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«Experimentar de una manera diferente la increíble obra de uno de los artistas europeos más relevantes del siglo XX». Así definía ayer Dieter Schwarz la exposición 'Juan Muñoz: Dibujos 1982-2000', una retrospectiva con más de 200 obras que se puede ver desde hoy ... y hasta el próximo mes de octubre en el Centro Botín y que cuenta con un buen número de elementos para hacerla muy especial. Por un lado porque su inauguración coincide con los actos de celebración del quinto aniversario del Centro, pero, sobre todo, porque revela una nueva faceta del que fue uno de los escultores más relevantes de su momento, la de dibujante. Que Juan Muñoz dibujaba, escribía y hasta hacia fotografías no es nada nuevo, lo que sí lo es que esta es la primera vez que esas obras se muestran por primera vez.
Dieter Schwarz, experto en arte contemporáneo, es también el comisario de esta propuesta en la que, además del Centro Botín colaboran el Juan Muñoz Estate y un buen número de coleccionistas privados -sobre todo europeos y estadounidenses- que han prestado sus obras para esta exhibición. Una serie de dibujos, enigmáticos y personales que «evocan una profunda experiencia emocional» y que relatan historias «nunca antes contadas», tal y como explicó el comisario.
Lo hacen mediante un formato figurativo, «lo que en su tiempo supuso una rebelión contra la hegemonía del lenguaje abstracto y con los que tal vez quiso reconectar con el pasado artístico», destacó también Schwarz, quien ha apostado por distribuir todas esas fotos en doce apartados, casi doce mini-exposiciones, en las que las obras aparecen ordenadas bien por orden cronológico o por temáticas y que ayudan a entender un poco mejor ese mundo interior del creador.
El comisario ha seleccionado piezas «clave» de la obra de Muñoz que muestran su variedad de materiales. Así, se ha incluido por ejemplo 'Late Portrait', una obra de 1985 en la que Muñoz dibujó con carboncillo sobre cemento; la instalación 'The Nature of Visual Illusion' (1994-1997), compuesta por tres figuras rodeadas de un gran acrílico sobre lienzo a modo de telón; o las series 'Raincoat Drawings' (1988-1995) y 'Back Drawings' (1990-1995), ejecutadas con tiza blanca y óleo blanco en barra sobre tela negra, a medio camino entre el dibujo, la pintura y la escultura.
Una de las cosas que destacan en el recorrido es la soledad con la que Muñoz dota a las figuras en el papel, figuras que no se parecen en su fisonomía, pero sí en su ensimismamiento, tal y como se puede leer en uno de los carteles que acompañan los dibujos.
Además, durante las dos décadas que agrupa la exposición, se percibe como el artista varió tanto en la temática de sus dibujos como en la forma. Osciló entre los más abocetados, en los que plasmaba sus ideas más inmediatas, y los más detallados de sus planchas.
'Dibujos de espalda', 'figuras y objetos' o las ilustraciones que hizo para un libro de Joseph Conrad que nunca se llegó a presentar también forman parte de esta muestra, en la que también hay un apartado para distintos objetos cotidianos como los «balcones».
«Muñoz dibujaba también muchas habitaciones en las que no se podía saber con seguridad si estabas dentro o fuera de ellas», explicó el comisario, quien insistió en que en esos doce apartados ha intentado encontrar obras «que lo reflejasen como artista y no ha sido fácil porque una exposición de este tipo exige mucha investigación».
Finalmente se decidió por piezas de carácter independiente que «permiten al espectador experimentar de una manera diferente la obra de este artista para el que el dibujo no era una mera herramienta», dijo.
Dieter Schwarz presentó la exposición acompañado por la directora ejecutiva del Centro Botín, Fátima Sánchez; la directora de exposiciones, Bárbara Rodríguez y Lucía Muñoz Iglesias, hija del artista que quiso destacar el valor de Juan Muñoz: «Desde el principio de su carrera exploró con total honestidad, curiosidad, libertad y compromiso la escultura y el dibujo, pero también la escritura, la obra sonora e incluso el teatro», dijo de su padre cuya obra «es hoy enormemente contemporánea y muy actual».
«Desde el Estate estamos muy felices de que esta muestra pueda recordar e incluso descubrir a un público más joven que Juan Muñoz siempre fue un artista multidisciplinar», dijo para concluir.
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La muerte del escultor hace 20 años, llegó de forma inesperada al mundo del arte. El artista que entonces contaba con 48 años de edad, estaba en uno de los mejores momentos de su vida profesional. Acababa de recibir el Premio Nacional de Artes Plásticas y celebraba su salto internacional, al convertirse aquel 2001, en el primer español en exponer en el Tate Modern de Londres con su obra 'Double Bind'. Su fallecimiento supuso la interrupción de una trayectoria prometedora, avalada en todos los niveles que ahora se recuerda con esta muestra de dibujos que se acompañan de varios elementos escultóricos.
La exposición va acompañada de un catálogo en español e inglés, coeditado con La Fábrica, con reproducciones de las obras presentadas y textos sobre Juan Muñoz y el dibujo como medio artístico, encargados a diversos autores expresamente para la ocasión, entre los que figura un ensayo del comisario ofreciendo una visión general de la obra en dibujo de Muñoz, un texto de James Cahill sobre las ilustraciones del artista para Joseph Conrad y otro de Manuela Mena Marqués -presente también ayer en el acto del Centro Botín- centrado en la relación de Muñoz con el dibujo español de los siglos XVIII y XIX.
También se incluyen reseñas de John Berger, James Lingwood, Declan McGonagle, Brenda McParland y Guy Tosatto, director del Musée de Grenoble.
La escultura y grabadora Cristina Iglesias, autora de la intervención escultórica 'Desde los subterráneo' que comparte espacio con el edificio del Centro Botín y los Jardines de Pereda, fue la esposa de Juan Muñoz y también la cómplice necesaria en su manera de trabajar y de vivir el arte. La artista, que obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1999 y que en 2018 protagonizó la exposición individual 'Entrespacios' en este mismo Centro, no quiso perderse ayer la presentación de la que es la primera retrospectiva de los dibujos de su marido. «Ha quedado magnífica porque en su obra los dibujos tenían tanta importancia como las esculturas. Para él dibujar era una actividad que no le cansaba y con la que disfrutaba mucho», señaló a El Diario Montañés.
La artista, que acompañó a su hija Lucía Muñoz durante la presentación de la exposición y que quiso mantenerse en un discreto segundo plano durante todo el acto, recordaba que su marido en los últimos años de su vida, «sobre todo a raíz de su exposición en la Tate de Nueva York, vivió una etapa muy prolífica en la escultura que ya estaba deseando aparcar para poderse dedicarse más a dibujar y a escribir, que era otra de sus grandes pasiones. Pero sobre todo a dibujar, algo que para él era fundamental, casi una necesidad».
También le gustaba «reinventarse» pese a que, según su viuda, «supo llevar el lenguaje de la escultura a unos límites que hasta entonces nadie había logrado»
Sobre la exposición de sus dibujos en el Centro Botín y desde el punto de vista artístico, Cristina Iglesias quiso alabar la labor que ha desarrollado Dieter Schwarz –comisario de la muestra– no sólo en la selección de los dibujos que se podrán ver hasta el próximo 16 de octubre «si no también en la gran habilidad y criterio que ha tenido para ordenarlos en esos doce apartados tan significativos».
Cristina Iglesias, que a lo largo de su carrera ha definido un vocabulario escultórico único creando ambientes inmersivos, quiso recordar que Juan Muñoz «fue un artista muy completo, con un lenguaje muy abierto e interconectado» Y, sobre todo, destacó que la exposición que se puede ver desde hoy en Santander «es un buen momento para que se reivindique la obra tan importante de Juan. Además nos parece una magnífica oportunidad para acercar su trabajo y su figura a las nuevas generaciones».
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