el estudio; la fotografía fuera; la nueva andadura y un epílogo circunstancial, entre otras vivencias, experiencias y emociones». El segundo tomo, centrado en 'Ángel de la Hoz, fotógrafo', se reflejó en una serie documental de retratos, ilustraciones de libros y varios, dado que la labor del fallecido abarcó también la pintura, en lo artístico, y una inquieta y vitalista implicación en la vida cultural santanderina.
Valnera editó en conjunto una mirada integral del artista y su creación a través de 140 fotografías en color y blanco y negro, en una edición digital que corrió a cargo del fotógrafo Jorge Fernández.
En sus páginas De la Hoz narraba su accidente en el dique seco de Astillero, en los 50, cuando tomaba fotografías para un proyecto de la Cámara de Comercio y que estuvo a punto de costarle la vida: «Salí volando por el aire haciendo honor a mi nombre; como un ángel, sí, pero sin alas».
La historiadora del arte Lidia Gil subrayó en esa edición su aportación histórica al enlazar Cantabria con la modernidad de la fotografía. «Su espíritu de investigación, de búsqueda expresiva hacia una fotografía pura y libre de condicionamientos alentó su labor desde que, a mediados del siglo pasado, habiendo establecido ya su estudio profesional, diferenciara muy bien lo que son las fotografías comerciales, 'de sociedad', requeridas por la clientela y los trabajos más artísticos y creativos, como esos 'retratos de carácter' a través de los cuales irá depurando formal y conceptualmente su obra».
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