Juan Riancho
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Juan Riancho
Cuando tomó las riendas de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo hace dieciocho años ya apostaba por un proyecto que acabara fundiéndose en la ciudad. Ni las crisis económicas ni los vaivenes del siempre inquietante y caprichoso mercado han desmoronado Artesantander. Entre cambios moderados y ... adaptaciones, mañana se inicia su 31 edición. El veterano galerista de Siboney Juan Riancho, junto a su equipo, dice adiós convencido de que se cierra un ciclo de gestión, también en lo personal. El datos es revelador: Artesantander es la feria de arte española más importante que se celebra fuera de Madrid, la segunda más veterana tras ARCO. Una cita cercana, amable, exenta de lo competitivo, donde prima lo expositivo sobre lo puramente comercial.
–Para alguien que ha vivido el mundo del arte desde todos los ángulos posibles, ¿qué ha representado Artesantander?
–Creo que en alguna medida ha significado el fracaso del galerista. Visto ahora con la perspectiva que te dan estos 18 años de director de feria, creo que la posibilidad de construir un proyecto de la escala de una feria de arte, con el presupuesto que tiene y con las posibilidades de repercusión que tiene, me fue transformando con el paso de los años.
–En los últimos años ya confesó cierto cansancio y apuntó señales en torno a la necesidad de cerrar un ciclo. Este invierno anunciaron que usted y su equipo afrontaban su última edición ¿Por qué ahora?
–El contexto es fundamental. Creo que ha influido mucho el éxito determinadas corrientes artísticas, determinados artistas, de determinadas propuestas en definitiva, que gozan de un éxito extraordinario y con las que me siento escasamente concernido y creo que eso ayuda mucho a encontrar algo natural el apartarme de un proyecto de futuro.
–El relevo, tras una convocatoria abierta de proyecto celebrada recientemente, se hará efectivo en 2024. Además todo coincide con una nueva etapa de Gobierno en la comunidad ¿Qué espera del nuevo ciclo y hacia dónde cree que debe dirigirse la feria?
–La idea de convocar desde la propia feria –que no tiene ninguna capacidad legal– un concurso para seleccionar un proyecto de cara al futuro, era un intento por nuestra parte de que el trabajo de tantos años y de tantas personas no estuviese en riesgo, que hubiese una continuidad práctica y operativa; de hecho hubo varios proyectos que, según el comité que debía valorarlos, eran interesantes.
–El formato de Solo Projects de las última doce ediciones constituyó una decisión arriesgada pero eficaz. ¿Defiende su continuidad?
–El formato actual es una seña de identidad de un proyecto de feria desarrollado por un equipo muy concreto y yo creo que quien continúe en la dirección debe tener capacidad plena para plantear un proyecto personal, o con el que crea que puede trabajar mejor.
–Artesantander ha sobrevivido a casi todo... Pero, ¿en el camino hubo zancadillas, indiferencia, negativas?
–Mi formación es la de historiador y esta es una pregunta en la que me podría entretener mucho… jajaja. Sobre la supervivencia a lo largo de los años se puede hablar sólo si se tiene presente de dónde venimos, del cambio de parámetros culturales y de todo tipo de referentes. Hay que acordarse de muchas personas que han contribuido a que este proyecto a lo largo de los años haya superado momentos difíciles. Estoy hablando por supuesto de los Paco Revilla, Ernest Lluch, Mario Antolín o María José Corominas que sostuvieron la feria en sus 13 primeras ediciones y eso es un logro que se debe reconocer.
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–¿En que ha consistido la fortaleza de la marca Artesantander frente a otras ferias periféricas, nacionales, que han fracasado en su intento de mantenerse en el tiempo?
–El territorio ha ayudado mucho. Santander es una ciudad y Cantabria una región, en la que el arte en la mayor parte de sus manifestaciones tiene buen nombre. Sería extensísimo y muy complejo señalar ahora las principales fortalezas de esta permanencia, de este buen aura. Pero creo que se sitúa entre el trabajo de determinadas iniciativas, como fue la galería Sur en su momento o los cursos de arte de la UIMP, que realmente marcaron una época y pusieron el foco en Santander, aunque sólo fuese en el verano, y por qué no decirlo los artistas de esa brillante generación nacidos en torno a 1928-1930 y algo muy importante, de mucho éxito en los años sesenta y setenta. Estoy hablando por supuesto de Eduardo Sanz, de Enrique Gran, de Ángel Medina, de Senén Ubiña, de Agustín de Celis, de Fernando Sáez, de Manuel Sáez… de Manolo Raba, artistas que 'triunfaron' por resumir, que representaron a España en Pabellones Internacionales, en la Bienal de Venecia o de Sao Paulo y que dieron credibilidad al arte contemporáneo y dejaron un poso que ha posibilitado muchos de los posteriores proyectos.
–¿No es una cruel paradoja que Artesantander comparta espacios con un espectáculo de arte inmersivo?
–Sí, es una cruel paradoja ciertamente. Es algo escasamente alentador, aunque si soy sincero tampoco puede hablar mucho de esto porque nunca he tenido la tentación de invertir mi tiempo en una convocatoria con esa etiqueta tan dudosa. Creo que no hay nada más inmersivo que ver una buena exposición de arte contemporáneo, de pasar el tiempo rodeado de unas buenas pinturas de Juan Uslé o en una sala del Museo del Prado. Eso sí que es inmersivo.
–¿Las ferias seguirán cambiando, o están destinadas a la extinción?
–Hay que tener en cuenta que las ferias están tradicionalmente interpretadas como un evento con una carga estrictamente comercial y esto ha cambiado de una forma radical. El comercio del arte ya no está tan ligado a las ferias.
–En todo proyecto hay personas. ¿Diría que el sacrificio de unos pocos ha servido para satisfacción de muchos?
–Eso siempre es tal cual lo expresa y yo creo que habrá un día en que profesionales que investiguen y que trabajen sobre determinados perfiles culturales y hechos culturales en la región, descubran a estas personas: que de alguna manera puedan interpretar lo que ha significado para una sociedad pequeña como la nuestra la permanencia de un proyecto como Artesantander.
–El mercado del arte tan pronto parece autoinmolarse como tiende a dinamitarlo todo. ¿Cree posible la supervivencia de un coleccionista modesto pero realmente interesado en el arte?
–El mercado del arte, así definido como ese término que se maneja generalizando, es una absoluta tomadura de pelo, es una suerte de aparato gigantesco. Profesionalmente, como galerista, creo que nunca he formado parte del mismo. Creo que he dedicado mi vida profesional a compartir mi tiempo con artistas y con aficionados al arte… y, por supuesto, con coleccionistas heterodoxos y sensibles, con lo que he compartido anhelos, hallazgos y novedades de todo tipo.
–Su galería lleva casi cuatro décadas de vida. ¿Aún caben más milagros?
–Creo que aún puedo darle una vuelta de tuerca más al universo 'siboneytiano', posiblemente la última. Como diría Gabriel Rodríguez: La mina no está agotada.
–Santander, ciudad de la cultura, embrión de grandes artistas...pero sin un museo de arte. ¿Que le sugiere?
–Sólo el leer el enunciado pone los pelos de punta, es una situación absurda. Buena parte de los artistas con los que trabajo, han crecido y en parte se han formado en sus visitas al Museo de Bellas Artes de su ciudad, viendo los María Blanchard, los paisaje de Casimiro o las pinturas de Quirós. Hay pinturas de ese Museo, que configuran parte de la memoria colectiva de todos y es un museo desaparecido, cerrado físicamente hace siete años, pero desaparecido hace muchos años.
–En la despedida...defina Artesantander y confiese con qué se queda.
–Lógicamente con todos los que han apoyado el proyecto, con los colaboradores, con todas las personas que han hecho posible que la feria haya crecido de esta manera tan espectacular durante los últimos dos décadas. Una feria que ha contribuido a poner el foco del arte contemporáneo en la ciudad de Santander, algo de lo que muchos ni se han enterado.
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