Juan Gómez Bárcena | Escritor

«Los estudios parecen demostrar que los solitarios tienden a tener más frío»

–¿Recomienda una lectura solitaria de su 'Mapa'?

–Yo lo llevaría a la playa, a disfrutarlo con el sol.

–Pues el islote de la cubierta bien parece la isla Solita…

–Podría ser; de hecho, cuando está despejado se ve desde mi pueblo, Toñanes. Pero no: me temo que es Capri.

–¿La portada importa?

–La verdad es que la elección de las portadas es de las cosas que más me cuestan de un libro, lo mismo que el título.

–Un libro que nace del despecho, por así decirlo.

–Sí, me dieron una beca de la Universidad de Buenos Aires para conocer el programa de escritura creativa, lo que yo enseño en Madrid y que en ese país es una licenciatura. Pero una vez allí, el escritor Roque Larraquy que era el director del programa, bueno… podríamos decir que me abandonó un poco.

–Bueno, un abandono muy creativo, entonces…

–Me prometió un montón de cosas que finalmente no ocurrieron. Y eso me llevó a un aislamiento total en Argentina, una sensación también de eterna espera, de no saber si crear mis propios planes o esperar a que me los propusieran.

–Y su plan fue escribir sobre la soledad.

–Visité la casa de Horacio Quiroga en Misiones y además coincidió con el día en que moría otro solitario, el hombre del agujero, un tipo que llevaba veintiocho años viviendo solo en la selva de Rondonia, en Brasil. En algún momento pensé que podía ser interesante contraponer no solo esas dos experiencias otras muchas. Toda una galería de personajes y su relación con la soledad a lo largo de la historia, que al mismo tiempo me permitiera reflexionar sobre la propia soledad.

–Una soledad a la que usted ya se había aproximado literariamente.

–Sí, la mayoría de los personajes de mis novelas son solitarios.

–¿Dónde se vive mejor la soledad, en Argentina, en México, en Roma, en Toñanes?

–Las mejores soledades que he vivido, las más plenas, en realidad han tenido más que ver con mi momento biográfico que con el país en que viviera entonces.

–También se dice que el de escritor es un oficio que requiere de soledad.

–El escritor acude a su soledad para traer algo para los demás. Pero creo que es igualmente importante esa devolución que a uno le dan los lectores y ese diálogo que de un modo explícito o implícito tiene lugar en el momento en el que publicas.

–Su libro no es una historia de la soledad, pero sí que parece encontrar muchos patrones universales.

–Hay algo universal en todos los sentimientos y en la soledad muy específicamente, pero también hay diferencias de acento, de grado y de detalle en relación a la época.

–¿Acaso la soledad ya no es lo que era?

–Como pasa con muchas emociones, evidentemente la soledad no ocupaba tanto pensamiento en las sociedades comunitarias. Primero porque era más rara, habitualmente solo le ocurría a los descarriados, y al mismo tiempo porque eran sociedades menos psicológicas. Se pensaba menos en las emociones y probablemente se sentían un poco menos, también.

–Mejor solo que mal acompañado, dice la sabiduría popular…

–El que está mal acompañado ya está en soledad. Porque la soledad no solo tiene que ver con no tener contacto físico con otros; algunos autores hablan de la soledad sintónica, de no estar en sintonía, de no estar en la frecuencia en la que están los demás.

–¿Todavía se siente el bicho raro de la clase?

–En general, las emociones que uno vive de manera intensa en la infancia o en la adolescencia no desaparecen nunca. Casi siempre vuelven en los momentos de fragilidad.

–¿Quién es su favorito, de todos los solitarios que retrata?

–Es difícil decirlo. Algunos te fascinan hasta desde el rechazo, como la experiencia de la pintora Leonora Carrington, que fue terrible, pero me sirvió mucho para reflexionar sobre algunas de las características de la soledad. Por ejemplo, el frío.

–¿La soledad es fría?

–Los estudios parecen demostrar que las personas solitarias tienden a sentir más frío. Parece algo bonito, ¿no? Que se pueda corporizar tanto un sentimiento.

–Si fuera el náufrago Pedro Serrano, ¿qué se llevaría a la isla desierta?

–Lo mejor que uno se puede llevar a una isla desierta para no volverse loco es a otro ser humano. Aunque esté en un momento tan desamparado y desvalido como nosotros mismos.

–En este libro ha cambiado de género, además de pasar a la no ficción.

–Yo me aburro con facilidad, así que quería probar herramientas nuevas. Y fue difícil, me costó encontrar un tono que no fuera sermoneante ni excesivamente erudito, pero que al mismo tiempo no fuera superficial.

–Seguro que ya tiene el siguiente libro en marcha…

–Sí, ya estoy con otra cosa. Y va a ser novela, a la que regreso con armas nuevas.