Sergio del Molino
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Sergio del Molino
Sergio del Molino (Madrid, 1979) presentó ayer en la Feria del Libro (Felisa) 'Los Alemanes', novela por la que ha conseguido este año el Premio Alfaguara. El autor de 'La España vacía' o 'La piel', que ya tiene en mente los que serán sus dos ... nuevos libros, reivindica la literatura como «un territorio de libertad» y aboga porque «los libres no incomoden al lector si no que le acompañen y seduzcan».
-Es autor de novelas, ensayos, columnas de prensa, relatos... ¿Escribe todos los días?
-No. Hay días en los que me dedico solo a leer.
-Era la siguiente pregunta. ¿Qué hace cuando no escribe?
-Pues leer y esa sí que es una práctica que hago a diario. No hay un solo día en el que no esté leyendo algo.
-¿La escritura deja de ser un placer, una vocación o una forma de comunicarse cuando se convierte en un oficio?
-El hecho de que se convierta en un oficio, a mí me exige mucho más, pero al tiempo, paradójicamente, cuánto más escribo para ganarme la vida más forma parte de ella. Es algo natural en mí.
-Ayer vino a Santander para hablarnos de su último libro, que esta vez es una novela. 'Los alemanes'. Parte de una historia real. ¿Cómo llegaron esos alemanes a Zaragoza?
- Existió un grupo que se conocía como 'los alemanes de Camerún' que intentaron colonizar ese país africano como parte de aquel plan de Bismark en el siglo XIX. Ese grupo, que eran casi todos civiles, se estableció en Camerún y en la Primera Guerra Mundial cuando se ve rodeado por las tropas aliadas busca una salida hacia España por la entonces Guinea española con la que tenían frontera. Finalmente acabaron llegando a España y ya se quedaron. Se instalaron, montaron negocios, prosperaron mucho y la mayoría ellos se quedó en Zaragoza.
-Hace protagonistas a tres de ellos que además son hermanos.
-Eso que te contaba es la parte real de la historia. En mi novela lo que escribo es el final de una de esas familias que se instaló en Zaragoza. Una familia que, desde luego, es imaginada y cuya cuarta generación, los bisnietos, protagonizan el derrumbamiento de una saga que fue muy importante, que tuvo un imperio salchichero y una gran fortuna y que va a ser arrasada por un secreto que sabe alguien.
-La presencia de ese grupo de alemanes no es muy conocida. ¿Cómo llegó a ella?
-Por casualidad, como se descubren casi todas las buenas historias. En una de esas librerías de segunda mano compré un lote relacionado con el nazismo e indagando después con unos amigos historiadores salió el nombre de los alemanes de Camerún de los cuales, efectivamente, no se sabía nada, así que empecé a investigar, comprobé que apenas había referencias bibliográficas, pero sin embargo en cuanto me metí en la hemeroteca sí descubrí un montón de información. Hay muchas referencias a ellos, hasta en una jota.
-En realidad es una historia sobre una guerra familiar. ¿Son más cruentas las guerras entre hermanos que entre países?
-Te diría que son parecidas. Entre otras cosas porque están muy vinculadas. No es fácil deslindar las relaciones familiares de lo que significa un país y de las emociones y simbología de un país. Son parecidas porque las familias se construyen también en torno a identidades que tienen mucho que ver con de dónde somos. Esta familia, por ejemplo, dicen que son alemanes y no lo son por mucho que se empeñen en serlo. Pero sí es su identidad familiar. Y dicho esto sí que es verdad que no hay un cuerpo diplomático que alivie las tensiones entre hermanos o padres e hijos. Son tensiones que hay que trabajar a pelo y sin manual.
-Y además ahora están cambiado los modelos familiares.
-Más que los modelos, que ya se reconoce lo que cada uno quiere que sea una familia, me sorprende más el cambio paradigmático en el que la familia ha dejado de ser una institución que existe porque sí, porque te ha tocado, y a la que tienes que ser leal y si no lo eres te conviertes en un traidor. Ahora las familias se han construido en comunidades de afectos y ha dejado de ser ese lugar en el que estás por obligación para pasar a una comunidad que fluye y que cuando deja de funcionar se puede cambiar. Y esto, que me parece uno de los cambios más profundos que ha habido en la sociedad en los últimos siglos, creo que lo estamos asimilando todavía.
-A raíz de la publicación de 'Los alemanes', un periódico titulaba una entrevista con una frase suya que decía que «un escritor debe conquistar al lector». ¿Qué hay que hacer para que sea un romance largo y duradero?
-No recuerdo muy bien cuando dije eso porque no me veo yo militando mucho en la conquista del lector. Más bien te diría que creo justo en lo contrario y que la literatura es el territorio de la libertad. Quizás lo dije en el sentido de que me parece que los libros deben ser acogedores para los lectores y que no creo en una literatura que se lo ponga difícil o le incomode, como ha ocurrido con una parte de la literatura del siglo XX. Los libros deben seducir y crear un espacio donde el lector y el autor se sientan cómodos para conversar, aunque dentro del libro se digan cosas incómodas que nos dejen devastados. Pero para nada estoy de acuerdo en perseguir con mis libros a los lectores o hacer algún tipo de proselitismo.
-Vaya, yo que le iba a preguntar ahora si en ese romance entre lectores y escritores los premios, y usted tiene muchos, son los alcahuetes.
-Vale, sí tengo premios y para algunos me he postulado, pero la mayoría me los han dado, por suerte, sin hacerlo (ríe). Yo creo que los premios son parte del camino de un escritor y de la forma que en España, y en otros países, se ha organizado la industria editorial para que los autores podamos hacer nuestras cosas, llevar una vida medianamente digna y tener la sensación de que nuestro trabajo se reconoce. Me parece que más que alcahuetes con los lectores tienen que ver con la legitimación con tus propios colegas de oficio y la gente de la industria editorial te está diciendo con ellos que eres uno de los suyos.
-¿Qué está escribiendo ahora?
-Pues muchas columnas de prensa, pero si te refieres a la literatura, de momento nada hasta que no termine la promoción de 'Los alemanes'. Aunque sí tengo claros los dos próximos libros que voy a escribir. Pero necesito sentarme con calma para hacerlo.
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