Ray Loriga | Escritor y guionista
«Cada libro supone un desafío, un vértigo, una agonía y una felicidad»Secciones
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Ray Loriga | Escritor y guionista
«Cada libro supone un desafío, un vértigo, una agonía y una felicidad»Cuando era pequeño, Ray Loriga (Madrid, 1967), practicaba natación. Su instructor le dijo entonces, en la época en la que aún se llamaba Jorge, que cuando giras la cabeza hacia la otra calle, pierdes tiempo. Por una cuestión de hidrodinámica tienes que ir nadando solo ... por la tuya y mirando hacia delante. Y eso intenta el escritor, guionista y director de cine. Mirar solo a su calle literaria y alegrarse de lo bueno que les pase a sus colegas de gremio.
Loriga estará esta tarde en la librería Gil (19.00 horas) para hablar de su último libro; 'Cualquier verano es un final' (Alfaguara, 2022). Estará acompañado por el periodista Borja Domínguez. En ese tour promocional, reconoce que lo de hablar de sí mismo lo lleva «malament, como dirían en Cataluña». No es falta de ganas o sociabilidad, sino la contradicción respecto a su trabajo «de verdad», que es «estar solo y en silencio, cuando se escribe y se lee». Pero cuando a uno, el New York Times le compara con una estrella de rock, «no queda otra» que volver a salir de gira.
Loriga reniega de sí mismo como escritor de tramas, porque lo que le gustaría es ser un «escritor de estilo». Las tramas, esenciales para sujetar ese ente llamado novela, «son una excusa que uno se busca para buscar a su vez una estructura, una manera de escribir las cosas», lo que verdaderamente le apasiona. Esa búsqueda constante «de un cómo, más que de un qué».
Su motivación fundamental para dedicarse a esto de contar historias es «la propia literatura». Cuando lee a Virginia Woolf, Patricia Highsmith, Samuel Beckett, Pío Baroja o Unamuno, los escritores que le apasionan, lo que intenta es «pensar yo, a mí manera, hacer algo de esa belleza». Y desde ahí va aderezando la ensalada de párrafos, metáforas y desenlaces con experiencias propias.
Loriga no revisa con usos prácticos sus obras previas. «Imagino que Messi, y no me comparo con él, antes de un partido, no se pone a mirar cómo regateó en una jugada anterior, sino que eso le nace e intenta canalizarlo en la estructura próxima que se le dé en cada encuentro». Y en esa natural tendencia reside su sentido creativo: «No necesitas releerte; eso lo llevas dentro».
Hablar de influencias alrededor del estilo de Loriga supone enumerar una larga lista de autores, que en este último volumen tienen el regusto de Julian Barnes o Iris Murdoch, una ironía fina que parece caer, como la lluvia británica, en la construcción narrativa del madrileño. «Son dos escritores que me apasionan», reconoce. Y si bien ha leído literatura francesa y le han comparado elogiosamente con Camus «cosa que me parece estupenda y me entusiasma», su formación está marcada por la literatura anglosajona «inevitablemente» por haberse formado en un colegio inglés. «La única que he podido leer en su lengua original, junto al español y que son las columnas más sólidas de mi formación»
De 'Cualquier verano es un final' se dice que ha hecho un ejercicio en el que «celebra la vida» a pesar de tener en la muerte uno de los ejes sobre el que pivotan los personajes. Porque de la muerte se debe hablar y si es con humor, mejor. «Siempre hemos tenido un problema serio con el asunto de la muerte propia». Una muerte ajena «es un dolor indescriptible que todos desgraciadamente hemos conocido», pero es un hecho que «podríamos repensar y dulcificar nuestra relación con la muerte», argumenta, porque, al fin y al cabo, «todos nos vamos a morir». En el libro, sin quitarle profundidad, ha intentado «restarle pesadez, que flotase, como algo que se puede asumir». E incluso elegir.
Ahora bien, cuando uno se asoma al precipicio final tan de cerca como él lo ha hecho, con un tumor cerebral como acelerante, una operación compleja y secuelas que incluyen complicaciones en la vista y el oído, cuando uno se pone «al bordecillo», la vida cambia. La literatura no. «No entré en el hospital siendo un escritor y salí siendo otro», indica. Es verdad que hay unos temas, «como los que aparecen en el libro, que te da más tiempo para darle vueltas en la cama de un hospital», pero, en cuanto a la huella, «en toda tu vida como escritor, y son más de 30 años, hay una evolución lógica, una sedimentación de distintas lecturas y experiencias vitales y es saludable que el autor se vaya transformando mientras le cambia la vida».
Puesto a pensar hacia dónde quiere que avancen las brazadas, el autor cree que «cada libro es un desafío, un vértigo, una agonía y una felicidad». Y cada vez que te enfrentas a uno, «casi es como si no hubieras escrito antes. Sabes que lo has hecho, no sabes si lo vas a poder volver a hacer y llegar a donde querías». Ese «vértigo, esa pelea, esa ansiedad es la que le produce satisfacción de ser escritor».
Tres décadas después de escribir 'Héroes', treinta años más tarde del libro que arrancó con su conversión a fenómeno literario, superado el malditismo, ganado un parche y una partida a la parca, Loriga volvería a elegir a David Bowie como banda sonora, pero a estas alturas de la vida, sonaría 'Where are we know?'.
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