«Quien escribe ha de perder el pudor pero nunca la honestidad»

La novela que presenta hoy, sucesora natural 'La ciudad de los ojos grises' (Algaida, 2012), es un retrato literario y vital del Bilbao de los años treinta y cuarenta, combina la intriga policiaca, el thriller político, el drama amoroso y la novela histórica.

-Su libro tiene forma de novela negra, pero si tomásemos a Bilbao como personaje, podría leerse como una tragedia...

-Mi novela tiene tintes negros, pero es más una ficción histórica e, incluso, costumbrista. La muerte y el amor son los grandes temas de la literatura, de ahí que los aborde una y otra vez en mis novelas. La trama negra es una mera excusa. Y sí, lo que ocurrió en aquellos años fue una tragedia, pero a pesar de ello quise darle un tono optimista a mi novela.

-Sitúa su novela en dos décadas cruciales: los años treinta y cuarenta.

-Escribir sobre una época, más o menos conocida, provoca que los lectores sepan el terreno que pisan. Pero yo no lo considero un inconveniente. Muy al contrario, me encanta que me acompañen en mis aventuras literarias. Eso sí, yo busco sorprenderles con las pequeñas historias desconocidas que despiertan las emociones.

-En su novela, el paisaje de época se diría que cobra vida... ¿Qué se conserva de aquella ciudad casi un siglo más tarde?

-Yo salí de allí con quince años. Así que algo de las dos cosas hay. Y no es necesario evitarlo. La documentación emocional es lo que distingue a un escritor de otro. Quien escribe ha de perder el pudor pero nunca la honestidad.

-Elige a un periodista como protagonista. ¿Es tan importante qué ocurre como la forma en que nos lo cuentan?

-Una misma historia se puede contar de innumerables maneras, incluso con el mismo argumento. Es la forma de contarla lo que determina el resultado final de una novela. En este caso, quería contar cómo las personas de a pie se defendieron ante un hecho catastrófico que les era ajeno, como fue la Guerra Civil. Afortunadamente, escribí la novela antes de la pandemia, porque no deja de tener ciertas similitudes.

-El cronista se enamora de una librera...

-Es que soy un romántico, en el sentido más decimonónico de la palabra.

-Aunque para arrebatos de romanticismo, el de un directivo de banca que un día lo deja todo para ser escritor...

-Arrebato de romanticismo o de inconsciencia, por no llamarlo locura. Y más en estos tiempos, donde vender un libro es casi un milagro. Salir de la zona de confort no es una decisión habitual, pero en mi caso era una necesidad vital. Y sin vida no hay literatura. Empezar de cero en una ciudad desconocida no deja de ser un reto.

-Ha decidido instalarse en Santander. ¿También tiene una novela?

-Desde que me instalé aquí no he dejado de leer sobre la ciudad, sobre sus gentes, sobre su pasado, de recorrer los lugares menos turísticos...