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Defiende que su nueva novela es, «más que las anteriores, si cabe, meramente un producto para degustadores de buena literatura». Con 'Marta Marta' (La Discreta) Enrique Álvarez (León, 1954) se ha propuesto «demostrar que sobre una temática a priori indeseable como lo es la teológica, ... se puede escribir un relato apasionante». El narrador, que ha desarrollado la mayor parte de su labor profesional en Santander (ejerció como jefe del Servicio de Cultura del Ayuntamiento) publica su séptima novela que presenta hoy en la Librería Gil. En el acto, a partir de las siete de la tarde, estará acompañado por los poetas Juan Antonio González Fuentes y Pablo Sánchez. Autor de 'Cuando llegue la gloria', 'El sueño de la ahogada, o 'Hipótesis sobre Verónica', ha sembrado su trayectoria con varios volúmenes dedicados al cuento, caso de 'El trino del diablo'. Articulista, colaborador de El Diario, publica esta novela de ideas y debate intelectual en torno a la existencia de Dios, opuesta a la novela de tesis.
-Es obligado empezar como lo hace su novela. ¿Qué opina de la figura del teólogo Hans Küng?
-Opino que es un gran teólogo... protestante. Küng ha sido la cabeza de puente de ese sector del catolicismo germánico que se ha 'protestantizado' por completo pero que quiere seguir dentro de la iglesia católica. Esa corriente que estamos viendo ahora en el Camino Sinodal Alemán, que es una rebeldía contra Roma tan descarada como la de Lutero, sólo que menos franca, más aviesa. Pero esta es sólo mi opinión, y no debe condicionar el juicio sobre la novela que he escrito.
-La provocación está en el origen. Dice que novelar una historia teológica es apasionante. ¿Pero usted tiene más fe en la fe que en la literatura?
-No hablaría de provocación. Lo que he hecho es presentar esta novela como un desafío (pero después de haberla escrito, no antes). El desafío es: ¿se puede escribir una novela sobre un obispo de una ciudad como Santander que al descubrir que Dios no existe decide obrar en consecuencia, y que esa novela resulte de lectura tan apasionante como la de cualquier buena novela de género negro, pongamos por caso?
-¿Esta es una ficción sobre Dios o sobre la idea de Dios?
-La pregunta creo que alude al último libro de Pombo, su ensayo 'La ficción suprema, un asalto a la idea de Dios'. Pombo parece fundir la experiencia estética, es decir la poesía, la creación literaria, con la experiencia religiosa, es decir, el sentimiento de Dios, y fíjese que no digo la fe en Dios, porque Pombo nunca habla de la fe. Parece que, para él, el camino hacia Dios empieza en lo estético, entendido como experiencia de la belleza. Es muy interesante esto para mí, porque yo siempre he dicho que la crisis de la Iglesia empezó con el mal gusto que se instala en la liturgia católica a partir del Vaticano II. A Dios se llega antes por la buena música que por las buenas encíclicas. El ensayo de Pombo es magnífico. Lástima que su figura no represente un 'brote verde religioso' entre nuestros intelectuales grandes sino una reliquia, el último representante de una generación de escritores que daban la mayor importancia a las cuestiones teológicas, aunque fuera en la heterodoxia. Pero, para responder a la pregunta, diré que mi novela no plantea esas cuestiones. No defiende la existencia de Dios ni que Dios sea meramente una ficción llena de interés. No defiende nada. Meramente cuenta una historia que trata de hombres envueltos en un caso enorme de apostasía.
RADIOGRAFÍA
-Es su séptima novela. ¿Se sigue considerando un escritor marginal, secundario, aislado en un ecosistema de poetas?
-Marginal y aislado lo soy, aunque... ¿conoce usted a muchos escritores que no crean serlo? Pero en el caso de un novelista como yo, la culpa no es de la prevalencia de la poesía. Lo que ocurre desde hace tiempo es que la poesía tiene un prestigio digamos hipercultural, quizá en parte porque no vende nada, y recibe más apoyos institucionales, Se hacen innumerables antologías de poetas e innumerables ciclos de lecturas y encuentros de poetas, y sobre todo, de poetisas (con perdón), y casi nunca de narradores. Pero, dentro de la marginación universal del hombre de letras, esa discriminación importa poco.
-¿Cabe ver una prolongación de sus siempre polémicos artículos en la escritura de esta obra?
-Creo haber hecho algún mérito con mi obra narrativa, es decir, con la calidad puramente literaria de mis novelas y cuentos, para que se me perdonen las opiniones inconvenientes y, al parecer, escandalosas de mis artículos. Pero no es de esperar que lo logre, aunque quien me lee sin prejuicios siempre se lleva una sorpresa.
-¿'Marta, Marta' es su particular trinchera religiosa?
-No. No escribo novelas de apostolado. Esta novela es, más que las anteriores mías, si cabe, meramente un producto para degustadores de buena literatura.
CULTURA CATÓLICA
-Tras esos creyentes y no creyentes que habitan en su novela, desatada tras la apostasía de un obispo, ¿hay muchos nombres y apellidos conocidos?
-Mis personajes son todos ficticios, pero las ficciones, como los sueños, están hechos de retales de realidad que se mezclan y combinan de la manera más admirable. ¿Quién no ha soñado con una ciudad que es un híbrido, por ejemplo, de dos ciudades dispares? La ficción es valiosa cuando está hecha de realidad interna, de realidad profunda. Y eso se nota. Se nota cuando la ficción es mentira, mentira estética, que decía Unamuno. Cuánto abunda eso ahora.
-No hay nada más lícito que lo de Cioran, que nunca le perdonó a Dios que no existiera...
-Cioran podría ser un genial representante en el siglo XX de eso que se llama la teología negativa, por lo que suelen pasar casi todos los místicos durante una época de su vida.
-En Santander, ¿hay más meapilas, falsos profetas, ateos por la gracia de Dios...?
-En Santander hay de todo. Pero los meapilas están a la baja, y los ateos al alza. El noventa por ciento de la juventud es atea, con un ateísmo además muy orgulloso. Y en cuanto a los falsos profetas, ¿quiénes son hoy los falsos profetas? Siempre, siempre, los que halagan al poder, pero el poder no es Revilla ni Zuloaga ni Gema Igual. El poder es el sistema de pensamiento único que está al mando de casi todo lo que suena en la ciudad, en el país y en el mundo.
LA FE
-¿El escritor tiene la obligación de vivir en la duda y en la incertidumbre como motor creativo?
-El escritor tiene la obligación de ejercer el talento, si lo tiene, y el resto dará igual. Ahora bien, si no tiene talento, está en la obligación de hacerse falso profeta, halagar al poder al que me referí antes, hacerse sistémico, abrazar la corrección política, la igualdad, el feminismo (eso sí, bien maquillado de disidente), y de esa manera podrá comer.
-¿La tecnología es la religión del siglo XXI?
-Más bien se diría que la tecnología es la trampa en la que ha caído el hombre del siglo XX y siguientes. La religión del siglo XXI es plural. Hay muchas, muy dogmáticas, y casi todas compatibles: el fútbol, la ética social, la Nueva Edad, el Progreso sin límites.
-¿Sigue existiendo una forma de nacionalcatolicismo?
-Creer eso sería delirante si no fuera porque obviamente se trata de una fantasma que agita la izquierda para que el electorado coja miedo hacia sus rivales políticos. Llamar nacionalcatolicismo al hecho de que pervivan numerosos símbolos, materiales o morales, de lo católico en la vida pública, es lisa y llanamente estar por la 'cancelación' de veinte siglos de historia cristiana.
-¿Imagino que ya se lo han preguntado. ¿Cuántos han abandonado la práctica religiosa por la falta de autocrítica y la prepotencia de la Iglesia?
-Millones y millones. Es la pura verdad. Siempre hay dos causas en el abandono de la Iglesia y de la fe. Primera: la autosuficiencia y la soberbia del ser racional. Y segunda: el mal ejemplo de tantos eclesiásticos, por lo que usted dice y por otras cosas más. Pero todo esto somos los propios católicos los que mejor lo sabemos. Ecclesia Semper reformanda. La Iglesia siempre debe ser reformada.
-¿Ha desaparecido la cultura católica o tiene sus sucedáneos?
-Los términos cultura o cultura católica están demasiado gastados y nos llevaría mucho tiempo precisar las ideas. Lo que sí está en fase terminal es el concepto de cristiandad, la civilización cristiana. Y los sucedáneos, lo que ha venido, son los 'hollow men', los hombres vacíos, como dijo Eliot También Carl Gustav Jüng escribió que el dolor de nuestro tiempo, el pecado mayor es la vacuidad religiosa de las almas. Reemplazar lo religioso con lo moral fue la gran tarea de las ideologías y seudofilosofías del siglo pasado, y el resultado es una terrible opacidad en la mente del hombre contemporáneo respecto a los temas religiosos, que nos lleva a este futuro que se nos ofrece, sin otra esperanza que ver a Europa y EE UU imponiendo al mundo su concepto de democracia y de libertad. Lo llevamos claro.
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