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«Ante el observador la obra se puede presentar dispuesta a dialogar o a callar, pero también el contemplador puede ser un sujeto activo o pasivo. Finalmente, todo se reduce a cómo se combinen esas cuatro posibilidades. Y sabemos que solo una posibilita la eternidad ... de lo efímero». El pensamiento no pertenece al ensayo de un crítico o de un comisario de exposiciones, sino a un artista. El santanderino Eduardo Gruber, desde la reflexión, la huida del encasillamiento y una concepción humanista y poliédrica del hecho artístico acompaña sus comparecencias en una asentada y fundamentada expresión del lugar en el mundo que ocupa el arte. Este otoño regresa con presencia expositiva como parte de un proyecto que emprendió la Fundación Caja Cantabria a finales del pasado año y que ya permitió reeencontrarse con la obra de Fernando Bermejo. Ahora, desde el próximo día 28, se completa con la creación de Gruber en una mezcla de espacio singular, en el Casyc Up e instalación personal.
Concebido como un espacio de creación para proyectos singulares, la Fundación Caja Cantabria inauguraba su actividad de producciones propias 2021 con la puesta en marcha de este proyecto ligado a su tradición de «potenciar laboratorios para el arte y la creación y la búsqueda de territorios alejados de las propuestas tradicionales». La entidad cántabra que, en paralelo, mantiene sus colaboraciones con el MAS, no se planteó este proyecto como exposiciones propiamente dichas, «sino como 'art project' condicionados por un espacio dado y unas condiciones ambientales cambiantes».
Una sala luminosa, extensa y plenamente abierta», la Sala Diáfana, del Casyc Up que alberga, como en este caso, «esa acción de la imaginación propia del ingenio humano, que persigue la formación de palabras, sonidos, imágenes de todo tipo... abierta ya en el presente a un sinfín de posibilidades».
El fin radica en que «los artistas desarrollen en plena libertad sus capacidades imaginativas en forma de proyectos que, fuera de lo habitual o convencional, exploren su poder de espontaneidad y expresividad».
Ante esta muestra de una serie de obras en el proyecto de la entidad cántabra que dirige Juan Muñiz, el Gruber pintor y dibujante y el escritor se funden en una serie de reflexiones sobre la creación.
«Sabemos que la obra de arte, como la piedra, no es eterna, solo es duradera, que no se construye con el deseo de perdurar sino para un objetivo concreto, incluso como ocurre con las performances lo efímero es consustancial a ello (dicho con ironía, hoy se hace arte efímero sin que el artista lo sepa), pero también que no es la obra de arte la que existe sino el acto de sentirla, y solo en algunos casos será una modesta protagonista en la memoria del que la contempla que, por algún motivo inexplicable en lo emocional, la retendrá».
Entre las nuevas propuestas Gruber incluye: 'It´s not a circus' o contemplar durante unos segundos el paso del tiempo; 'Pirámide', dominada por la iconografía de unas manzanas en la que el tiempo «destructivo» no se percibe; o en la que puede ser evidente como en 'Gestación' (cerámica, bombillas y placa programada), «obra de clara componente conceptual e ingenuamente sofisticada, que deviene de cierta poética personal».
El pintor y dibujante santanderino, que utiliza la fotografía de forma indirecta en la construcción de las ideas que determinan sus obras, protagonizó el pasado verano una entrega de la serie La Caverna de la luz.
En su itinerario trazado para el Casyc combina sus pinturas y dibujos con vitrinas (bombillas y manzanas) que sirven para vincular ese dialogo y reflexión con las obras de gran formato. La muestra la integran ocho obras y piezas que reflejan su inquieta búsqueda creativa.
Gruber apunta que «el pasado que ha desaparecido, que fue efímero, está presente entre nosotros en archivos o tradiciones, en relatos o museos. Y que mejor modo que imaginar una visita a un museo de ciencias naturales para descubrir un hecho paradigmático que define mejor que nada lo que fue la vida y ahora son simples objetos que ejemplarizan la experiencia de que ahora el tiempo ya solo pasa para aquel que lo contempla».
Su obra 'Asno' (Equus asinus) (acuarela y óleo sobre papel pintado por ambas caras, troquelado y doblado) se postula como «una metáfora de la que me sirvo por su dimensión simbólica para hacernos esa reflexión».
Y lo efímero recordado tiene «una componente melancólica con la que la memoria a menudo nos dice lo que fue y ya nunca será». Su obra 'Ya' (reloj) (grafito, óleo y papel de calco sobre papel) «bien podría ilustrar ese pensamiento».
Dos pilares , expresados por el propio Gruber, priman en un regreso expositivo que preside esta muestra, paralela a la indagación de nuevos caminos y creaciones que persigue en su estudio: «lo alegórico y lo político» como factores implícitos en su obra.
«Sé por experiencia que si atrapas una idea debes de ser consciente de lo efímera y frágil que puede ser. Hacer cómplices los pensamientos y lo formal, sabiendo que ello posibilita que tome relieve lo 'alegórico' que suelo buscar».
Y subraya una confesión: «No puedo evitar cierta conciencia 'política' en mis trabajos, y a menudo me valgo de la metáfora y su dimensión alegórica para ello».
Antes de la pandemia, Gruber (Santander, 1949) protagonizó una de las exposiciones más importantes de su ya densa trayectoria. Marco, el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo, albergó a finales de 2019 su obra reflejada en series, en una instalación, en un libro de libros, en libros de artista, todo ello hasta conformar 'El salón de los espejos', comisariada por Miguel Fernández Cid, a su vez director del centro de arte vigués.
Y entre esos diferentes trayectos un territorio común: el desvelo del proceso creativo y la necesidad de contar el mundo.
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