El escritor Andrés Neuman indaga en los desastres causados por el uso de energía atómica en su nueva novela ‘Fractura’ (Alfaguara), la historia de un superviviente a las bombas de Hiroshima y Nagasaki que reconstruye su pasado a través de los ojos de cuatro amantes ... y vive sus últimos días inmerso en un nuevo desastre: la explosión del reactor nuclear de Fukushima. El martes presenta su libro en el Ateneo de Santander, dentro de la programación del Aula de Cultura de El Diario Montañés (19.30 horas).
–¿Qué es ‘Fractura’?
–Una novela recorrida por tres fuerzas sin patria: la energía, la economía y el amor. Llena de viajes por distintos países –Japón, Francia, Estados Unidos, Argentina y España– y también distintos tiempos. Y, sobre todo, una historia que se pregunta si es posible reparar de algún modo a las personas como el antiguo arte del kintsugi repara los objetos: subrayando con polvo de oro el lugar por donde se rompieron.
–¿Cómo surgió el proyecto?
–La primera idea surgió del asombro que me causó saber que el último gran terremoto en Japón desvió unos centímetros el eje del planeta entero. De imaginar cómo sus ondas expansivas se parecen a la viralidad de todo lo que nos ocurre, desde lo más terrible hasta lo más hermoso. Como si la humanidad fuese un sismógrafo. Lo resumió admirablemente el poeta Milosz: ‘Si algo existe en un lugar, existirá en todos’. Justo así empieza la novela.
«Está recorrida por tres fuerzas sin patria: la energía, la economía y el amor»
–¿Por qué cuatro voces femeninas para relatar la vida del ejecutivo japonés Watanabe?
–La inmensa mayoría de personajes femeninos de la literatura han sido narrados e imaginados desde puntos de vista masculinos. Por eso me pareció un desafío enriquecedor embarcarme en el proceso inverso. Una de las maravillas de la ficción, como escribe Rebecca Solnit en su último ensayo, consiste en la posibilidad de transgredir los propios límites de género, clase, ideología... Imaginar hasta dónde podríamos crecer o transformarnos con una idea más amplia de nuestra identidad. Tengo la sensación de que una de las tareas posibles de la narrativa de nuestro siglo sería que los autores hombres aprendiéramos tanto a ser conscientes de la educación de género que hemos recibido, como a escucharnos a nosotros mismos a través de voces femeninas. Que es, ni más ni menos, la otra cara de lo que a las mujeres les ha tocado hacer desde que el mundo es mundo.
–En sus páginas hay amor, belleza, dolor... ¿Qué le llevó a escribir bombas atómicas, terremotos y tsunamis?
–Quizá la sospecha de lo absurdo que resulta dividir por países dolores que se parecen demasiado entre sí. La consecuencia de esa ceguera podría ser la de aquel poemita atribuido a Brecht: «…Y cuando finalmente vinieron a buscarme, / ya no quedaba nadie para defenderme». No estoy hablando de una solidaridad bienintencionada, políticamente correcta. Sino de construir un sentido más colectivo de la autopreservación.
Una vida entre libros, papeles y premios
Andrés Neuman nació y pasó su infancia en Buenos Aires. Hijo de músicos argentinos, terminó de crecer en Granada, en cuya universidad fue profesor de literatura latinoamericana. Es autor de las novelas ‘Bariloche’, ‘La vida en las ventanas’, ‘Una vez Argentina’, ‘El viajero del siglo’, ‘Hablar solos’ y ‘Fractura’. También es autor de libros de cuentos y poesía. Fue seleccionado por la revista británica Granta entre los mejores nuevos narradores en castellano.
Su trabajo se ha visto recompensada con varias distinciones, entre ellos, el Premio de la Crítica, el Premio Hiperión, el Premio Alfaguara y el Firecracker Award, concedido por la comunidad de revistas, editoriales independientes y libreros de EE UU.
–Es usted uno de los autores jóvenes más destacados, ¿es difícil abrirse camino como escritor?
–Y si no fuera difícil, ¿qué gracia tendría? La necesidad (y el placer) de luchar por algo difícil se parece bastante a mi idea de las vocaciones.
–¿Se puede vivir de escribir?
–Bueno… Quizá para mí la cuestión es: ¿podría vivir sin escribir? Me temo que no. Así que ya no tengo remedio.
«La inmensa mayoría de los personajes femeninos han sido imaginados por hombres»
–¿Tiene algún nuevo proyecto a la vista?
–¡Esperemos que sí, por el bien de mi cabecita! El vacío que te deja despedirte de un proyecto largo (en este caso, ‘Fractura’ me llevó casi siete años de trabajo) es lo que más miedo me da de terminar un libro. Por suerte, en paralelo a la novela fui escribiendo un libro de poemas titulado ‘Vivir de oído’, que La Bella Varsovia publicará hacia finales de año.
–¿Cuándo supo que iba a ser escritor? ¿En qué momento de su vida?
–Más o menos a los diez años, cuando me di cuenta de que frente a una máquina de escribir (mi generación fue la última que aprendió a mecanografiar en esos ruidosos, encantadores y aparatosos bichos) las tardes se pasaban volando y se llenaban de otras vidas más amplias que la mía.
–¿Y qué es para usted escribir? ¿Dónde se inspira?
–Intuyo que escribir, como leer, no solamente nombra con exactitud nuestras ideas y emociones. También las propicia, las modifica, las crea. En otras palabras, sin libros se vaciaría nuestra experiencia. Me gusta pensar que nos inspiramos justo en la frontera entre nuestra vida interior y el mundo exterior. En ese lugar donde se funden la introspección y la observación, que son actividades que se potencian entre sí. Por eso nunca le he visto demasiado sentido a preguntarse si escribimos para los demás o para nosotros mismos. Creo que ambos horizontes confluyen. Cada vez que alguien nos observa con atención, nuestro yo se convierte en parte de los otros.
«Con 10 años me di cuenta de que frente a la máquina de escribir las tardes pasan volando»
–¿Qué le ha aportado la literatura en su vida?
–Uf, la literatura me ha aportado tantas cosas que necesitaría la vida entera para poder enumerarlas… ¡pero entonces ya no podría dedicarme a ella! En fin: por ejemplo, la importancia de emocionarnos con detalles minúsculos, imágenes fugaces, palabras oportunas, personajes remotos que de pronto se convierten en parte de nuestra familia.
–Terminemos hablando de cultura, ¿cree que ocupa el lugar que se merece en el mundo? ¿Qué necesita?
–Supongo que el lugar que la cultura ocupa hoy en el mundo es más o menos el de siempre: pequeño, marginal, esencial e irreductible. Como si fuese la Galia de nuestra memoria. No está tan mal.
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