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De la enfermedad, de las desgracias propias también hay que saber reírse

De la enfermedad, de las desgracias propias también hay que saber reírse

Cuaderno de excepción, día 2 ·

Martes, 17 de marzo 2020, 07:18

Comienzo a despertarme y me doy cuenta de que no puedo ir a ningún sitio. Es lunes pero es domingo otra vez. Ha saltado por los aires el calendario. Así que me lo tomo con calma. Como vivo en las afueras de la ciudad, no ... noto este estado de excepción porque desde el exterior me llega el rumor de casi todos los días. Me viene a la cabeza, con la mente aún a medio camino entre la realidad y el sueño, el discurso del presidente del Gobierno. Mira a cámara y nos dice que tenemos que recluirnos en nuestras casas y estar unidos para derrotar al coronavirus. Parece el guion de una mala película. Ni adrede se buscaría un nombre tan malo para un villano: coronavirus. A los de mi generación, los nacidos en los años setenta, estos días nos asaltan las imágenes de 'Érase una vez la vida'. Imagino al coronavirus como un caballito de mar flaco, con mirada maliciosa, pelo de pincho y nariz afilada. Si nos cuentan hace unos meses que el presidente del gobierno nos iba a pedir que nos quedásemos en casa para luchar contra un virus, nos hubiese dado la risa. Ahora ya no nos reímos tanto. Por eso obedecemos, porque queremos ser buenos ciudadanos y porque tenemos miedo. Bueno, un poco sí que nos reímos, pero es ese humor tan saludable que ayuda a hacer más llevaderas las cosas graves. De la enfermedad, de la muerte, de las desgracias propias también hay que saber reírse. No porque no nos las tomemos en serio, sino para hacer más luminosa una vida que ya estaba llena de peligros antes de que el coronavirus apareciera.

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