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RICARDO ALDARONDO
SAN SEBASTIÁN.
Lunes, 16 de septiembre 2019, 07:18
Dijo que no iba a escribir más libros, en todo caso intentaría dar forma a su historia de amor durante 35 años con su mujer Sara Torres, también para contar lo que ha supuesto perderla, hace cuatro años. El resultado se titula 'La peor parte' ... y se publica hoy lunes. El filósofo y ensayista Fernando Savater (San Sebastián, 1947) presentará su obra en Santander el día 16 de octubre dentro de Aula de Cultura de El Diario.
- ¿Tenía necesidad de escribir desde el dolor de la ausencia?
- Puede parecer que quiero contar que estoy muy triste, pero el libro no trata de mí, trata de ella. Es una forma de recordarla, porque tuvo una vida que no es de las corrientes. Y toda la parte de ficción la he escrito para darle gusto, porque a ella le gustaba que le escribiera cuentos e historias. Que luego le interesara a la gente me daba lo mismo, yo lo escribía para ella.
- En su 'Diccionario filosófico' (1999) la primera palabra, y la más importante, era 'alegría'. Ahora habla de lo que creía que nunca iba a conocer, la falta de alegría.
- He escrito tanto sobre la alegría que me parecía honrado contar que lo que yo creía que era un dato mío, como ser feo o tener gafas, resulta que no, que de pronto te la pueden quitar, lo cual refuerza la importancia de la alegría cuando la tienes.
- ¿Pero tampoco quería un libro sobre su refugio en la tristeza?
- Confieso que empezó un poco así, como unos apuntes en los que contaba lo que a mí me pasaba, lo que hizo mucho mejor Julian Barnes. Su mujer murió del mismo tipo de tumor cerebral que Sara, pero Barnes no habla casi de ella, sino de lo que le pasaba a él. Yo quería hablar de ella, viva y activa, aunque al final había que hablar también de la enfermedad porque fue brutal, sobre todo en contraste con lo que ella era: fuerte, ágil, nunca estaba enferma, hasta que le cayó esto. Si hubiera muerto de un infarto, creo que me hubiera dejado más entero, lo que me destruyó fueron los nueve meses de sufrimiento, y con la sensación de que todas las iniciativas que yo tomaba para intentar curarla eran para peor. Y la enfermedad también fue parte de nuestra relación. Cuando estábamos en Pontevedra, que le acababan de diagnosticar la enfermedad, de forma muy tranquila me dijo: «Si tú no lo cuentas nadie va a saber lo que ha habido entre nosotros». Y eso me animó un poco a intentar contarlo, pero quería que fueran cosas significativas para el lector.
– El libro también refleja toda una historia de amor.
– Sobre todo confirma que el amor existe. No siempre con placidez ni convertido en un pasatiempo de fin de semana, pero existe con todo el compromiso y con todos los dolores. Cuando conocí a Sara yo era bastante casquivano, pero enseguida me di cuenta de que no iba a poder ser así, era tomar o dejar.
– Tantos años dedicados a la lectura y la filosofía, ¿ayudan ante una pérdida como esta?
– Me entretengo mucho leyendo y releyendo. Yviendo películas viejas. Como tenemos tantas... pero no me consuela nada. No hay un consuelo filosófico, ni nada así.
–¿También se resiste a ese consuelo?
–Es que también me dolería que me olvidara de su ausencia. Si algún día me acordara de ella sin llorar, eso me dolería más que ninguna otra cosa. Por eso no quiero que se me pase. Escribir el libro era para mí una especie de conjuro mágico. Yo creí que con ese conjuro, en cierta forma la volvería a tener.
– Dice que le corregía y comentaba, a veces duramente, todo lo que escribía. ¿Qué cree que le hubiera dicho de 'La peor parte'?
– Esa pregunta me hago constantemente. Cuando me decía «qué bueno, ¿no?» para mí era como el Nobel, porque si no le gustaba me lo decía con la misma tranquilidad.
- Confiesa que escribirlo ha sido muy doloroso, pero ¿también ha habido momentos en que ha sonreído recordando?
- Sí, era doloroso y desgarrador, porque sin escribir nada ya me acuerdo de ella constantemente, en estos cuatro años no ha pasado una hora sin que me acuerde de ella. Sara lo pasó tan mal en sus últimos quince días que cuando murió sentí el alivio de pensar que ya no sufría, dentro de la pena inmensa. Pero con el tiempo es cuando me ha ido penetrando su ausencia y su pérdida.
- En el libro explica que hay cosas que no le contaba de sí misma, y usted respetaba ese silencio. ¿En la pareja hay que respetar esa porción de privacidad del otro?
- Algunos somos muy extrovertidos y abrumamos al otro con confidencias. Ella tenía el trauma de su infancia en Canarias, en un entorno de miseria absoluta, sin padre, con una madre más bien mandona, y cuando se fue a Barcelona vendía helados y flores en Las Ramblas para pagarse los estudios. Todo eso le dejó marcada, ver niños pobres le ponía mala, los apellidos que llevaba no eran los del padre sino los de la madre, y no quería hablar de todo eso. Aunque en el libro he reconstruido un poco esa historia, tampoco he hecho hincapié.
- Pero sí explica una evolución considerable en su posición política, en parte paralela a la de usted. ¿Quería mostrar que se puede cambiar de lugar pero seguir siendo fiel a las propias ideas?
- Efectivamente, ella cambió mucho pero siempre desde unas convicciones sociales. Incluso cuando estuvo durante un año en los inicios de ETA, el nacionalismo no le interesaba nada, pero en aquel momento luchar contra el franquismo con armas le parecía bien. En cambio no tenía los prejuicios de partido que teníamos los que habíamos vivido vidas más convencionales, con la división de izquierdas y derechas, y esa cosa de no saludar a fulano porque es del otro bando. Ella no tenía nada de eso, de hecho en Basta Ya! servía de aglutinante entre unos y otros. En el libro cuento alguna cosa graciosa en este sentido, cuando trató de darle lecciones de liberalismo sensual a Jaime Mayor Oreja...
- Hace alguna ironía sobre lo que puede escandalizar esa militancia inicial de Sara...
- Eso tiene actualidad porque ahora se habla de los que 'ya han dejado la violencia'. Oiga, yo he conocido a mucha gente que estuvo en la violencia y la dejó, como Sara, Jon Juaristi, Mario Onaindia, Patxo Unzueta... Una cosa es que uno deje la violencia pero se dé cuenta de que eso ha sido un obstáculo para la democracia, e intente compensarlo de algún modo, y otra cosa es decir «yo ya he dejado la violencia y ahora voy a cobrar los cupos de la violencia que practiqué, y se acabó».
- Le han calificado de valiente y heroico en los tiempos más duros del terrorismo, pero en el libro da a entender que la valiente era ella.
- Era ella, sí, yo nunca he sido valiente. Yo a un matón no le he tenido nunca miedo, me partirá la cara pero no lo temo. En cambio he tenido muchísimo miedo a que les pasara algo a los seres queridos. Y eso me ha ocurrido y ahí no di la talla. Yo creo que ella esperaba una persona que resistiera mucho mejor la enfermedad que yo, como ella la resistió hasta el último momento. En cambio yo me vine abajo.
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