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Marcos Díez, exdirector de Santander Creativa, ha escrito un diario del confinamiento. JESÚS SÁNCHEZ
«En nuestra esencia humana no cambiaremos demasiado»

«En nuestra esencia humana no cambiaremos demasiado»

Marcos Díez | Poeta y director de la Torre de Don Borja ·

El exdirector de Santander Creativa, autor de un diario sobre la pandemia, cree que vivir profesionalmente de la cultura será más difícil en estos tiempos que vienen

Guillermo Balbona

Santander

Martes, 9 de junio 2020, 07:19

-¿Cómo define este tiempo?

-Me ha parecido un tiempo doloroso y raro. Ha habido una carga brutal de realidad y, a la vez, una sensación de que todo era irreal. El virus hizo parar lo que parecía imparable y nos hizo caer en la cuenta de nuestra vulnerabilidad como seres vivos, he ahí nuestra gran caída colectiva en lo real: supimos de nuestra fragilidad de repente. Pero, por otra parte, aunque sea una paradoja, entre los que estuvimos confinados sin grandes problemas se abrió paso la sensación de que estábamos asistiendo a algo que parecía una ficción.

-Su cuaderno de bitácora publicado durante 85 días por este periódico llevaba el calificativo de 'excepción'. ¿Pero no resulta hoy todo excepcional?

-La vida es excepcional siempre. Supongo que, para ser precisos, lo que llega a su fin es el estado de alarma, el oficial y el íntimo. Termina la alarma porque dejamos de sentirnos amenazados por el virus, lo que no significa que no haya otras amenazas. Porque vivir implica el riesgo de morir, nos sintamos alarmados ante eso o no.

-En muchas ocasiones lo suyo ha sido como un desnudo integral. ¿Ha sentido pudor, ha tenido dudas, ha sido catártico?

-Es una exposición controlada: yo decido lo que cuento y lo que no. No lo veo como un desnudo integral porque al escribir se crea algo que podría definir como un personaje: soy yo y no lo soy. En esa confusión, me protejo. Mi intimidad, lo más valioso, ha quedado fuera del cuaderno. Creo que me expongo mucho más en cualquier poema. Y tampoco me da pudor porque una vez escrito ese poema no soy yo. Las dudas han sido permanentes. Pero creo que, en general, a mí me ha venido bien.

-Como poeta, ¿qué le ha supuesto escribir este cuaderno?

-Me ha llenado de contradicciones porque la poesía, al menos para mí, es el terreno de la espera. En estos tres meses he escrito ochenta y cinco artículos y solo dos poemas. He tenido la sensación de que estaba diciendo demasiado y de que, a lo mejor, era más nutritivo para mí el silencio del que se alimenta la poesía tantas veces. Pero también soy periodista y, como periodista, acepto con gusto y agradecimiento el trabajo de escribir en un periódico.

«Es un sector frágil, atomizado, precario y no se entiende bien con el mercado»

LA CULTURA

-Vivimos de palabras: Irrealidad, fragilidad, vulnerabilidad... ¿augura nuevos géneros, formas literarias y narrativas?

-Es normal que las expresiones artísticas dialoguen con los acontecimientos de su tiempo. Pero me parece también que la literatura que de verdad funciona trasciende su momento histórico y no pierde pegada en otros contextos.

-Desde su experiencia de gestor, ¿qué radiografía avecina?¿De nuevo será el terreno más vapuleado por la crisis?

-Vivir profesionalmente de la cultura ya era difícil y será más difícil en estos tiempos que vienen. Es un sector frágil, atomizado y precario. La cultura, pienso, no se entiende bien con las leyes del mercado. Para que haya una cultura no comercial, no industrial, hace falta un equilibrio entre la entrega personal de los creadores, algo como un sacerdocio, y apoyos públicos firmes para sostener eso o, en algunos casos, mecenazgos.

-¿Cree que cambiaremos tanto tras la pandemia?

-En nuestras esencias como seres humanos, no cambiaremos demasiado.

-La tecnología nos ha servido para estar en contacto. ¿Considera que es la puerta abierta definitiva para convertirnos en prótesis ausentes de tacto?

-La tecnología, con todas sus ventajas, me parece muchas veces un agujero negro que me engulle y que no me da nada, en el que solo desaparezco. Uso el móvil a diario pero me siento mejor cuanto menos lo utilizo. Prefiero el cuerpo a cuerpo, ya sea con un libro, para asomarme a la naturaleza o para estar en contacto con los otros.

EL PERFIL

  • En datos Durante cerca de una década estuvo al frente de la Fundación Santander Creativa. Poeta y periodista Marcos Díez (Santander, 1976) es autor de poemarios como 'Desguace' o 'Combustión' y de relatos como 'Desdoblados', Premio de las Letras 'Ciudad de Santander', 'Ciudad de Burgos' y 'José Hierro', entre otros, ha sido guionista de varios cortometrajes. Dirige el nuevo proyecto de la Torre de Don Borja de Santillana.

-¿Con qué rima pandemia?

-Con tragedia

-¿Y ahora qué hacemos con la nueva normalidad anormal?

-Si la pudiésemos vivir asombrados, ya sería bastante.

-¿Teme que haya más censura, control y vigilancia?

-Creo que no será para tanto. Es mi deseo al menos. En cualquier caso, las cadenas más férreas las tenemos siempre dentro de nosotros. La libertad se empieza a conquistar ahí.

-Ha confesado miedos, deseos..., ¿quizás la muerte haya sido el poso más difícil?

-Pienso en la muerte a diario. No me gusta saber que voy a morir pero tenerlo presente me ayuda a sacudirme las pequeñas miserias de encima y a conectarme con lo que para mí tiene valor en la vida. Cuando me pongo tonto con algún problema banal, cosa que me pasa con frecuencia, pienso en mi muerte y se me pasa la tontería.

«Es muy delicado relacionarse de forma respetuosa con el dolor ajeno»

SOLIDARIDAD O BUENISMO

-Y en unos días, vuelve físicamente a su gestión en la Torre de Don Borja. ¿Qué proyectos cabe esperar en esta etapa?

-Estamos preparando la reapertura, con algunas novedades, y la vuelta a la actividad. Lo mejor de este proyecto es que no lo mueven las urgencias y eso nos permite pararnos a pensar y hacer las cosas despacio y de forma coherente con los valores que están detrás de esta iniciativa. Queremos volver a nuestro ritmo tranquilo y hacer desde ahí cosas que tengan interés y calidad.

-¿Hay un peligro de confundir solidaridad y buenismo?

-En las redes sociales se corre el riesgo de utilizar el sufrimiento de los otros para, a lomos de esa empatía que se hace pública, alimentar nuestra imagen de seres íntegros, dignos y buenos. Es muy difícil y delicado relacionarse de forma respetuosa con el dolor de los demás. Cada vez creo más, con todas mis contradicciones y dudas, en el compromiso callado, íntimo.

-Emilio Lledó espera que se abra «un nuevo horizonte de cultura y educación». ¿Este es el gran reto humanista?

-Ojalá fuera una prioridad una educación o una cultura no centradas en el mercado laboral o en la venta de productos o mercancías. Ojalá, como formación integral para la vida y no tan orientada al trabajo y el consumo.

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