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«Es verdad que yo tenía solo 12 años cuando Juan falleció. Pero es un privilegio conocerle de manera adulta mediante su trabajo. Poder mantener ... un diálogo con él a través de su obra». Lucía Muñoz Iglesias, hija del artista Juan Muñoz (Madrid, 1953-Ibiza, 2001) y de la escultora Cristina Iglesias, se ha sumado a la coordinación de la muestra retrospectiva de dibujos de su padre que, desde ayer, puede visitarse en el Centro Botín. Desde el Estate Juan Muñoz cuida, transmite y da voz al legado del artista multidisciplinar que desapareció en plena madurez creativa. «Era un hombre fuerte, un padre maravilloso. Y ahora he ido descubriendo la personalidad del artista porque es muy natural que sus amigos se abran mucho conmigo y me cuenten sus anécdotas y experiencias. Es como una galaxia hecha a través de los testimonios de cada uno». Lo recuerda como «una persona honesta, que me transmitió esa lección de ser honesto con uno mismo y los demás, desde la libertad y la inteligencia. Y creo que hay que llorar solo en los momentos que lo merecen».
-Supongo que en cada retrospectiva se enfrenta a una necesidad de revelar al artista. ¿Cómo define a Juan Muñoz?
-Diría que en su trabajo se puede ver que Juan era de una curiosidad intelectual enorme, con una mente muy activa y ágil que se puede ver en su continua búsqueda y experimentación. Y ante todo un espíritu libre, de mucha libertad en su actividad, en su trayectoria y en su vida. Emanaba mucha valentía y esa sensación de querer primar los espacios de libertad.
-Su legado se mantiene vivo y sigue siendo un referente internacional. ¿Qué reflexión hace de su huella y de la respuesta que se expresa hacia el artista y su obra?
-Desde el Estate intentamos que la voz de Juan esté viva y demostrar que su discurso es muy actual, La mejor manera de abordar eso es mantener una conversación de su obra con la gente del presente, bien a través de otros artistas o de un curator como es el caso en Santander de Dieter Schwarz. A Juan se le entiende como un artista histórico pero la riqueza de su obra reside en que sea tan contemporáneo. Podemos ahora mismo encontrar su obra colgada junto a obras de Giacometti en el Museo Louisiana de arte moderno, por ejemplo, pero también se me acercan artistas jóvenes para decirme que entienden perfectamente el lenguaje de mi padre y que ellos están interesados en ese discurso. Es un éxito que demuestra la valía de su rango en el contexto actual, más de dos décadas después de haber fallecido.
-Esta exposición del Centro Botín, ¿puede marcar otra frontera y otro paso a la hora de acercar su figura?
-En la muestra hay algunos inéditos, pero Juan daba mucha importancia al dibujo en su obra y lo expuso en vida muy a menudo. Como tal no es inédito ver a Juan Muñoz el dibujante, pero es cierto es que esta es la primera gran retrospectiva de sus dibujos y ello supone una oportunidad para que el público recuerde o descubra, según los caos, que Juan era un gran dibujante y, sobre todo, que se sepa que era un artista multidisciplinar. Aunque la escultura fue la parte de su obra que tuvo más visibilidad y peso, es un artista que ha trabajado con el sonido, que ha escrito mucho. Especialmente hay que dejar claro que no era un artista que traducía su obra de un medio a otro, sino que afloraba con total curiosidad y honestidad en cada lenguaje y en cada uno de ellos entrelazaba su discurso.
-¿Qué criterio se ha seguido para seleccionar los dibujos de esta exposición?
-Se ha centrado en temas y cuestiones específicas que a Juan le interesaron a lo largo de su carrera, teniendo en cuenta que siempre volvía a explorar temas en tiempos diferentes. Lo que revela la exposición es que aunque hay una mirada hacia su obra con un orden, más o menos cronológico, también se puede descubrir que Juan tuvo intereses y obsesiones a los que volvía siempre.
-¿Cómo valoras sus series?
-Es muy difícil elegir, pero reconozco que los dibujos de 'gabardina' siempre me han fascinado por esa narrativa pendiente que solo muestra su posibilidad, con el uso de la arquitectura. He convivido en casa con algunos de esos dibujos y por eso les tengo mas cariño. Pero también esa serie ligada a la fotografía de Visconti y María Callas, que siempre me pareció que eran él y mi madre (Cristina Iglesias).
-¿Puede decirse que la literatura y la escritura fueron claves en el crecimiento del artista?
-Sí, de manera enorme. A las referencias en su obra y en sus títulos, se añade que en las entrevistas hablaba mucho de Borges y otros autores porque la literatura era muy importante para él y la escritura se la tomó muy en serio. Publicó e ilustró textos suyos, y fue afianzándose esa idea de su obra como una exploración multidisciplinar que expresó con fuerza. Antes de definirse como artista hizo labores curatoriales y quizás el escribir le dio la sensación de que tenía un lugar en el mundo del arte.
-¿Cree que lo que hay que reivindicar es, sobre todo, ese espíritu libre que representaba?
-Sin duda es un momento importante para resaltar esos espíritus libres, como él, que además han luchado por esa libertad para él y para los demás. Juan luchó por muchas cosas en las que creía y levantó la voz para proteger y reclamar la libertad. En este sentido, es muy interesante reclamar de Juan que dentro de la curiosidad por la historia del arte, también tenía la desfachatez y osadía de utilizar la libertad en su interés y en su visión del mundo. Tomar las partes de la vida que a uno le interesan y sentirse libre.
-Con su propia mirada, ¿dónde pone el foco en una obra tan plural como la de Juan Muñoz?
-Exploraba por igual cualquier terreno. Pero lo ha que ha trascendido de la obra de Juan y lo que hace que sea tan contemporáneo es que siempre habla de la condición humana. Y es eso se repite en la historia. Los problemas que vio, los volvemos a ver continuamente. El encontró muchos medios en la plástica y en la escritura para explorar lo humano. Trabajaba con mucha rapidez, se sentía libre y era consciente de que podía servir para la reflexión y para desarrollar esa libertad. Una de las cosas que impresionan de los dibujos es que apenas utiliza el lápiz. La idea de borrar para Juan no es la de hacer desaparecer, sino de tachar, de demostrar por dónde ha ido la idea y la obra y continuar hacia adelante. La valentía de defender lo que ha hecho y sus convicciones.
-Quien descubra ahora sus dibujos, ¿qué Juan Muñoz se va a encontrar?
-Si uno no conoce su obra de dibujo y se le revela en esta retrospectiva vuelve a estar latente la narración de Juan, el contador de historias, y quizás una vez más ese Muñoz preocupado por la condición humana que te puede atraer y sorprender, que deja flotando la posibilidad de algo que no sabe si ha ocurrido o va a ocurrir, esa tensión psicológica que plasma en sus líneas.
-¿Cree que hoy en día seguiría manteniendo una actitud combativa, crítica?
-Totalmente. Se le veía la honestidad al minuto. Lucharía ahora por lo que creía. Hay un texto de Manuela Mena que habla de lo español y universal que es Juan a la vez. Lo relaciona con Goya y Velázquez, pero tuvo una personalidad como ciudadano universal y defendió a capa y espada esa identidad que, al tiempo, estaba muy enraizada en lo vivido, en su manera de ser
-Poeta del espacio, explorador del humanismo..., ¿más allá de las etiquetas el arte y la sociedad españolas han comprendido al hombre/ artista?
-Se han hecho grandes exposiciones que han permitido comprender muy bien su obra, pero otras como la de Santander permiten entender la complejidad multidisciplinar de Juan. Ese discurso que puede leerse desde la actualidad. Y hay mucho espacio y margen aún para seguir creciendo en ese sentido.
-¿Cómo comparte y reparte su querencia por la obra de su padre y la de su madre?
-No me ha resultado difícil. Más bien, me resulta interesante. Me apetece mucho llegar a ese día en el que alguien haga una exposición conjunta. Es un hecho que convivieron y crecieron juntos, que expusieron, en paralelo, internacionalmente y creo que existe un discurso con lugares de conexión y afinidades, y, al tiempo, preocupaciones e inquietudes que comparten.
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